domingo, 28 de agosto de 2016

“Colombia va a contarse”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

En el largo y complejo proceso por lograr la paz de la vecina Colombia, se han dado importantes pasos en los últimos tiempos. Tras cuatro años de conversaciones, ya existe un acuerdo entre las partes en conflicto, que ha dado luz a una propuesta concreta. Y los ciudadanos han sido convocados para decidir, en un plebiscito, el sí o el no a esta propuesta.

Es quizá el punto culminante, el más importante de este proceso. Ahora le toca hablar al pueblo, al soberano. Y es digno de aplauso que una decisión tan polémica como trascendente para el futuro del país sea consultada en las urnas comiciales.

Es importante resaltar que la decisión que emane del plebiscito será vinculante políticamente; mas no legalmente. Esto quiere decir que una decisión positiva en el plebiscito no implica necesariamente la incorporación de los acuerdos de paz a la constitución o al ordenamiento jurídico del país. Sin embargo, el peso político de la misma es enorme y decisivo.

En todo caso, lo destacable desde nuestro punto de vista es el ejercicio democrático, en el cual la gente es consultada sobre un eventual cambio de rumbo histórico del país.

Y por supuesto, también es de resaltar el espíritu sanador que tiene para las sociedades un plebiscito.

Sea sí o sea no, el resultado mide a los electores y reafirma el pacto social sobre el cual reposa la fundación de las naciones. Su escrutinio ausculta la realidad de un país y sirve para trazar un rumbo con certeza.

En momentos en los cuales los venezolanos estamos también luchando por ejercer nuestro derecho de ir a las mesas electorales con el fin de tomar una decisión trascendental para nuestro presente y para la historia por venir en las próximas décadas, no podemos menos que celebrar y aplaudir lo que sucede en el país hermano.

Y es que creemos en aquello de que cuando un ser humano da un paso adelante, la humanidad entera también da un paso adelante. Y este principio aplica también con los países.

La democracia es sanadora y eso es lo que necesita nuestro continente para sanar tantas heridas viejas y dolorosas: democracia, mucha más democracia; ya que sobre ella siempre descansa la paz.

viernes, 26 de agosto de 2016

“El delito de pensar diferente”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El acoso y la reiteración de las amenazas a empleados públicos que firmaron en la primera etapa de la solicitud de referendo revocatorio presidencial, nos remite a la lamentable conclusión de que la persecución a quienes osen pensar distinto al poder, es práctica habitual en la Venezuela de estos días. 

Teniendo como marco el creciente deterioro de la calidad de vida de los venezolanos, era previsible que un elevado número de funcionarios públicos firmara para solicitar una salida constitucional, pacífica, democrática y electoral a una crisis que podría ser solucionada fácilmente por quienes hoy administran el país; pero se niegan a ello por permanecer atados a un modelo político y económico que ha fracasado reiteradamente por todo el mundo y que de hecho ya no es tomado en serio por ninguna nación que le apueste al progreso y al bienestar de sus ciudadanos.

Ante la falta de rectificación y el acelerado empeoramiento de nuestro entorno, lo venezolanos tenemos un derecho, consagrado en la Constitución de 1999, la misma que promovió con tanto entusiasmo el fallecido ex presidente Hugo Chávez. Y esa salida es el referendo revocatorio, al cual puede ser sometido el primer mandatario nacional al arribar a la mitad de su período.

Que quede claro entonces: los despedidos, los amenazados, los invitados a renunciar, estaban ejerciendo un derecho constitucional. Y un derecho que el líder de la autodenominada revolución tomó como bandera en su primera campaña electoral.

Una consulta a la cual él mismo se sometió en 2004, y que debería servir como ejemplo a quienes se dicen preservadores de su legado. Existe, como dicen los abogados, una jurisprudencia. Ya se celebró un referendo revocatorio presidencial y está consagrado no solamente n la letra sino en los hechos.

Es extremadamente lamentable que,  por un legítimo derecho humano, como lo es el de disentir, se ponga en juego el sustento de familias enteras en momentos en los cuales tenemos la inflación más alta del mundo y en los cuales el ingreso de por sí no alcanza para mantener un hogar.

Quienes idearon y aprobaron estas retaliaciones contra trabajadores venezolanos demuestran tener bien poca coherencia con los principios que dicen defender, ya que esto contradice entre otras cosas, a la presunta inamovilidad laboral que se ha prolongado reiteradamente y por encima de la cual no deberían pasar sus propios propulsores.

