viernes, 25 de agosto de 2017

“Barcelona y dolor”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El reciente atentado ocurrido en la ciudad europea de Barcelona, sacudió al mundo. Y es que esos certeros golpes sin alma a la humanidad, logran su principal objetivo: poner el foco en las agrupaciones que están tras ellos, al costo que sea. Literalmente, de sangre.

La premeditación y alevosía de los cerebros y perpetradores de este monstruoso crimen, se ponen de manifiesto cuando atacan masivamente en zonas con alta concentración de personas, como en este caso La Rambla, el muy turístico sector de la ciudad escogida.

Pareciera que la antiquísima dicotomía de civilización versus barbarie que tan magistralmente retratara nuestro Rómulo Gallegos en su Doña Bárbara, se mantuviera no solamente viva, sino alcanzando unas dimensiones cada vez mayores, que avasallan todo aquello que nos hace humanos.

Younes Abouyaaqoub, el marroquí de 22 años que era el único ocupante de la camioneta blanca que arrolló a más de cien personas y mató a por lo menos trece, efectuó un escape en el que sorteó a varios policías y cobró otra víctima adicional. Increíblemente, Abouyaaqoub se fugó caminando a paso tranquilo, tras cumplir su cometido.

Tras cuatro días, finalmente fue abatido en un operativo de las fuerzas de seguridad.

Los otros cuatro sobrevivientes de la célula yihadista acusada de los ataques, fueron imputados por delitos de naturaleza "terrorista", y uno de ellos admitió que planeaban un ataque de mayor envergadura.

Los sospechosos fueron imputados de "integración en organización terrorista, delito de asesinato terrorista, estragos y tenencia de explosivos", según cita de la agencia de noticias AFP a una fuente judicial.

Los cuatro son miembros de la célula de doce individuos que la policía señala como responsable de los atropellos masivos.

Barcelona pone al mundo civilizado una vez más de frente con su peor pesadilla: el terrorismo. Por definición no se sabe quién es el atacante, quién será la próxima víctima y dónde ocurrirá. 

El terrorismo es en sí, el uso sistemático del terror para coaccionar a sociedades o gobiernos, utilizado por una amplia gama de organizaciones, grupos o individuos en la promoción de sus objetivos, tanto por partidos políticos nacionalistas y no nacionalistas, de derecha como de izquierda, así como también por corporaciones, grupos religiosos, racistas, colonialistas, independentistas, revolucionarios, conservadores y gobiernos en el poder.

Los hallazgos policiales en torno a estos hechos, son francamente alarmantes. De hecho, una explosión ocurrida en una casa de una localidad cercana a Barcelona, horas antes de los luctuosos hechos, dejó dos fallecidos de la presunta célula y otros tantos heridos, lo cual hace suponer que era un colectivo bastante organizado y dispuesto a cometer hechos de sangre de bastante mayor envergadura.

La hipótesis que se maneja es que se lanzaron por un atentado bastante más rudimentario tras la explosión que arruinó los planes originales.

Y quizá una de las más perniciosas consecuencias de estas desgracias es la desconfianza y el odio que queda sembrado en una sociedad, y en el mundo entero.

Residentes musulmanes de Cataluña salieron de inmediato a manifestar su condena a los hechos, y a recordar que se han integrado a la sociedad que los recibió. Que no se puede juzgar a toda una colectividad por las acciones antisociales de unos pocos individuos y que los crímenes de unos desadaptados no los representan a ellos. Pero sin duda, se trata de algo que no todos comprenden.

Y por otro lado, no podemos dejar de hablar del factor que nos devuelve la humanidad en situaciones de esta naturaleza, es sin duda la reacción de las sociedades que son el blanco de estos atentados.

En Barcelona hubo disciplina de la población, acatamiento al llamado de las autoridades, colaboración para capturar a los autores y una generosidad ejemplar vista, por ejemplo, en los numerosos donantes voluntarios de sangre.

Sobra decir que la condena a semejantes tragedias debe ser inequívoca y unánime, pero siempre hay que decirlo, subrayarlo, recalcarlo. No puede haber duda alguna sobre el rechazo a estos hechos por parte de la inmensa mayoría del género humano; lo cual es uno de los muros que podemos erigir en contra de su repetición.

Los actos de esta clase se pierden lejos en la historia de la humanidad; pero pareciera que la intensidad de los tiempos que vivimos abona el terreno para que sean más frecuentes y masivos, y logren su cometido de conmover al género humano en su conjunto.

Los gobiernos del mundo deben afrontar en conjunto la que es hoy por hoy la mayor amenaza de nuestros tiempos a través de las instancias que los agrupan y que nacieron para promover la paz, aunque en circunstancias muy distintas a las actuales.

viernes, 18 de agosto de 2017

¿Y si se pudiera?

