viernes, 29 de septiembre de 2017

“A votar, una vez más”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Ante la cercanía de las muy postergadas elecciones regionales, surge una vez más en las calles de Venezuela un debate que ya hemos visto: ¿votar o no votar?

Se trata de una discusión que no nos cansaremos de dar. Y es que, quienes participaremos en el evento comicial, tenemos como primera tarea el intercambio de ideas, e incluso el debate acalorado, con quienes defienden la opción contraria: el abstencionismo.

En estos momentos, el talante democrático del venezolano se pone en juego justamente en el marco de estas dos opciones. Porque ambas son entendibles y respetables. El asunto está en que, desde nuestro punto de vista, la alternativa está entre elegir una acción que abre nuevos caminos, o la inacción, que nos encierra en un callejón sin salida.

Como principio básico, no solamente de supervivencia, sino también de avance, es mejor accionar. 

Con un paso adelante, se detonan nuevas situaciones por principio de vida. ¿Cuáles serán? No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que la otra cara de la moneda nos hundirá en un limbo en el cual estamos renunciando a nuestra posibilidad de emprender acciones efectivas para que algo suceda. Estamos dejando que las cosas pasen, no provocándolas nosotros.

Sí, hay mucha desilusión en el ambiente. Hay ira, hay indignación. Pero, justamente por ello, el llamado a botón para nosotros mismos es pensar desde la lógica, desde la sensatez y mantener bajo control las emociones, que si bien están más que justificadas, no pueden tomar el mando en este momento.

Como dicen por allí, piensa mal y acertarás. ¿A quién le conviene la desmovilización? Sí: a nuestro adversario. Y en el juego político, desde que el mundo es mundo, una de las herramientas de quienes pujan por el poder, ha sido quebrar la moral del contrario.

Parece que la están jugando bien, si vemos las actitudes y comentarios de gente cercana y apreciada por estos días. Pero a la luz de lo que exponemos, ¿no es justamente el momento de sobreponerse y seguir adelante?

No es fácil, claro que no lo es. Y lo hemos hablado más de una vez en todos estos años. Pero los momentos cumbres de la dificultad son justamente estos, los del desánimo y el derrotismo.

Por suerte, en la otra cara de la moneda, está un importante contingente de venezolanos que tercamente se empeña en seguir la ruta trazada, que siempre pasará por el hecho de votar.

Estos años, paradójicamente, han solidificado la conciencia democrática nacional, quizá a fuerza de tanto perseguirla. Vemos en muchos cercanos a nosotros, un sentido de justicia, una verticalidad y un propósito a prueba de fuego. Y ese es el capital al cual tenemos que aferrarnos.

No cabe aquí y ahora argumento alguno que descalifique lo hecho y logrado hasta el momento, que es bastante.

Allí está la coalición unitaria de fuerzas alternativas con talante democrático, sigue viva y dispuesta a hacer la tarea.

La conciencia de la ciudadanía es cada vez mayor, incluso en quienes defienden la opción de abstenerse, y la argumentan con certeras observaciones, algunas de las cuales podemos compartir, otras definitivamente no. Y es que no tenemos en las manos otra propuesta para empujar el cambio, sino esta, que es el voto. Es decir, podemos concordar en el análisis sobre la muy delicada situación del país; pero diferimos en cuál es el próximo paso.

Y por aquí, tenemos la certeza de que cada vez más gente aprovechará la oportunidad de tomar una acción. Son unos cuantos los indecisos, por así llamarlos, que sopesan las dos posibilidades y que, al momento final acudirán a la cita comicial.

Nos atrevemos a afirmarlo porque el voto, entre otras cosas, ha servido para atajar males peores. Para poner una raya amarilla, para decir que no estamos de acuerdo, para apoyar a quienes traen una propuesta distinta, para levantar a una nueva generación que ya va sustituyendo paulatinamente a quienes perdieron su oportunidad histórica y van de salida, lo quieran o no.

