David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Con un país más dividido que nunca, con el
foco más perdido, con un enfrentamiento que construye poco y destruye mucho de
lo que queda, cabe preguntarse cómo llegamos esto, y cómo salimos.
Sobre la primera pregunta cada
quien tiene su hipótesis y su versión y por ello no vamos a abundar: por lo
extenso de la respuesta y porque, dentro de la complejidad que atravesamos,
todo es según el color del cristal con que se mire.
Sobre la segunda pregunta, muchos
han dado respuestas, y en ello hemos tratado de contribuir en la medida de
nuestras posibilidades, desde los espacios de los cuales disponemos.
Venezuela cuenta con el recurso
humano capacitado para revertir la más complicada crisis de nuestra historia,
y, como lo hemos dicho antes, es simplemente un asunto de voluntad política.
Una voluntad que, lamentablemente y al momento actual, no avizoramos por
ninguna parte y que nos hace sentir cada vez más, que hablamos a la nada, a la
pared.
¿Por qué insistir entonces en
hablar de soluciones, si estamos en un diálogo de sordos? Como dijimos al
principio, por foco.
Nos dirijamos donde nos
dirijamos, conviene recordar cuál es el rumbo que deberíamos tener, no podemos
olvidarlo, y menos aun cuando, ya para lo que queda es para darnos cuenta de
cuán desviados estamos, de cuánta energía se está gastando en asuntos no
medulares y para que, algún día, fe mediante, retomemos el carril.
Asombra, por ejemplo, cómo el
tema económico está tan desatendido. Desde esta esquina insistimos en colocarlo
en el eje de cualquier agenda, porque está íntimamente ligado al bienestar de
la gente. Como hemos podido ver en los últimos años, las decisiones erradas en
este ámbito se llevan por delante sin piedad el poder adquisitivo de la
ciudadanía y con él, su calidad de vida.
Hemos visto, por ejemplo, que la
canasta básica ha escalado en precios sin detenerse. En julio de 2017 arribó a
Bs. 2.043.083,39, lo cual marca un aumentó Bs. 304.932,84 (3.1 salarios
mínimos) y de 17,5%, con respecto al mes de junio de 2017. La variación
anualizada para el período julio 2017 / julio 2016 es 339,3%, o Bs.
1.578.048,60, que se traduce en 16.2 salarios mínimos (Bs. 97.531,56).
Esto, por tomar solamente un
ejemplo de la desfiguración de nuestra economía y de cómo impacta directamente
a los venezolanos en un tema tan medular como lo es el sustento.
En otro de los temas tan graves
como ignorados, seguimos viendo como el control cambiario, lejos de ayudar a
solucionar la compleja situación nacional, la complica a niveles exponenciales.
El asunto cambiario tiene muchas
aristas, pero quizá la más innegable es cómo el sistema está desbordado para
asignar divisas a una economía que importa prácticamente todo.
La burocratización de un Estado
desmesuradamente enorme, que interviene y fiscaliza cada actividad, se hace
especialmente patente en el sistema de divisas venezolano, nos atrevemos a
afirmar que el más complicado y engorroso del planeta.
Valga la mención del asunto para
preguntarnos qué sucede también con la empresa privada, a la cual no solamente
se le ha quitado el apoyo. También se le ha señalado y estigmatizado, poniendo
contra la pared a uno de los pilares fundamentales de cualquier país.
Es por ello que tenemos la
llamada “economía de puerto”, porque cada vez producimos menos adentro de
nuestras fronteras.
Los gobiernos del mundo se ocupan
permanentemente de generar cuanta confianza sea posible, para consolidar las
inversiones internas y atraer las foráneas, para generar empleo y bienes que
hagan próspera a sus respectivas tierras.
Aquí, el discurso y las acciones
incendiarias han alejado la inversión extranjera, mientras que la nacional está
de manos atadas o ha optado por buscar también otros horizontes fuera de la
patria para poder seguir creciendo. Y no hay traición alguna en un acto de la
más elemental supervivencia.
Allí está nuestro enorme y
envidiable potencial turístico, que jamás pasará de potencial sin la
infraestructura y sin el personal entrenado que se necesitan para de verdad
convertir en potencia esas playas, y esos paisajes tan únicos como olvidados.
La tierra abandonada hoy porque
quienes las cultivaban no tienen seguridad de ningún tipo, olvidando que no
solamente teníamos rubros en los cuales nos autoabastecíamos, sino que incluso
exportábamos, porque estamos en uno de los suelos más generosos del mundo. Tan
generoso como desperdiciado.
Y así, podemos hacer interminable
el extenso listado de las potencialidades que tenemos frente a la nariz y que
son desperdiciadas por una diatriba estéril que a nada conduce.
Alarma pues, cómo se le da la
espalda todo lo que se podría hacer por Venezuela, para que sea grande de
verdad. ¿Cuándo podrá ser este el eje de una acción de gobierno?
No hay comentarios:
Publicar un comentario