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Con un país más dividido que nunca, con el foco más perdido, con un enfrentamiento que construye poco y destruye mucho de lo que queda, cabe preguntarse cómo llegamos esto, y cómo salimos.

Sobre la primera pregunta cada quien tiene su hipótesis y su versión y por ello no vamos a abundar: por lo extenso de la respuesta y porque, dentro de la complejidad que atravesamos, todo es según el color del cristal con que se mire.

Sobre la segunda pregunta, muchos han dado respuestas, y en ello hemos tratado de contribuir en la medida de nuestras posibilidades, desde los espacios de los cuales disponemos.

Venezuela cuenta con el recurso humano capacitado para revertir la más complicada crisis de nuestra historia, y, como lo hemos dicho antes, es simplemente un asunto de voluntad política. Una voluntad que, lamentablemente y al momento actual, no avizoramos por ninguna parte y que nos hace sentir cada vez más, que hablamos a la nada, a la pared.

¿Por qué insistir entonces en hablar de soluciones, si estamos en un diálogo de sordos? Como dijimos al principio, por foco.

Nos dirijamos donde nos dirijamos, conviene recordar cuál es el rumbo que deberíamos tener, no podemos olvidarlo, y menos aun cuando, ya para lo que queda es para darnos cuenta de cuán desviados estamos, de cuánta energía se está gastando en asuntos no medulares y para que, algún día, fe mediante, retomemos el carril.

Asombra, por ejemplo, cómo el tema económico está tan desatendido. Desde esta esquina insistimos en colocarlo en el eje de cualquier agenda, porque está íntimamente ligado al bienestar de la gente. Como hemos podido ver en los últimos años, las decisiones erradas en este ámbito se llevan por delante sin piedad el poder adquisitivo de la ciudadanía y con él, su calidad de vida.

Hemos visto, por ejemplo, que la canasta básica ha escalado en precios sin detenerse. En julio de 2017 arribó a Bs. 2.043.083,39, lo cual marca un aumentó Bs. 304.932,84 (3.1 salarios mínimos) y de 17,5%, con respecto al mes de junio de 2017. La variación anualizada para el período julio 2017 / julio 2016 es 339,3%, o Bs. 1.578.048,60, que se traduce en 16.2 salarios mínimos (Bs. 97.531,56).

Esto, por tomar solamente un ejemplo de la desfiguración de nuestra economía y de cómo impacta directamente a los venezolanos en un tema tan medular como lo es el sustento.

En otro de los temas tan graves como ignorados, seguimos viendo como el control cambiario, lejos de ayudar a solucionar la compleja situación nacional, la complica a niveles exponenciales.

El asunto cambiario tiene muchas aristas, pero quizá la más innegable es cómo el sistema está desbordado para asignar divisas a una economía que importa prácticamente todo.

La burocratización de un Estado desmesuradamente enorme, que interviene y fiscaliza cada actividad, se hace especialmente patente en el sistema de divisas venezolano, nos atrevemos a afirmar que el más complicado y engorroso del planeta.

Valga la mención del asunto para preguntarnos qué sucede también con la empresa privada, a la cual no solamente se le ha quitado el apoyo. También se le ha señalado y estigmatizado, poniendo contra la pared a uno de los pilares fundamentales de cualquier país.

Es por ello que tenemos la llamada “economía de puerto”, porque cada vez producimos menos adentro de nuestras fronteras.

Los gobiernos del mundo se ocupan permanentemente de generar cuanta confianza sea posible, para consolidar las inversiones internas y atraer las foráneas, para generar empleo y bienes que hagan próspera a sus respectivas tierras.

Aquí, el discurso y las acciones incendiarias han alejado la inversión extranjera, mientras que la nacional está de manos atadas o ha optado por buscar también otros horizontes fuera de la patria para poder seguir creciendo. Y no hay traición alguna en un acto de la más elemental supervivencia.

Allí está nuestro enorme y envidiable potencial turístico, que jamás pasará de potencial sin la infraestructura y sin el personal entrenado que se necesitan para de verdad convertir en potencia esas playas, y esos paisajes tan únicos como olvidados.

La tierra abandonada hoy porque quienes las cultivaban no tienen seguridad de ningún tipo, olvidando que no solamente teníamos rubros en los cuales nos autoabastecíamos, sino que incluso exportábamos, porque estamos en uno de los suelos más generosos del mundo. Tan generoso como desperdiciado.

Y así, podemos hacer interminable el extenso listado de las potencialidades que tenemos frente a la nariz y que son desperdiciadas por una diatriba estéril que a nada conduce.