La presencia masiva de todos en la calle el día de las elecciones es la confirmación de que no estamos dispuestos a entregar el país, de que no nos hemos rendido, de que seguimos apostando tercamente por el futuro posible que nos merecemos y que reclamamos como el derecho que es.

Y lo sabemos, el voto es rebeldía. De manera creciente hacemos de cada evento electoral una reafirmación de conciencia, de claridad, de que no nos dejamos meter gato por liebre.

Conocemos qué es lo que está sucediendo y el ojo ciudadano sigue activo ante todas las situaciones y decisiones que se están comiendo la flecha. El país no se ha rendido ni se ha entregado.

A votar. A empeñarnos y a perseverar. Si votamos, le estamos apostando a la opción de amanecer con algo diferente. Si no lo hacemos, es seguro que amaneceremos con más de lo mismo.

viernes, 22 de septiembre de 2017

“Venezuela y Naciones Unidas”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El hecho de que la problemática venezolana se haya situado literalmente en el ojo del huracán en el foro mundial de las Naciones Unidas, nos habla de las dimensiones del trance que actualmente atraviesa nuestro país.

Más allá de las consideraciones particulares que merezca de parte de cada quien esta destacada noticia, el hecho mismo de que haya sucedido nos habla de que ya es innegable la repercusión mundial de lo que sucede en estas tierras.

Que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, haya dedicado varios minutos a nuestra patria en su primera intervención ante la ONU, ha sido una noticia que ha dado la vuelta al mundo, colocándonos una vez más entre las informaciones más destacadas de la jornada, no solamente debido al hecho de que estemos pasando por un trance tan complejo, sino también a los niveles a los cuales ha llegado la inquietud por lo que sucede.

Trump realizó una afirmación que ha sido particularmente recogida por quienes reseñaron su intervención, y es aquella de que “El problema de Venezuela no es que hayan implementado mal el socialismo, es que lo implementaron al pie de la letra”.

Una sentencia de muchas aristas, que tiene damasiada tela para cortar. Tanta, que queremos localizar el foco sobre un matiz particular, y no para afirmar, sino para reflexionar y que cada quien saque sus conclusiones.

Según lo expresado por el mandatario estadounidense, podríamos concluir que nuestra patria no habría llegado a este estado de cosas por impericia de los gobernantes, sino –muy por el contrario- como parte de la ejecutoria de un plan que buscaría desmantelar la estructura del país para así poder dominarlo y someterlo.

Estamos, como dije líneas antes, literalmente en el ojo del huracán y por encontrarnos justamente en el momento más álgido, nos hallamos muy lejos de poder sacar conclusiones sobre lo que nos sucede.
 
Un diagnóstico al respecto solamente se podrá hacer con la distancia que brinde el tiempo, cuando quizá tengamos acceso a elementos que sin duda hoy permanecen solapados por el calor de los acontecimientos.

Otra intervención presidencial que mereció ser destacada, fue la de nuestro vecino de Colombia, Juan Manuel Santos. El accionar de este jefe de Estado ha sido cuestionado por unos y otros en el marco del devenir de los asuntos venezolanos.

Desde nuestro punto de vista, Santos opera políticamente y con pragmatismo. Unas veces nos gusta y otras no, esa es la realidad del ejercicio del poder. En esta oportunidad, su voz como el máximo representante del país más hermano del nuestro, suma a las alarmas que se encienden respecto a nosotros en el mundo.

Otras voces que se han sumado en el coro internacional son las de los mandatarios de Brasil, Michael Temer y de Argentina, Mauricio Macri; amén del mandatario peruano Pedro Pablo Kuczynski, quien convocó una reunión de las naciones que conforman el Grupo de Lima y cuya posición sobre lo que vivimos es por demás conocida. 

Trump también trató el caso venezolano en una cena en Nueva York con Macri, Temer y el dignatario panameño, Juan Carlos Varela.

