David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La realización de elecciones para
elegir los miembros de una Asamblea Nacional Constituyente, según los
parámetros establecidos por el gobierno para la misma, no solamente está
demasiado lejos de solucionar los numerosos y complejos problemas que agobian a
la Venezuela actual. Muy por el contrario, los agrava y para colmo agrega otros
nuevos y bastantes más inquietantes.
El primero de ellos es la
profundización de la división nacional.
Un país exhausto y sin recursos,
que se acerca a las dos décadas de una confrontación que no solamente no ha
podido solucionarse, sino que además se agudiza exponencialmente con el paso de
los días, no solamente no encuentra solución en este hecho, sino que amanece
más fracturado al día siguiente.
Al menos, sí existe algo
rescatable de esta desafortunada e inoportuna convocatoria a una ANC: se
reconoce que la situación adversa es estructural y de fondo.
Porque el hecho de llamar a un
instrumento que pretende refundar la República, es el equivalente a admitir que
los problemas son tan numerosos como complicados, que desbordan incluso al
contrato social actualmente vigente.
Como lo dijéramos tiempo atrás,
la iniciativa oficialista de llamar a una Constituyente, es el último as bajo
la manga que se puede sacar una administración que no ha atinado a solucionar
nada.
Sin embargo, hay que precisar.
una Constituyente no soluciona la intrincada situación actual, y las soluciones
no tienen en modo alguno por qué pasar por una ANC.
Muy por el contrario, este
instrumento, impuesto a contrapelo de la voluntad de las mayorías, puede ser
profundamente contraproducente y lanzarnos hacia niveles mucho más complejos de
los problemas que hoy padecemos.
No es necesario cambiar de
Constitución para solucionar la tragedia nacional. Incluso, ni siquiera sería
necesario cambiar de gobierno. Lo es, sí, cambiar urgente y radicalmente de
actitud, de forma de gobernar y de administrar.
Sin embargo, la profundización de
los errores que hemos visto durante los últimos años, nos hace entender que
solamente aumentamos la velocidad a la que transitamos un camino totalmente
errado.
Las naciones que con más
frecuencia cambian su texto constitucional suelen ser las más inestables y
conflictivas; mientras, por su parte, los países que se orientan más hacia el
progreso y el desarrollo, suelen tener cartas magnas de muy larga data.
Otra cosa que resulta curioso es
que este cambio constitucional sea impuesto por el mismo proyecto político que
impulsó la Constitución vigente, algo que no tiene mucho sentido, ya que este
tipo de situaciones suceden ante golpes radicales de timón. ¿Por qué se quiere
cambiar la actual?
Las respuestas están allí, en la
que data de 1999. Si se leyera, y, sobre todo, si se respetara y se pusiera en
práctica, saldríamos de muchos de los problemas que nos aquejan hoy.
La voluntad política de parte del
gobierno se podría demostrar, por ejemplo, al tomar en cuenta el evento
electoral del pasado 16 de julio, organizado y ejecutado impecablemente por la
ciudadanía, tras la reiterada negativa del organismo electoral en cuanto a
convocar las citas comiciales que por derecho correspondían, como lo es el caso
del referendo revocatorio presidencial de 2016 y las postergadas elecciones regionales.
En la mencionada consulta
popular, una cantidad enorme de venezolanos habló contundentemente, pero ha
sido invisibilizada y descalificada por quienes hoy mandan.
El gobierno, por su parte,
convoca a otra cita electoral sin las bases adecuadas, lo cual ha sido
sobradamente discutido tanto en Venezuela como fuera de nuestras fronteras. Y
de esta manera, se profundiza el desencuentro entre las dos visiones de país
que prevalecen y que, al momento de hoy, no consiguen punto de encuentro,
agravando los males que al día de hoy arrastramos.
Dudamos muy seriamente que la
profundización de la forma de gobernar que nos ha traído hasta aquí, nos vaya a
sacar de la más compleja situación de la historia republicana. Estamos seguros
de que ni “la mejor Constitución del mundo” podrá solucionar nada si no existe
la voluntad política para hacerlo. Mucho menos lo hará un nuevo texto
constitucional que, a diferencia del vigente en la actualidad, no ha cumplido
con los supuestos para fundarlo sobre bases sólidas.
Y para colmo, se reafirma la
voluntad de pasar por encima de la Venezuela democrática, al pretender
desplazar de su espacio natural a la Asamblea Nacional, electa en comicios
regulares y transparentes.
Desde las alturas del poder se
niegan a escuchar. No solamente no se soluciona nada, sino que se profundiza
nuestra desgracia. Nos dirigimos a continuar una confrontación que solamente
trae miseria y dolor. Este no es el camino para reunificar a Venezuela y
conducirla hacia su bienestar.
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