El gobierno ha perdido sin duda una oportunidad enorme de demostrar al mundo que sí tiene vocación democrática, que sí puede haber diálogo y convivencia en el país, desde el mismo momento en el cual se respeta que quienes trabajan en instituciones del Estado disientan por los canales democráticos, pacíficos, legítimos y constitucionales que los están haciendo.

Se prometió que no se volvería a repetir la tristemente célebre Lista Tascón, la cual recogió la data de los solicitantes del revocatorio presidencial de hace más de una década. Pero ante la reiterada afirmación de altos cargos gubernamentales de tener los nombres y apellidos de quienes son señalados poco menos que como delincuentes, vemos que esta promesa cayó en un lamentable saco roto.

Y se va más allá: se les acusa de saboteo interno, de incumplimiento de sus funciones, de mala atención a la ciudadanía, de una colección de faltas que puedan hacer parecer un poco menos miserable el desquiciado señalamiento que parte solamente del hecho de disentir y de manifestarlo con una firma.

Eso de que todos somos necesarios no es simplemente una frase bonita. No. El gobierno está a punto de cometer una vez más el error que costó a Petróleos de Venezuela más de veinte mil de sus trabajadores más especializados, precipitando su industria de uno de los sitiales de honor en el mercado petrolero internacional, a unos parámetros bastante más bajos, que hacen que la caída de los precios petroleros se sienta con más fuerza, ante la coincidente baja de la productividad.

Se pretende prescindir pues, de gente buena, trabajadora, preparada, con carrera en sus posiciones, que no podrá ser tan fácilmente sustituida, como lo demuestra el mismo caso PDVSA. Y los despedidos pasarán junto con sus familias momentos adversos, hasta que alguna forma de salir adelante consigan. Pero el Estado venezolano habrá prescindido de capital humano valioso que no se volverá a recuperar. En otras palabras, esta locura no le conviene absolutamente a nadie, ni siquiera al mismo gobierno.

Ojalá se cayera, por milagro, en la reflexión. Ojalá se echara para atrás todo este despropósito, en el entendido de que todos los venezolanos somos necesarios y de que alguien, en algún momento, tiene que dar el primer paso para detener esta criminalización del pensamiento independiente.

domingo, 21 de agosto de 2016

“Nicaragua no la pone fácil”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La solicitud de visas por parte del gobierno de Nicaragua a los ciudadanos venezolanos es una noticia a medias. Para algunos era impensable que una administración unida a su par venezolana por coincidencias ideológicas –y buenos negocios- exigiera este requisito.

Pero para otros, la información no tiene sorpresa. Se trata de un escalón más entre los numerosos países que aprietan tuercas a los requisitos para que los venezolanos ingresen a su territorio.

Si bien es cierto que cada Estado es soberano en cuanto a quien dar entrada, también hay que hilar muy fino en esta situación, pues son gobiernos que se dicen hermanos a raíz de compartir un mismo proyecto político. ¿Por qué esta decisión que parece contradictoria?

No hay quien deje de ver en estos hechos un vínculo con el creciente éxodo de venezolanos que llegan a otros países, huyendo de las adversas condiciones que nuestra tierra padece en este momento.

Valga decir que sorprende que incluso Cuba solicite ahora una visa para entrar a los venezolanos, en medio de las estrechas vinculaciones que esa nación tiene con la actual administración criolla.

También se ha hecho un vínculo de esta noticia con el hecho de que dos diputados venezolanos fueran retenidos al intentar entrar a la nación centroamericana, episodio que parece haber sido aprovechado para lanzar esta medida.

Los representantes de nuestra Asamblea Nacional objeto de dicha situación fueron los parlamentarios Luis Florido y William Dávila, a quienes se retuvo en el aeropuerto de Managua y posteriormente fueron expulsados del país, en un hecho que se vinculó con su posición política, contraria al gobierno venezolano y por lo tanto incómoda para la administración nicaragüense.

En todo caso, la administración de aquella nación aclaró que el trato a funcionarios gubernamentales venezolanos seguirá siendo preferencial y que las nuevas normas van solamente dirigidas al resto de los ciudadanos de nuestro país. En todo caso, esperamos que por encima de las complejas coyunturas nacionales y de las acciones del gobierno de Nicaragua, se pueda seguir construyendo un verdadero vínculo de hermandad latinoamericana entre ambas tierras.


jueves, 18 de agosto de 2016

“Salario y agua”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La palabra “salario” procede del Imperio Romano, donde parte de la remuneración que recibían los soldados que cuidaban la vía hacia las salinas, era entregada en sal.