Lamentablemente, desde el gobierno venezolano, la lectura de este acontecimiento es simplista, preconcebida y anacrónica.

Desempolvar el superado episodio de la guerra fría para afirmar que se está editando nuevamente y además creer que la autodenominada revolución es el ombligo de esta supuesta reedición, nos explica por qué no hay manera de que las cosas caminen hacia adelante en el país. 

El liderazgo oficialista insiste en crear una épica ficticia para negar la realidad, y sin duda el primer paso para modificar a esta, es reconocerla. Seguimos presenciando justificaciones y la construcción de elucubraciones de diversa índole para otorgarle una fachada y un barniz al fracaso de un proyecto político.

Fracaso que se mide directamente por la confiscación del bienestar de la gente que todos vemos en la calle, porque todos lo padecemos por igual.

En conclusión, el feedback que nos da la comunidad internacional, subraya la urgencia de encontrar una salida al punto muerto en el cual se halla nuestra situación. Y no se trata de una intervención internacional, ni mucho menos. Evidentemente, lo que pasa aquí se resuelve aquí y entre nosotros.

Lo que sí es cierto es que todo lo que nos acontece actualmente está cargado de tal intensidad, que rebota a la comunidad internacional. Y que, en tiempos de la odiada globalización se entiende con mucha más claridad cómo somos un planeta entretejido de relaciones sumamente complejas.

El ejercicio de ser reactivos, de responder con justificaciones y acusaciones sacadas del baúl de los recuerdos, ni soluciona ni suma. ¿Buscamos salidas o seguimos apegados a ficciones? Mientras no se tomen decisiones, el tiempo avanza en contra.

viernes, 15 de septiembre de 2017

"El nuevo diálogo"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Somos un país que viene de regreso de los diálogos. O de los intentos de tenerlos, más bien. En casi dos décadas del gobierno que se autodefine como revolucionario, se nos han ido cerca de tres lustros intentando tender un puente que sirva para encontrar soluciones a una sociedad cada vez más fracturada.

Los resultados, a ojos vista, dejan mucho que desear. Si hubieran logrado sus objetivos, no seguiríamos en nuevos intentos quince años después de las primeras iniciativas.

Y justamente, está en puertas otro encuentro con este fin. Encuentro que, desde que fue anunciado, cuenta con la descalificación de un sector de la ciudadanía.

Y eso es entendible, con el sumario que antecede.

Sin embargo, y a contrapelo de lo que hemos expuesto, desde este espacio apostamos una vez más a la iniciativa. ¿Por qué?

Simplemente, porque ningún intento es igual al anterior. Porque hemos avanzado exponencialmente. Porque, aunque nos veamos en el agujero más negro que nuestra historia recuerde, es justamente esa circunstancia la que le da un peso excepcional a esta nueva posibilidad de sumar a la solución.

Y para muestra un botón. Para quienes desconfían, no si razones, de este nuevo intento de acercamiento, que sin duda trae a la mente fallidas diligencias anteriores, recordamos que Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional, vocero y representante de las fuerzas alternativas democráticas en el eventual encuentro, advirtió en que un diálogo formal con el gobierno solo será posible si se cumplen las condiciones planteadas por la oposición y si hay acompañamiento internacional.

“Reitero a Venezuela y al mundo que hoy no hay diálogo y no lo habrá hasta que se cumplan condiciones expuestas en el comunicado” de la Mesa de la Unidad Democrática, escribió Borges en la red social Twitter.

El diputado del parlamento venezolano, Luis Florido atribuyó por su parte a “la presión nacional e internacional” que el gobierno accediera a negociar. Dijo: “Se ha visto forzado por la comunidad internacional que está con pueblo de Venezuela. Llegó la hora de acciones concretas que terminen en una solución electoral. Exigimos el restablecimiento del voto, esto incluye convocatoria a elecciones presidenciales con observación internacional”.