Alarma pues, cómo se le da la espalda todo lo que se podría hacer por Venezuela, para que sea grande de verdad. ¿Cuándo podrá ser este el eje de una acción de gobierno?

viernes, 11 de agosto de 2017

“Soluciones”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Los venezolanos amanecemos con el país más dividido que nunca. Con una Asamblea Nacional Constituyente realizada de una manera distinta a la establecida en la Carta Magna vigente, y que no tiene nada que ver con la que se celebrara en 1999, que es la referencia jurídica para cualquier otra iniciativa similar.

Nuestro parlamento, electo masivamente en los comicios de diciembre de 2015, ha sido desplazado y se intenta minimizar su capacidad de acción.

Igualmente, se emprenden acciones legales contra alcaldes electos democráticamente y se sigue buscando reducir por cualquier método cada eco de disidencia, de pensar distinto.

En medio de este escenario, nos preguntamos: ¿Piensa hacer algo la Asamblea Nacional Constituyente por el bienestar de los venezolanos?

Porque, en medio de la diatriba que nos ha consumido en las últimas semanas, los precios siguen disparados, y la calidad de vida se hace sal y agua. El empleo no se recupera, la economía se mueve en cámara lenta, no se visualiza una solución a la situación de las medicinas y los pañitos calientes inventados desde el poder Ejecutivo están muy lejos de ser suficientes.

La confrontación, la descalificación al contrario, el insistir en montar dos Venezuelas paralelas, espantan la confianza de los actores económicos nacionales e internacionales.

Dentro de lo poco que hemos podido ver y escuchar en las escasas sesiones del cuestionado cuerpo legislativo, no hay novedad alguna respecto a sintonizar con las urgencias nacionales.

Hasta el momento, priva el discurso ideológico y político; con términos y frases escuchadas una y mil veces durante los casi veinte años que el oficialismo acumula en el poder, cuatro períodos presidenciales, si recordamos cuando estos duraban cinco años.

Imperialismo, oligarquía, guerra. Palabras que se han pronunciado hasta el cansancio y que nada solucionan mientras nos deslizamos por la pendiente de la tragedia colectiva.

Las acusaciones a las potencias extranjeras tampoco faltaron, así como falsas invocaciones a la verdad y la paz.

Propuestas sobre qué hacer con la economía nacional, brillan por su ausencia. No hay por el horizonte promesa alguna de diversificar la economía, de devolver a la industria petrolera nacional su brillo, mientras se preparan cuadros humanos calificados en sectores como la agricultura y el turismo, por nombrar solamente dos de las fuerzas potenciales de Venezuela.

Tampoco hay acercamiento alguno del gobierno con los sectores productivos privados, que han sido puestos al margen desde hace años, gracias a la perniciosa combinación de los elevados precios petroleros –que ya desaparecieron- con la soberbia que inyectaron postulados ideológicos anacrónicos y que ya se encuentran fuera de consideración en el resto del planeta.

En paralelo, se insiste en el encompinchamiento con países que puedan tener alguna afinidad ideológica, pero que no son los más prósperos ni tienen mayores aportes que hacer en cuanto a tecnología y conocimientos, el equivalente a lanzarnos en una piscina con una roca amarrada a los pies.

La realidad de la Venezuela de hoy es muy distinta a la de hace una década, y la prepotencia escudada en la bonanza de PDVSA, está totalmente caduca.

Esto, sin tener en cuenta que ni siquiera sabemos qué terreno pisamos en este aspecto, ya que el seguimiento de los indicadores económicos por parte de los entes oficiales responsables del asunto, se ha convertido en un hecho irregular de un tiempo para acá, impidiendo tanto al gobierno como a los particulares una planificación adecuada de sus actividades en el área.

¿Dónde está la educación? Pero la educación verdadera, no la ideologización. La creación de venezolanos críticos y autónomos, con criterio para opinar, para discernir, para aportar ideas y propuestas que nos hagan un mejor país.

En el grueso listado de problemas que confronta la Venezuela actual para ser viable, se encuentra el hecho de que la economía de un país no obedece a órdenes ni a decretos. Es un arte y una ciencia que se debe manejar con ingenio, sensatez y sensibilidad, no a dedazos ni mucho menos a gritos.

¿Se habrá planteado esta peculiar ANC restablecer la disciplina fiscal, el orden en el gasto público, el control del endeudamiento? Porque fueron aquellos vientos los causantes de estas tempestades.

Nada de esto se logra con partidarios sumisos, que tomen como santa palabra la voluntad emanada desde las alturas del poder.