Quizá sea bueno recordar el emparentamiento etimológico de ambas palabras para adentrarnos en una realidad muy cruda: el salario venezolano se ha vuelto, literalmente, sal y agua.

Y resulta extraño que comencemos en estos términos unas líneas destinadas a comentar el más reciente aumento salarial decretado por el poder Ejecutivo en Venezuela.

Pero es que subir los sueldos ya no es un truco que sorprenda, ni mucho menos que sea aplaudido. El mago se queda sin capacidad de deslumbrar a la audiencia, que se levanta y se va. Y pide que le devuelvan su dinero.

A fuerza de enfrentar los hechos, ya la inmensa mayoría de los venezolanos –incluyendo a los partidarios del oficialismo- saben que más bolívares en su bolsillo no significan mayor poder adquisitivo.

Y que, incluso, son tales los desequilibrios de la economía, que el subir las remuneraciones puede terminar significando echarle gasolina a un incendio.

Desde la autodenominada revolución tomó el poder hasta el día de hoy, hemos visto más de treinta aumentos salariales.

Solamente este año, se han decretado tres. ¿De qué han servido?

Que levante la mano quien piense que hoy puede comprar más que ayer.

O, para ponerlo en términos más realistas aún, que levante la mano quien crea que la inflación ya se habrá comido la exigua compensación antes de llegar a su bolsillo.

El Fondo Monetario Internacional prevé una inflación del 700% en Venezuela para 2016. Lo cual convierte al incremento del 50% literalmente en sal y agua.

Por otro lado, cabe una pregunta que todo el mundo se hace: ¿cómo va a pagar los nuevos montos la empresa privada a sus empleados, si están en el momento de productividad más baja en su historia?

Para pagarle a la gente tienen que vender. Para vender, tienen que producir. Para producir, deben tener materia prima.

Y adicionalmente, y para explicarlo de la manera más sencilla posible, para vender, la gente tiene que comprar. Y hoy no tienen la capacidad de hacerlo.

El mismo gobierno lo confiesa al decretar aumentos salariales compulsivamente, una y  otra vez. Algo que no sería necesario si nuestros ingresos fueran medianamente cónsonos con lo que se requiere para vivir.

Y sí, el venezolano ha aprendido de economía. Y saca la cuenta sobre cómo puede manejar el menguado sector privado, que aún tiene poder de surtir empleos de cierta calidad, unos compromisos con sus trabajadores sin ir a la quiebra, que es la realidad que se maneja en un horizonte no muy lejano, ante el incremento de las cargas y la disminución de los ingresos.

Los funcionarios gubernamentales se ufanan de que somos el país donde más incrementos de los sueldos se decretan en el mundo. Pero se cuidan muy bien de no mencionar que también padecemos, por mucho, la inflación más alta del planeta.  Un hecho que pulveriza al otro.

Tampoco se menciona en las comunicaciones oficiales el hecho de que el sector público no está al día con los compromisos de aumento a su personal decretados este año. En casa del herrero, cuchillo de palo.

¿Cómo es esta realidad en el resto del mundo? Por ejemplo en Europa, el promedio del poder adquisitivo frente al salario mínimo para la adquisición de la cesta básica de alimentos es de un promedio de 16% al 18%; mientras el salario mínimo colombiano les alcanza para comprar la cesta básica por un monto inferior al 30% de ese ingreso.

En Venezuela se necesita el sueldo de varios meses para el mismo objetivo. Recordemos que la última actualización que tenemos de ese indicador económico fue dada a conocer el pasado mes de julio, corresponde a junio y totaliza un monto de 365.101,19 bolívares, según el último informe del Cendas-FVM.

Y por cierto, ya no se habla de la guerra económica. Desde hace rato no es un pretexto creíble en una economía de un país donde un sector político tiene todo el poder y donde adicionalmente, el sector privado ha sido prácticamente arrasado, tras haber sido criminalizado y estigmatizado por voceros oficialistas.

Quizá los mismos ideólogos de los discursos gubernamentales decidieron abortar la misión de seguir martillando con ese estribillo. Y habría una razón muy lógica: un proyecto político que se ufana cada vez que puede de su capacidad bélica, queda muy mal al perder reiteradamente una guerra contra enemigos que se suponen infinitamente inferiores.