Otro que pintó las condiciones de este nuevo intento de entendimiento, fue el gobernador del estado Miranda, Herique Capriles, quien señaló que la única posibilidad de que exista un proceso de negociaciones con el Gobierno, es que se respete la Constitución, que los venezolanos puedan ejercer sus derechos, que los privados de libertad por razones políticas salgan en libertad, que cesen las persecuciones y los hostigamientos, y que se ponga la fecha de las elecciones pendientes.

Capriles dijo también que para un diálogo debe estar el Vaticano, la Organización de las Naciones Unidas, los gobiernos democráticos con peso e importancia en el mundo con una agenda clara y con garantías.

Como se ve, la dimensión de lo que está en puerta es mucho más compleja hoy que ayer, y adicionalmente presenta condiciones que no habían sido listadas en oportunidades anteriores.

Le apostamos entonces al diálogo como un instrumento de la política, y a la política como la disciplina que nos puede conducir al logro de los más elevados objetivos de la colectividad, intentando atajar en el camino cuanto daño sea posible.

Nunca, nadie puede desestimar la variedad de instrumentos de los cuales podemos servirnos en lo que definitivamente es una pretensión legítima de corregir el rumbo que tantos y tantos venezolanos consideramos errado.

Incluso, cabe y debe caber una combinación de herramientas, para intentar encontrar esa urgente y necesitada luz al final del túnel.
El trecho recorrido durante lo que va de año, deja a la comunidad internacional más pendiente que nunca de Venezuela, incluyendo personalidades e instituciones de innegable peso específico en conflictos como el que atravesamos.

La complejidad de nuestra situación, que no es poca, es sin duda de un peso enorme y nada desestimable a la hora de intentar cualquier vía de entendimiento.

Y, en definitiva, si bien un diálogo es una posibilidad abierta, tampoco se ha concretado. Existen condiciones que no pueden ser obviadas, dada la circunstancia. Y si el canal de entendimiento no puede ni debe cerrase, tampoco es posible renunciar a un marco mínimo alrededor del cual sentarse. Circunstancia que es defendida por quienes nos representan y que es considerada sin duda legítima por los posibles facilitadores y mediadores.

El duro momento venezolano es conocido por todos gracias al esfuerzo ciudadano de protesta y denuncia. Si el diálogo se da como consecuencia de este proceso, puede ser el paso que falta, la solución a este punto muerto que hoy vivimos.

viernes, 8 de septiembre de 2017

“Efectividad”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Entre las numerosas irregularidades que complican el día a día de los venezolanos, la reiterada complicación para hacerse de dinero en efectivo ha tomado el foco en estos días.

Se trata de una insistente conversación –no sin un dejo de ira- en la cotidianidad nacional. La situación escala a niveles en los cuales es imposible ignorarla y nos obliga a hacer mil maromas y tomar otras tantas previsiones para intentar seguir adelante como si nada, pero no hay manera de hacerlo.

Y no es para menos, ya que todo ello parte del divorcio absoluto entre los precios de los bienes y servicios y el cono monetario existente, lo cual no es más que la variedad de billetes de diferente denominación existentes para que los ciudadanos hagan sus compras.

Todos hemos pasado por el episodio de acudir al mercado y ver que para cualquier alimento que necesitamos comprar, se nos exige una buena cantidad de billetes de a cien bolívares, el de más alta denominación en nuestro país. Uno de ellos, por sí solo, no compra absolutamente nada en este momento.

Siempre queda a mano la transacción electrónica, pero no es posible en todos los casos. Hay momentos, como al abordar un transporte público, en los cuales se debe cancelar en efectivo. La cotidianidad torpedeada por una realidad que no entiende de lo que debería ser, sino de lo que es.

Y como siempre, los funcionarios a cargo de la situación, creen que todo se va a arreglar con órdenes e imposiciones. Pero resulta que las mismas, en la realidad, son totalmente imposibles de ser cumplidas.

