No hay nada más peligroso para una nación, que distorsionar el
funcionamiento de las instituciones para utilizarlas con fines
politiqueros. El Sistema de Administración de Justicia en nuestra
Venezuela, ha sido utilizado como una guillotina para “decapitar” los
derechos fundamentales de quienes no se subordinan a los caprichos
insaciables de los que están en el poder.
Esta semana lo que vivieron los estudiantes Marco Coello, Chistrian
Holdack y nuestro compañero de lucha, Leopoldo López, en el Palacio de
Justicia, fue lo mismo que me tocó vivir hace 10 años: audiencias
interminables, señalamientos absurdos, acusaciones irracionales y
alegatos carentes de cualquier lógica, cuando la decisión ya estaba
tomada. El Sistema de Justicia venezolano es una vergüenza, está
corrompido, lleno de montajes para incriminar inocentes, usan la
justicia como brazo ejecutor de venganzas.
Ahí está el drama que vive el comisario Iván Simonovis, quien hoy
cumple 9 años y 197 días presos. El gobierno lo convirtió en un trofeo
que exhibe cada vez que se siente amenazado y necesita enviar señales de
advertencias a quienes adversamos a un gobierno, que desea arrastrar a
todos los venezolanos a su pantano, con el objetivo de alinearnos a
todos a un pensamiento único.
Aquí mandan a la cárcel a venezolanos solo por pensar diferente y
deben esperar su juicio privados de libertad, mientras por ahí hay un ex
alcalde del centro del país, que milita con el partido del gobierno, a
quien no solo le otorgaron medida humanitaria, sino que le devolvieron
todos sus bienes. Y hay otros a los que no los citan y se robaron 20 mil
millones de dólares. No han publicado ni siquiera la lista de las
empresas de Cadivi, que recibieron esos dólares, aprobados por ellos
mismos, para que la justicia castigue a esos enchufados que se llevaron
los reales. Por eso digo que la justicia está podrida en nuestro país.
Mientras
esos funcionarios corruptos se dan la buena vida con los recursos de
nuestro pueblo, al comisario Simonovis, que es inocente y está enfermo,
le negaron, injustamente y por cuarta vez, la medida humanitaria. Toda
Venezuela sabe que es inocente. Nadie sabe el drama que vive una familia
cuando uno de sus integrantes está tras las rejas. Es un infierno, es
la peor experiencia que alguien y su familia puedan vivir.
Muchos venezolanos nos preguntamos si alguien del gobierno se habrá
detenido a pensar cómo vive la familia de un privado de libertad, sobre
todo cuando la prisión es injusta. ¿Quién les explicó a los hijos de
Simonovis y de otros presos políticos por qué a su padre lo exhiben como
trofeo? ¿Qué respuesta se le da a un niño que lleva más de 9 años
preguntándose por qué su padre está preso, si juez tras juez no han
podido demostrar las responsabilidades que le achacan y aun así recibió
una sentencia de 30 años de cárcel? ¿Quién le devuelve esos años
perdidos? ¿Quién repone esa ausencia? ¿Quién calma la angustia de esa
familia que sabe que a su padre y esposo se le acortan los años de vida
por afecciones de salud? ¿Quién responde por la vida de Simonovis?
¿Quién recoge el agua derramada?
No hay palabras que consuelen y compensen tanta injusticia. Si lo
sabrá mi madre, quien sufrió en silencio cuando estuve preso por ayudar
al Embajador de Cuba cuando había una situación de violencia frente a la
Embajada. Tuve que calarme una cárcel injustamente, y cuando la cárcel
es injusta es doblemente dura. Recuerdo que estuve más de 20 días
encerrado en un cuarto donde no alcanzaba ver la luz del sol. Mi
expediente pasó por más de 40 jueces y, sin embargo, no salí de allí con
odio. Mi abuela me enseñó que uno no debe guardar odio ni resentimiento
en su corazón. Me enseñó que el que odia a otros se odia a sí mismo. Yo
no salí de allí odiando a nadie ni con sed de venganza contra otros y
se lo he demostrado a todas las personas con las que he podido trabajar y
servir.
Cuando estuve privado de libertad, entendí que los presos no le
duelen a nadie, solo a sus familiares. Las cárceles son depósitos de
seres humanos y eso es una realidad porque en 15 años de supuesta
revolución bonita, que se ha etiquetado a sí misma como humanista, no se
ha trabajado por la rehabilitación y reinserción a la sociedad de los
venezolanos que cometieron un delito. No es verdad que las cárceles se
han transformado. Allí todos los privados de libertad tienen que tejer
redes para sobrevivir. Se paga por todo. Hay presos que tienen que pagar
para poder dormir y hasta para no perder la vida. Allí hay armas,
granadas y todo un arsenal de guerra. La humanización del Sistema
Penitenciario es otra mentira.
Las cárceles venezolanas arruinan vidas, si no que los del gobierno
se lo pregunten a las familias de los 6.163 internos fallecidos y otros
16.208 heridos en hechos violentos, ocurridos en el interior de nuestras
cárceles desde 1999 hasta finales del año pasado. Las cifras hablan por
sí solas. Hay 53.566 privados de libertad en las prisiones, pese a que
su capacidad instalada es de 16.000. Sólo 29,89% (16.010) de los presos
han sido condenados, frente a 63,61% que están siendo procesados.
Muchos de esos presos asesinados y otros venezolanos que hoy son
delincuentes, eran niños cuando se inició este gobierno, que promueve la
impunidad, una impunidad que golpea el derecho más sagrado que tiene
una persona, que es el derecho a la vida. Nada más el año pasado,
cayeron 25 mil venezolanos producto de la violencia que tenemos en el
país. ¿Y quién o quiénes son los responsables? Nicolás y su gobierno
indolente. Si el Estado hubiese invertido lo necesario en educación, la
situación de las cárceles sería distinta. Hablaríamos de vida y no de
muerte.
Hoy más que nunca todas estas injusticias deben darnos más razones y
más fuerza para unirnos y luchar por el cambio. Hoy volvemos a insistir
en la necesidad de cambiar el Sistema de Administración de Justicia. Eso
pasa por renovar los cargos de los magistrados de nuestro Tribunal de
Justicia que tienen su período vencido; también hay que nombrar a un
nuevo Fiscal de la República, un nuevo Defensor del Pueblo y depurar
todas las instituciones que tienen responsabilidad en materia de
seguridad y justicia. Las figuras responsables de nuestro sistema de
justicia no pueden deber favores a altos funcionarios del partido de
gobierno de turno. Solo así se garantiza instituciones independientes,
en la que todos los venezolanos seamos iguales frente a la ley.
Insisto, frente a la injusticia hay que unirse. En la unión está la
fuerza. La oposición tiene que estar completamente unida. Los que
queremos un cambio en el país, todos tenemos que unirnos. Ese es el país
que yo quiero y estoy seguro que es el país con el que todos soñamos y
nos merecemos. Venezuela está llamada a algo grande.
¡Qué Dios bendiga a
nuestra Venezuela!
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