Lamentablemente parece que esta ANC, impuesta tan a contrapelo, no trae más que la retórica que ya nos sabemos de memoria y que no solamente no ha podido solucionar nada en años y más años de ser repetida, sino que ha acompañado, como música de fondo, al deterioro nacional que todos sentimos en las calles y en nuestras casas.

viernes, 4 de agosto de 2017

“Dos Venezuelas”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La realización de elecciones para elegir los miembros de una Asamblea Nacional Constituyente, según los parámetros establecidos por el gobierno para la misma, no solamente está demasiado lejos de solucionar los numerosos y complejos problemas que agobian a la Venezuela actual. Muy por el contrario, los agrava y para colmo agrega otros nuevos y bastantes más inquietantes.

El primero de ellos es la profundización de la división nacional.

Un país exhausto y sin recursos, que se acerca a las dos décadas de una confrontación que no solamente no ha podido solucionarse, sino que además se agudiza exponencialmente con el paso de los días, no solamente no encuentra solución en este hecho, sino que amanece más fracturado al día siguiente.

Al menos, sí existe algo rescatable de esta desafortunada e inoportuna convocatoria a una ANC: se reconoce que la situación adversa es estructural y de fondo.

Porque el hecho de llamar a un instrumento que pretende refundar la República, es el equivalente a admitir que los problemas son tan numerosos como complicados, que desbordan incluso al contrato social actualmente vigente.

Como lo dijéramos tiempo atrás, la iniciativa oficialista de llamar a una Constituyente, es el último as bajo la manga que se puede sacar una administración que no ha atinado a solucionar nada.

Sin embargo, hay que precisar. una Constituyente no soluciona la intrincada situación actual, y las soluciones no tienen en modo alguno por qué pasar por una ANC.

Muy por el contrario, este instrumento, impuesto a contrapelo de la voluntad de las mayorías, puede ser profundamente contraproducente y lanzarnos hacia niveles mucho más complejos de los problemas que hoy padecemos.

No es necesario cambiar de Constitución para solucionar la tragedia nacional. Incluso, ni siquiera sería necesario cambiar de gobierno. Lo es, sí, cambiar urgente y radicalmente de actitud, de forma de gobernar y de administrar.

Sin embargo, la profundización de los errores que hemos visto durante los últimos años, nos hace entender que solamente aumentamos la velocidad a la que transitamos un camino totalmente errado.

Las naciones que con más frecuencia cambian su texto constitucional suelen ser las más inestables y conflictivas; mientras, por su parte, los países que se orientan más hacia el progreso y el desarrollo, suelen tener cartas magnas de muy larga data.

Otra cosa que resulta curioso es que este cambio constitucional sea impuesto por el mismo proyecto político que impulsó la Constitución vigente, algo que no tiene mucho sentido, ya que este tipo de situaciones suceden ante golpes radicales de timón. ¿Por qué se quiere cambiar la actual?

Las respuestas están allí, en la que data de 1999. Si se leyera, y, sobre todo, si se respetara y se pusiera en práctica, saldríamos de muchos de los problemas que nos aquejan hoy.

La voluntad política de parte del gobierno se podría demostrar, por ejemplo, al tomar en cuenta el evento electoral del pasado 16 de julio, organizado y ejecutado impecablemente por la ciudadanía, tras la reiterada negativa del organismo electoral en cuanto a convocar las citas comiciales que por derecho correspondían, como lo es el caso del referendo revocatorio presidencial de 2016 y las postergadas elecciones regionales.

En la mencionada consulta popular, una cantidad enorme de venezolanos habló contundentemente, pero ha sido invisibilizada y descalificada por quienes hoy mandan.

El gobierno, por su parte, convoca a otra cita electoral sin las bases adecuadas, lo cual ha sido sobradamente discutido tanto en Venezuela como fuera de nuestras fronteras. Y de esta manera, se profundiza el desencuentro entre las dos visiones de país que prevalecen y que, al momento de hoy, no consiguen punto de encuentro, agravando los males que al día de hoy arrastramos.

Dudamos muy seriamente que la profundización de la forma de gobernar que nos ha traído hasta aquí, nos vaya a sacar de la más compleja situación de la historia republicana. Estamos seguros de que ni “la mejor Constitución del mundo” podrá solucionar nada si no existe la voluntad política para hacerlo. Mucho menos lo hará un nuevo texto constitucional que, a diferencia del vigente en la actualidad, no ha cumplido con los supuestos para fundarlo sobre bases sólidas.

Y para colmo, se reafirma la voluntad de pasar por encima de la Venezuela democrática, al pretender desplazar de su espacio natural a la Asamblea Nacional, electa en comicios regulares y transparentes.
Desde las alturas del poder se niegan a escuchar. No solamente no se soluciona nada, sino que se profundiza nuestra desgracia. Nos dirigimos a continuar una confrontación que solamente trae miseria y dolor. Este no es el camino para reunificar a Venezuela y conducirla hacia su bienestar.