Pero hay otra razón aún más sencilla: la gente sabe que es mentira y nunca se lo creyó.

Si algún aprendizaje valioso podemos ver en medio de la comprometida situación nacional, es que todos estamos mucho más claros en cómo funciona la economía. Todos, menos quienes hoy la manejan.

domingo, 14 de agosto de 2016

“Marcha atrás”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Dar marcha atrás cuando se comete un error es una acción necesaria. Si esto fuera una costumbre y no existieran tanta terquedad y prejuicio en el camino, nos podríamos ahorrar lamentables daños.

Este es el caso de la irracional y prolongada medida de cierre de la frontera entre Colombia y Venezuela, que se prolongó por casi un año, trayendo profundos daños a las familias que habitan a ambos lados de la línea fronteriza y perjudicando la economía de ambas naciones.

En todo caso, la apertura gradual y controlada de la frontera fue acordada por los presidentes Juan Manuel Santos y Nicolás Maduro y puesta en práctica desde el sábado 13 del corriente mes.

Nadie niega los complejos problemas que presenta uno de los límites fronterizos más vivos del continente. Pero volvimos una vez más a la política errada de vender el sofá o matar al mensajero, pasa simplemente dar luego marcha atrás; sin capacidad alguna de compensar todos los perjuicios que resultaron en estos meses.

No había necesidad alguna de fuerza ni de medidas extremas, ni de perturbar a las poblaciones de este lado de la línea con altisonantes operativos que no iban a la médula del problema.

Lo más insólito fue que, en medio de los meses de cierre, las madres venezolanas terminaron por imponer ante la fuerza pública la necesidad de sus hijos y se salieron con la suya al traspasar el cordón de seguridad.

Este gesto sin duda fue la gota que colmó el vaso en la situación y que comenzó a reconstituir lo que jamás ha debido romperse: la fluidez entre ambos pueblos, algo que la práctica demostró que es indisoluble.

Y quienes pudieron pasar en esas ocasiones a la nación hermana, comprobaron que la crispación y las incomodidades, están lamentablemente de nuestro lado de la raya.

El diálogo Santos-Maduro es lo que se ha debido hacer desde el primer día. Son los mecanismos cívicos y democráticos para tratar los problemas.

En todo caso, más vale una marcha atrás que repare, cuando la perspectiva podría ser insistir en el error. La restitución de la fluidez entre Venezuela y Colombia traerá sin duda enormes beneficios a ambos países.

jueves, 11 de agosto de 2016

“Cuando el destino nos alcanzó”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Quienes no están de acuerdo con la actual forma de conducir al país, vienen advirtiendo desde hace mucho tiempo sobre las consecuencias nefastas que tendría el hecho de no cambiar de rumbo.

Advertencias por demás desoídas en medio del frenético rumbo hacia políticas profundamente desacertadas que nos han marcado durante casi 18 años.

Lamentablemente, no se trata hoy en día de las advertencias a futuro de las situaciones indeseables hacia las cuales nos podríamos dirigir: dichas situaciones ya están aquí.

Y basta revisar entre las innumerables noticias que nos aturden para encontrar informaciones que parecen más bien arrancadas de una desquiciada distopía y no de hechos que estén sucediendo en una nación que, por derecho, debería ser la que tuviera el mayor bienestar de la región.

En los últimos días, hemos encontrado entre los titulares, dos notas que parecen más arrancadas de la ficción que de la cotidianidad de nuestro entorno: fueron detenidos veinte balseros venezolanos intentando ingresar a la vecina isla de Curazao ilegalmente y Venezuela es el país con mayor nivel de miseria, según la compañía de información financiera Bloomberg.

Ambas informaciones nos indican que el destino ya nos alcanzó. Que los presagios de deterioro de la situación se han cumplido, porque quienes administran al país y sus bienes no escucharon las advertencias de los expertos y tampoco aprendieron en la cabeza ajena de los numerosos experimentos que en el mundo se han hecho con la fallida fórmula que una vez más se intenta aplicar, con los mismos resultados.

Ya los venezolanos tenemos balseros. Y no los llamados “balseros del aire”, que vienen abandonando el país desde hace más de una década y que suman, según investigaciones del sociólogo Tomás Páez más de un millón seiscientos mil compatriotas. No, ahora si salen al mar y sin recursos, desesperados y sin idea de lo que van a hacer.