Por ejemplo, se dice que se debe tener suficiente dinero en efectivo para hacer los pagos correspondientes a pensionados y jubilados. Algo loable, pero sabemos que esto en la práctica no sucede. Y no sucede porque los hechos no lo permiten, y mandan por encima de cualquier instrucción oficial al respecto.

Y es que las limitaciones de entrega de efectivo por parte de los bancos en general, son un hecho. Pero, justamente por lo complicado del caso, criminalizar a las instituciones bancarias es echar más leña al fuego y demostrar que hay muy poca voluntad de resolver.

Por intentar echarle la culpa al mensajero, no solamente se pierde el foco en la verdadera solución, sino que se convierte la tarea en algo mucho más difícil de lo que ya de por sí es.

Estamos pues, ante una de esas situaciones insólitas, las cuales se intentan arreglar con los llamados pañitos calientes, quedando muy lejos las verdaderas soluciones, que son complejas y profundas. Tan complejas y profundas como el problema que deberían abordar; pero que se evade, que se posterga.

Alrededor de todo este asunto, suceden asuntos realmente indescriptibles, como el reconocido contrabando de billetes a través de la frontera, el cual no ha logrado ser atajado por las autoridades, a pesar de ser conocido desde hace mucho tiempo; y por si fuera poco, la impresión de billetes que ha reportado el diputado y economista José Guerra, que no solamente distorsionan la economía nacional al ocurrir de manera inorgánica, sino que, a todas luces son insuficientes ante la enorme demanda que genera el bajo valor relativo de nuestra moneda.

Por otro lado, no estamos al tanto de la realidad de la inflación en nuestro país, los organismos a cargo de monitorearla no nos informan, como es el caso del Banco Central de Venezuela, cuyo último reporte anualizado de este indicador fue conocido al finalizar el año 2015.

Si no conocemos la realidad, es imposible comprender lo que acontece. Este es un medidor que permite, por ejemplo, planificar la masa monetaria circulante, lo cual es sin duda uno de los factores que tiene que ver con la escasa disponibilidad de billetes, ya que, ni aun imprimiéndolos a toda velocidad, se puede alcanzar la urgencia con la que todos los necesitamos.

El asunto de la escasez de billetes, al igual que la gran mayoría de los problemas que nos tienen contra la pared, se resuelve, primeramente con una buena dosis de voluntad política para resolverlos.

La receta no es para nada complicada: como dijimos, hay que tener el estómago necesario para diagnosticar la realidad, por más descarnada y cruda que esta sea. Y sabemos que lo es.

Luego, tomar los correctivos que sean necesarios, lo cual implica muy probablemente renunciar a creencias, a planes de poder, a apetitos personales, para hacer lo que sea mejor para la colectividad.

Aunque, probablemente, eso sea un torpedo en la línea de flotación en el primer momento, la paz de conciencia lo vale. Y quizá a largo plazo, sea más un activo que un pasivo. Cualquiera que consiga el hilo que nos saque de este laberinto, pasará a la historia de Venezuela con más que merecidos honores.

viernes, 1 de septiembre de 2017

“Houston, Harvey y Venezuela”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El huracán Harvey ha sido la noticia mundial de esta semana, al haberse constituido en el desastre natural más devastador que ha impactado a los Estados Unidos en la última década.

Los vientos, las lluvias y las inundaciones que han azotado al sureño estado de Texas, escapan a cualquier pronóstico, o mejor dicho, confirman los peores.

Las aguas en la enorme y pujante ciudad de Houston han llegado a niveles apocalípticos, colapsando los servicios de emergencia y creando una dolorosa situación humanitaria, empezando por el reporte de los treinta fallecidos que se contabilizan hasta el momento, amén de los 30 mil evacuados.

El fenómeno atmosférico sigue su devastadora trayectoria hacia el vecino estado de Louisiana, y aunque lógicamente pierde fuerza, los expertos afirman que aún puede causar mucho daño.

