Cuando los venezolanos creíamos que habíamos visto suficiente, el gobierno nos vuelve a sorprender. Esta vez con el anuncio del
Sistema Biométrico o la “papahuella”, que no es otra cosa que una
tarjeta de racionamiento electrónica, con la que el gobierno pretende
imponer la cantidad de productos que cada venezolano puede adquirir,
independientemente de sus necesidades o del dinero que tenga destinado
para comprar.
Esta medida, a todas luces, hará más difícil la ya muy deteriorada calidad de vida
de nuestro pueblo, por eso nuestro llamado a no aceptar la aplicación
de ese mecanismo, voluntario o no, que viola los derechos
constitucionales de los venezolanos.
El llamado es además, porque nos parece inaudito y una
irresponsabilidad que en un país al que le ha ingresado la mayor
cantidad de millones de dólares
de la historia, producto de la renta petrolera, y que además cuenta con
recursos naturales invaluables, el gobierno le diga a nuestro pueblo
cuándo y cuántos kilos de harina puede comprar para hacer las arepas, en
qué momento pueden tomarse un cafecito con leche, los días en los que
pueden asearse como están acostumbrados o que la ropa o los calzados que
suelen comprar en diciembre, deben adquirirlos en mayo.
Este gobierno tuvo una oportunidad histórica de haber convertido a
nuestra Venezuela en una potencia económica, sin embargo, optó por
imponer un modelo trasnochado, que fue vendido como la solución a
nuestros problemas, con el que han destruido todos los sectores
productivos del país. Tanta ha sido la destrucción, que el gobierno
estudia la posibilidad de importar de Argelia petróleo. Sí, leyeron
bien. Hablan de importar petróleo cuando nuestra Venezuela es la nación
con las reservas de crudo más importante del planeta. ¿Quién iba a pensarlo?
No
nos extrañe que mañana vengan con discursos absurdos y cantinflescos
con los que intentan justificar lo injustificable, como la declaración
de un personero del gobierno que dijo que la oposición venezolana
utiliza la “cizaña” como estrategia para generar malestar entre el
pueblo que acude a los supermercados y aguarda en las filas para entrar a
comprar los productos de la cesta básica.
Qué clase de declaración es esa, que insinúa que nuestro pueblo es
masoquista y le encanta hacer colas para “fregar” al gobierno.
O como cuando dijeron que la escasez de divisas era por culpa de los
“raspacupos”, cuando la verdad es que se robaron la módica suma de 25
mil millones de dólares de la antigua Cadivi, que hoy perfectamente
pudieran utilizarse para importar alimentos, pero también la materia prima, equipos y tecnología necesaria para reactivar todos los sectores productivos del país.
La verdad detrás de las “papahuellas” es que el gobierno se quedó sin
dólares y ahora no tiene como proveer alimentos a nuestro pueblo, por
eso buscan repartir la escasez. Esa es la verdad y desafortunadamente
este mecanismo no solo traerá más cola, problemas y corrupción, sino que
no solucionará el problema de fondo
que no es otro que una escasez, en diferentes rubros, producto de la
destrucción de la industria nacional y de los controles implementados.
Cuando decimos que traerá más corrupción es porque los costos de los
productos dependerán de que se dé o no el registro dactilar en un
establecimiento comercial, lo que provocará en el mediano plazo
no solo más desabastecimiento sino más inflación, porque habrá
comercios que busquen las maneras de vender libremente los productos a
precios más altos.
Entre tanto cuento y disparates, los venezolanos también debemos
preguntarnos, ¿quién o quiénes son los encargados de la importación de
estas máquinas? Nunca olvidemos que detrás de cada decisión, el gobierno
oculta sus chanchullos. Esas maquinitas se convertirán en otro negocio
del siglo. No es casual que se utilicen durante los procesos
electorales, ahora para comprar alimentos, medicinas y todo lo que
necesitamos, y hayamos leído en prensa, que pudieran instalarlas en los
terminales aéreos internacionales para activar el cupo viajero.
Qué bueno sería que esas captahuellas se utilizaran para identificar a
los corruptos que han saqueado al país y que están allí mismo en el
gobierno, un gobierno del que ya muchos comienzan a marcar distancia.
Por eso les duele tanto que haya gente de izquierda que acompañó al
presidente Chávez, haciendo críticas. Por ejemplo, esta semana un grupo
de estas personas puso en duda los controles del Centro Nacional
de Comercio Exterior, Cencoex, porque corroboraron que, en 2014, se
aprobaron divisas a empresas que ahora son investigadas, por la
Fiscalía, por considerar que no cumplían los requisitos legales.
Seguramente saldrán diciendo que todavía hay “factores” económicos y
“fuerzas oscuras” que quieren “fregar” al gobierno. Con este discurso
quedan peor parados que asumiendo sus responsabilidades, porque la
lógica indicaría que esas “fuerzas oscuras” son ayudadas por los mismos
actores o la incompetencia del gobierno. ¿O quiénes eran, en el caso de
Cadivi, los responsables de otorgar los dólares?
El gobierno seguirá con su discurso propagandístico, para intentar
permanecer en el poder, pero estamos seguros que todos los días son más
los venezolanos desencantados que se unen para impulsar un cambio de
modelo en nuestra Venezuela. Bien lo dijo Nelson Mandela: Si no hay
comida cuando se tiene hambre, si no hay medicamentos cuando se está
enfermo, si hay ignorancia y no se respetan los derechos elementales de
las personas, la democracia es una cáscara vacía, aunque los ciudadanos
voten y tengan Parlamento.
¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela!
http://blog.henriquecaprilesradonski.com/2014/08/31/la-papahuella-no-va/
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