¿Por qué se lanzan unos venezolanos a una aventura tan extrema e incierta como esa?

Quizá tenga mucho que ver con la desesperación de no encontrar alimentos o de que cuando se encuentran, no alcanza el dinero para comprarlos.

Quizá tenga que ver también con el hecho de que las líneas aéreas han sacado de sus itinerarios a Venezuela, tras el incumplimiento del gobierno con los pagos que se había comprometido a hacerles cuando vendieron sus boletos a tasa preferencial.

Además, debe tener mucho que hacer aquí el hecho de mantener cerrada la frontera con Colombia, un correo de entrada y salida natural de nuestra nación en cuanto a las opciones por tierra, la más viva y caliente, con una cultura binacional que se remonta a sus mismos orígenes.

Esos conciudadanos que tomaron tan increíble decisión, quizá ni saben sobre el índice de Miseria de Bloomberg, pero lo han sentido en su cuerpo, en su estómago, en su angustia.

El gigante de las finanzas calificó a Venezuela con el país con más miseria del mundo, al sumar su elevada inflación con el índice de desempleo, obteniendo así una cifra de 188,2%, lo cual nos coloca de muy lejos como el país con mayor miseria en el mundo.

Nos siguen en el poco halagüeño ranking Bosnia con 48,97% y Sudáfrica, con 32,9%. En el extremo contrario, los países con menos miseria son Tailandia, Singapur y Japón.

Por supuesto, vamos a escuchar de parte de voceros oficialistas las habituales descalificaciones informaciones desfavorables; seguidas por las ya conocidas colecciones de insultos. Pero ese no es el tema. Vamos a hablar de lo que sucede aquí, de las responsabilidades que son de ellos y que no enfrentan.

¿Por qué el Banco Central de Venezuela no cumple con su deber de informar oportunamente los índices de inflación? ¿De cuánto estamos hablando realmente?

¿Se cree que se logra esconder algo realmente con esta conducta? Porque la gente compara los precios de alimentos y productos esenciales mes a mes, semana a semana. Y todos sacamos cuentas.

Puede que no hagamos coincidir las cifras, pero todos estamos de acuerdos en que el costo de la vida se le escapó desde hace rato de las manos al gobierno, y eso lo pueden testimoniar trabajadores y padres de familia.

Y desde nuestro punto de vista, Bloomberg se queda corto. Y es que en su índice habla de desempleo, más no de subempleo, de la gente que está en una nómina pero igualmente no logra ni de lejos que sus ingresos cubran sus necesidades más básicas.

Aunque la cifra en cuestión es alarmante, comete el pecado de todo índice: no hay manera de que refleje la tragedia humana que intenta recoger.

Y más que ningún índice de Bloomberg, la prueba fehaciente que el destino ya nos alcanzó, son nuestros nuevos balseros, hermanos venezolanos que huyen desesperados en unos hechos que reproducen a imagen y semejanza a la Cuba castrista. Hemos llegado finalmente, al mar de la felicidad.

domingo, 7 de agosto de 2016

“Otro ministro express”

jueves, 4 de agosto de 2016

“El CNE tiene la palabra”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La tenacidad de la ciudadanía venezolana es para sentirse orgulloso. Nos la han puesto difícil, muy difícil y sin necesidad alguna de ello.

Pero por encima de los hiperbólicos obstáculos, hemos cumplido con el objetivo. Contra los más agoreros pronósticos, el Consejo Nacional Electoral ha tenido que dar su brazo a torcer y reconocer que todos los estados del país cumplieron con la exigida recolección del 1% de las firmas de sus respectivos padrones electorales, para con ello culminar la primera etapa de la ruta hacia el referendo revocatorio presidencial.   

Y no, no fue fácil. Todos sabemos que se limitaron los días, la cantidad de máquinas, incluso la cantidad de obstáculos físicos y que aparecieron en las vías de muchos firmantes, quienes también en forma literal tuvieron que irse por los “caminos verdes” para poder ejercer su derecho; pero finalmente lo hicieron.

Lo cual no quiere decir que no quedaran muchos, pero muchos, en el camino. Sí, los obstáculos de toda índole frustraron el propósito cívico y civilista de no pocos compatriotas.

Eso, para no hablar de las cientos de miles de firmas que fueron literalmente desechadas; confiscando así un derecho consagrado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y negando a los afectados –atropellados más bien- la posibilidad de pelear por dicho derecho.

