Con la vida en contra, Scarlet Guipe, con solo 32 años hace
malabares, junto a su esposo, para sacar adelante a sus 6 muchachos. Los
sacan adelante con una fuerza de voluntad de acero inoxidable. Pese a
la situación de pobreza en la que viven, no se amilanan para bregar con
la vida y salir a buscar el pan para sus hijos.
Confiesa que viven un día a la vez. Con el dinero que gana su esposo
como latonero, compran a diario lo que comen. Si el dinero alcanzó para
comprar solo arroz y caraota, es lo que preparan. Otros días deben
conformarse con pasta y mantequilla.
A Scarlet la conocí esta semana durante un recorrido casa por casa
que hicimos por Lomas de Dos Lagunas, en Cartanal. Una comunidad de
nuestro municipio Independencia, en Valles del Tuy, a donde los recursos
de la renta petrolera no han llegado.
Donde uno se pare en Lomas de Dos Lagunas, lo que ve es miseria y
necesidades de todo tipo: calles de tierra, viviendas improvisadas de
tabla, cartón y zinc, niños que corren descalzos de un lugar a otro,
ausencia de servicios públicos, animales famélicos y basura acumulada.
En esta comunidad el progreso no es el celular, ni la computadora, mucho
menos Internet, sino el excusado o letrina donde tienen que hacer sus
necesidades fisiológicas. Sí, una letrina, que utilizaban los
bisabuelos, cuando aún no existían pocetas.
Cuando llegamos a este sector, una de las primeras personas en
invitarnos a su casa fue Scarlet. Una pieza de unos cuatro metros de
largo por tres de ancho, piso de tierra y techo de zinc, que amasa un
calor increíble, es el resguardo de 8 personas. En una litera y una cama
individual deben acomodarse todos. Se acuestan y se levantan en medio
del hacinamiento. Una nevera descompuesta y oxidada sirve de armario,
porque no tienen comida que guardar dentro de ella.
Los días de esta familia probablemente transcurran como los días de
9,2 millones de personas que viven, en nuestra Venezuela, en situación
de pobreza. Las necesidades de Scarlet son las mismas de Carmen en Filas
de Mariche. No consigue leche para sus hijos y cuando la consigue el
dinero no le alcanza. Cuando se va la luz, ambas quedan a oscuras.
Cuando las bandas asesinan a alguien, las dos lloran la muerte. Ambas
deben cargar como una cruz, baldes llenos de agua que no llega a sus
casas por tuberías.
Este gobierno ha demostrado, con cada una de sus actuaciones y
decisiones, que no le importa un bledo que Scarlet y su familia pasen
hambre, al punto que gasta en alimentos casi la misma cantidad que le
envían al gobierno de los hermanos Castro, en Cuba. Recordemos que solo
entre el año 2008 y 2011 destinaron 13,5 millardos de bolívares para la
Misión Alimentación, mientras a Cuba se envían 12 millardos anuales.
Este gobierno les miente a los venezolanos al decir que se preocupa por
los más pobres.
Y es precisamente esta realidad la que el gobierno quiere tapar a
toda costa. Por eso cada vez que se sienten amenazados no solo salen a
hablar de magnicidio y conspiraciones, sino que también tratan de
silenciar las voces de la pobreza, censurando y presionando a los pocos
medios de comunicación que no “controlan”, como si esa fuera la solución
a la pobreza. Aunque esta tampoco se soluciona con una constituyente y
esa es una verdad que estamos obligados a advertir.
Nuestra responsabilidad es explicarle no solo a Scarlet sino a cada
uno de los venezolanos, con quienes conversamos a diario, que no tienen
por qué conformarse ni acostumbrarse a esta lucha de sobrevivencia que
emprenden a diario. Que entiendan la necesidad de un cambio, porque a
este gobierno lo único que le interesa es hacer más pobres a los pobres,
para así poder controlarlos. Este gobierno se oxigena de venezolanos
como Scarlet, por eso no le interesa brindarle a ella, su marido y
familia herramientas para que sean personas productivas y puedan caminar
tranquilos hacia el futuro.
Nuestro
gran reto es que cada venezolano entienda que tiene derecho a soñar y a
aspirar una vida mejor. Es probable que Scarlet no sueñe con mudarse de
Lomas de Dos Lagunas, porque al final es en esa comunidad donde nació,
creció y donde quiere pasar sus últimos días. Pero esta mirandina tiene
derechos y el gobierno la obligación de construir en ese sector
viviendas dignas, escuelas para que sus hijos se eduquen, redes de aguas
blancas, aguas negras y garantizar transporte público para que ella, su
esposo y sus hijos puedan trasladarse a estudiar y trabajar. El
gobierno está obligado a que los recursos del petróleo lleguen a todas
las comunidades.
Pero también es nuestra obligación explicar a los venezolanos, que
antes de hablar de revocatorio, reforma, constituyente, enmienda y hasta
renuncia, debemos renovar el CNE, porque tres de sus rectores tienen el
periodo vencido y todas las opciones pasan por un proceso electoral.
¡No más falsas expectativas al pueblo!
Debemos hacer un gran debate nacional, para explicarle a nuestro
pueblo, como Scarlet, cuáles salidas son factibles frente a este caos,
eso sí, no podemos dejar de lado todos los problemas y dificultades por
los que pasan los venezolanos, sobre todo nuestro pueblo más pobre, que
es el que más sufre con la profunda crisis económica que hay en nuestro
país.
Nosotros no creemos en salidas mágicas o aventureras que lo que
pudieran es profundizar la crisis política que hay en nuestro país y
terminar en una frustración mayor a la existente. En Venezuela el cambio
es duro, difícil y lento. No hay una vía expresa que nos lleve rápido
al cambio. Hay que organizar al pueblo y en especial a nuestro pueblo
oficialista que está huérfano, esperando por una nueva dirigencia que le
ofrezca lo que hasta hoy no le han cumplido: soluciones a sus
problemas.
Insistimos que el cambio se construye de abajo hacia arriba, pero con
un piso sólido, firme. Por Scarlet, su marido, sus hijos y los otros 30
millones de venezolanos estamos obligados a sacar de nuestra cabeza el
pensamiento de cómo “vaya viniendo vamos viendo”. Estamos obligados a
planificar, a sacar la improvisación de la toma de decisiones.
No nos cansaremos de decirlo y buscarlo, nuestra Venezuela está destinada a algo grande.
¡Que Dios bendiga a nuestro pueblo!
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