El tema, aunque no lo parezca, toca a Venezuela. Y no solamente porque los coletazos hayan precipitado inusuales lluvias sobre nuestro territorio, sino porque cabe la pregunta sobre cómo afrontaría la Venezuela actual cualquier tipo de fenómeno natural.

Y el asunto viene a colación con más fuerza aún tras el temblor sentido la mañana de este pasado miércoles en la Gran Caracas.

Según informó la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas, el movimiento fue de 4,6 y su epicentro se ubicó a 9 kilómetros al norte de Los Caracas, en el estado Vargas, a una profundidad de 5,9 kilómetros.

Funvisis agregó que, tras el primer sismo que se registró a las 10:01 de la mañana, se generó un segundo movimiento sísmico de magnitud 3.9 a 4 kilómetros al norte de Los Caracas. Posteriormente, tres réplicas más se sintieron cerca de la zona del epicentro.

Como es de esperarse, el fenómeno causó inquietud en la población, porque muchos de los caraqueños no han vivido este tipo de acontecimientos; mientras los mayores recuerdan aquel famoso terremoto que asoló a la capital en 1967 y del cual, se cumplieron por cierto 50 años el pasado 29 de julio. Un aniversario histórico que pasó por debajo de la mesa. Y que era la ocasión para abrir tanto una discusión como una campaña educativa sobre el tema.

La capital venezolana, como siempre lo hemos escuchado, está situada sobre una falla sísmica que produce eventos de esta naturaleza y calibre cada cierto tiempo, como lo guarda para la historia otro devastador movimiento telúrico: el ocurrido el Jueves Santo de 1812, en plena Guerra de Independencia.

Para aquel día del año 67 –justamente cuando Caracas cumplía cuatrocientos años-, se registraron más de doscientos fallecidos y dos mil heridos, sin contar con los graves daños que sufrió la infraestructura de la capital y del vecino litoral central.

Venezuela no es afectada por los huracanes, pero sí por sismos y por otros eventos absolutamente impredecibles, como lo fue el deslave de Vargas de 1999, el cual sí está fresco en la memoria de mucha más gente.

En medio de la diatriba política que consume el día a día de los venezolanos, en medio de la situación económica que no ofrece síntomas de mejorar, en medio del ejercicio de supervivencia al cual obliga la situación que atravesamos, muchos nos preguntamos: ¿estamos preparados?

Porque cabe señalar que en el evento que asoló a Texas había la mayor preparación posible para unos seres humanos ante la eventualidad de una contingencia similar. Y sin embargo, fue largamente desbordada por la contundente realidad de esa naturaleza que nos hace sentir vulnerables, por más que nos preparemos.

Sin embargo, hemos visto reacción rápida, personal entrenado, equipos, y quizá lo más importante: una ciudadanía con un nivel importante de educación, que sabe actuar ante las contingencias, ponerse a salvo y ayudar a otros, con lo cual la cifra fatal sin duda ha sido infinitamente menor de lo que podría haber sido ante semejante furia de un fenómeno atmosférico.

Aquí, sentimos que el problema no se plantea, y menos aun cuando las prioridades, las urgencias y la agenda política, económica y social nos marcan tantos temas que hay que atender, lo cual le quita el foco a asuntos tan medulares como el que hoy mencionamos.

Debe ser parte de la agenda y parte de la tarea, porque allí está latente la amenaza de un sismo, y la tierra nos lo recordó hace muy poco tiempo.

Porque si bien no hay huracanes por estas latitudes, la lluvia también nos juega muy malas pasadas con más frecuencia de la que nosotros mismos aceptamos.

Y porque en nuestra historia reciente, tenemos suficientes antecedentes como para temer la visita inminente de algunos de estos eventos.

Sin duda, la preparación para la contingencia puede disminuir sensiblemente los daños, especialmente el sacrificio de vidas, que es lo único que la final del día se constituye en una pérdida irrecuperable.