¿Cuál es la moraleja? La decisión de la gente. Para llegar a que el máximo ente electoral reconociera que sí se había cumplido la exigencia a pesar de los numerosos obstáculos, tuvo que cumplirse una condición: la masiva movilización de la gente.

Hay que saber leer los tiempos y entender hacia dónde sopla el viento. Y a estas alturas del partido, estamos seguros de que todos, absolutamente todos, lo entienden. Incluso quienes fingen demencia.

Los tiempos hablan de venezolano colmados, de hartazgo, de adultos mayores haciendo colas ante establecimientos comerciales para procurarse algo de comida y salir finalmente con las manos –y el estómago- vacíos.

De niños que no van a la escuela porque no tienen con qué desayunar. O que tampoco asisten a clase porque sus padres los ponen a hacer las colas para la comida mientras se van a trabajar para conseguir con qué comprarla. O que si van a la escuela, se desmayan en clases por que tiene el estómago vacío.

De madres despidiendo a hijos que se marcha a un futuro incierto, pero al menos parten a países donde sí hay la oportunidad de crecer.

De enfermos y sus familiares suplicando por las redes sociales un medicamento del cual pende su vida.

¿Cómo no se va a movilizar masivamente una ciudadanía sometida a semejantes condiciones de existencia? Porque esto ya no se puede llamar vida.

Como Fuenteovejuna, todos a una, los venezolanos exigimos un cambio. Un cambio que no nos pueden dar quienes provocó el mismo estado de cosas que ha sumido al país en un caos.

Volviendo a ese CNE que tiene que activar ahora la nueva etapa de solicitud del referendo revocatorio del mandato presidencial, al iniciar la recolección del 20% de las firmas; no sabemos aún si está suficientemente claro para la directiva del órgano electoral el tamaño de la crisis.

Todos los que compartimos el gentilicio venezolano deberíamos abocarnos con urgencia absoluta a transitar la ruta electoral trazada desde la Constitución Nacional y que ya fue adoptada por la ciudadanía, que con su presencia en la calle ya la validó, como poder originario y soberano.

Mientras el balón está en el lado de la cancha que domina el CNE, mientras quienes hicimos la tarea esperamos que se prosiga sin obstáculos a la solución de la más grave crisis republicana de la historia de Venezuela, no está de más recordar que la figura de los referendos fue impulsada por el fallecido ex presidente Hugo Chávez, en la Asamblea Constituyente de 1999, por aquellos tiempos cuando gozaba una popularidad que rondaba el 90%.

Con esta referencia histórica aunada a un país que tiene el agua al cuello, cabe recordar que son numerosos los partidarios del oficialismo que están a favor del conteo en las urnas electorales. Y que van a votar contra la actual administración.

Y no hablamos solamente de aquellos que dicen: “Soy chavista, pero no madurista”.  Hablamos de todos.

La terca movilización ciudadana fue en sí misma un referendo. Complicarle el proceso a los venezolanos fue como echarle gasolina al fuego, porque se avivó la llama de la indignación.

Y la única forma de apagarla es dando válvula de escape a una frustración tan injusta como inmerecida por las grandes mayorías trabajadoras y honestas de conciudadanos.

El CNE finalmente anunció lo que todos ya sabíamos. ¿Cuánto va a tardar en anunciar lo que todos exigimos? Porque el mundo entero está viendo. Y lo más importante: estamos viendo los venezolanos.

lunes, 1 de agosto de 2016

"Cursos y Talleres"

5ta. Edición

Apostando al emprendimiento de los vecinos llega la 5ta. Edición de los Cursos y Talleres para la Comunidad organizados por David Uzcátegui con el apoyo de los Concejales de Baruta.

En esta oportunidad la actividad se llevara a cabo en las instalaciones del Colegio “Fe y Alegría” de Monterrey, donde se dictaran talleres en:

-      Alambrismo.
-      Panadería y pizza.
-      Corte y costura.
-      Cómo manejar el estrés.

Adicionalmente, los participantes antes de iniciar los talleres contarán con una breve charla gratuita sobre los derechos de la mujer.

Todos los cursos son en simultáneos y se realizarán el día sábado 06 de agosto, en horario de 08:30 am a 12:30 m

Cupos limitados. Para el proceso de inscripción debe llamar en horario de oficina al: (0212) 4287579, o escribir un correo electrónico a la dirección:cursosytalleresb@gmail.com.
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