No sé cuál es el país del que hablan algunos por televisión, lo que
sí sé es que la Venezuela que recorro todos los días está llena de
miseria. Niños que no tienen uniformes ni zapatos para ir a la escuela,
familias que viven en una vivienda de latón y madres, como María Bolívar
Méndez, que no solo no tienen qué darle de comer a sus hijos, sino que
lloran a uno de ellos que fue asesinado, por otro adolescente como él.
A María la conocí esta semana en uno de mis recorridos casa por casa
por Súcuta, un sector de nuestro municipio Tomás Lander, en nuestros
Valles del Tuy, donde sobreviven unas 200 familias. Digo sobreviven
porque es una comunidad en la que abundan las carencias. No hay agua
potable, ni red de aguas negras, ni transporte público, pero sí hay
niños con hambre y que no van a las escuelas, carreteras de tierra y
obras inconclusas, responsabilidad de un gobierno que en vez de repartir
los ingresos petroleros a los venezolanos, se embolsilló, despilfarró y
regaló a otros países nuestros recursos.
Es inconcebible que en un país con las riquezas naturales que tiene
nuestra Venezuela, la historia de esta familia mirandina, sea un retrato
dramático de la situación de quienes también viven en el barrio Guanipa
Mato de Maracaibo, en La Ponderosa del norte de Barcelona, en la de la
invasión 3 de septiembre de Boconó o en las miles de comunidades que
tiene nuestra Venezuela.
No
es posible tapar el sol con un dedo. Por mucho que algunos maquillen
cifras, lancen millonarias campañas publicitarias y controlen todos los
medios de comunicación, la pobreza en nuestra Venezuela es una realidad
inocultable.
Cifras difundidas esta semana por el INE contradicen la proclama de
Nicolás de erradicar la miseria para el año 2018. Entre finales de 2012 y
finales de 2013, la cantidad de venezolanos en situación de pobreza
aumentó 24%. Es decir hay 1.8 millones más de venezolanos pobres, para
totalizar 9.2 millones de personas que no cuentan con dinero suficiente
para poder atender las necesidades más básicas, como alimentación,
vestido, calzado y transporte.
Y esa es la gran obra que tiene Nicolás para mostrar en el primer año
de su desgobierno. Se convirtió en una fábrica de hacer pobres a más
venezolanos. Las cifras del propio gobierno revelan que los avances
importantes en materia de disminución de la pobreza que se alcanzaron en
2012, se perdieron durante el año pasado y los únicos responsables son
Nicolás y su gobierno, que insisten en aplicar un modelo económico
inviable, que camina en dirección contraria a disminuir los niveles de
miseria en nuestra Venezuela.
Pero cómo no va a haber pobreza en Venezuela si casi 82 mil millones
de dólares han sido regalados a otros países. Cómo no hablar de pobreza
en un país en el que funcionarios del gobierno permitieron uno de los
desfalcos más grandes de nuestra historia. Recadi se quedó en pañales.
Más de 20 mil millones de dólares se perdieron a través de empresas
fantasmas. De qué ha servido destinar millones y millones de dólares en
armamento militar, cuando nuestros campos se han convertido en campos
fantasmas, porque lo que crece es monte.
Por
eso no es casual que esta semana el gobierno nuevamente denunciara un
supuesto plan de conspiración e intento de magnicidio, para seguir
haciendo invisible los problemas, a los pobres y para no hablar de la
profunda crisis económica. No es casual que durante los últimos 12 meses
hayan denunciado más de 11 planes de conspiración y 4 de magnicidio.
Los venezolanos estamos cansados y lo que queremos es que nos hablen de
los tres golpes: desayuno, almuerzo y cena.
Nuestro pueblo quiere que le hablen de los golpes de la escasez, de
la inflación, del alto costo de la vida. Ahora vienen otros golpes, el
aumento de las tarifas eléctricas y de la gasolina. Los venezolanos
reciben golpes todos los días con la inseguridad. Ya el libreto se les
agota y es tedioso escuchar las mismas historias. Nuestro pueblo ya no
se come ese cuento. Esa es la forma que ellos utilizan para evadir los
verdaderos problemas que agobian al país y tratar de tapar su
incapacidad.
Nuestro pueblo quiere que los ingresos petroleros, que han sido los
mayores de toda nuestra historia, se traduzcan en obras de
infraestructura social, como viviendas seguras, hospitales y escuelas,
se materialicen en empresas generadoras de empleos y se utilicen para
activar el campo y la industria y que en nuestro país podamos producir
todo lo que necesitamos.
Este
gobierno sabe más de teorías de conspiración que de resolver el drama
de la inseguridad, el problema de la escasez y la inflación. Por eso los
pobres, la crisis hospitalaria, la escasez de medicamentos y repuestos,
así como nuestros enfermos de cáncer, que no consiguen su tratamiento,
“conspiran” en contra de Nicolás. Puro cuento. Mientras los del gobierno
hablan de conspiraciones, los venezolanos como María tienen que comer
lo que su esposo saca de La Bonanza. Sí del relleno sanitario donde
trabaja. De allí, María, en más de una oportunidad, se ha visto obligada
a preparar la comida que “sirve” a sus muchachos. Es eso o nada. Y para
los del gobierno la escasez de alimentos es porque los venezolanos
comemos mucho.
Esa es la tragedia que hoy viven más de 9.2 millones de venezolanos y
a los del gobierno no les importa. Hoy ese grupo de enchufados se
mantiene en el poder a costa del sufrimiento de un pueblo que ve atónito
cómo un inmenso chorro de ingresos se desaparece, y ya ni siquiera caen
las migajas, por el abandono absoluto de las Misiones.
Por eso, hoy más que nunca, no podemos cansarnos de insistir y lograr
la unión de todos, la organización de ese deseo de cambio para que
pueda imponerse de la mano de nuestro propio pueblo.
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