lunes, 8 de septiembre de 2014

"Embarcados"

  Por David Uzcátegui
@DavidUzcategui
 
Desde hace ya unos tres meses, el país está esperando el anuncio de una serie de medidas económicas, que todos, sin saber mucho de economía, suponemos urgentes. El oficialismo las ha bautizado como “el sacudón”,  un apelativo sonoro e incluso amenazante.
 
El nombre no importa, es lo de menos. Lo cierto es que hay que dar un golpe de timón de 180 grados a la manera de gobernar actual. ¿El motivo? Está a la vista de todos. La profunda crisis en los más diversos ámbitos de la vida nacional no mejora ni un ápice y muy por el contrario, se profundiza por minutos.
 
Sin embargo, el ejecutivo no se atreve. Está entrampado en su propia decisión de postergar un viraje quirúrgico de su accionar, por el bienestar de todos. El amado sacudón es postergado una y otra vez.
 
Una vez más fue esperado par el pasado martes 2 de septiembre, sin que llegara. Esa noche, en cadena nacional, solamente se conoció la rotación de ministros, la fusión de algunas carteras, la creación de nuevas dependencias gubernamentales y la incorporación de algunos nombres y rostros poco conocidos al elenco estelar del gobierno.
 
Hay varios motivos de franca alarma. El primero es la falta de foco absoluta sobre las medidas urgentes que requiere el país. Y el segundo es el empantanamiento del aparato burocrático gubernamental, cuando justamente lo que se requiere es simplificar la estructura de gobierno para aliviar los males que acosan al venezolano.
 
No hubo anuncios ni los ha habido desde que se introdujo en la jerga cotidiana de la ciudadanía la palabra “sacudón”. No hubo ni una palabra para explicar cómo se luchará contra el desabastecimiento de alimentos y medicinas, contra la inseguridad o contra la inflación.
 
Epidérmicas referencias a los temidos y evadidos problemas, como “soberanía alimentaria” o “producción”, sin explicar concretamente acciones, están muy lejos de generar confianza y ratifican la inacción. Tampoco hay algún aporte concreto en las retóricas “cinco revoluciones”,  terminando por generar el efecto contrario: la inquietud sigue flotando en el ambiente y cada vez se espesa más.
 
Aunque la rotación de rostros tocó particularmente a las carteras del área económica, lo cierto es que se trata de caras conocidas, lo cual lleva a dar por descontado que el cambio de nombres no traerá cambios de políticas. Seguirán procediendo como hasta ahora y todos se muestran alineados con una política que evade admitir y enfrentar la gravedad de los problemas.
 
Las nuevas vicepresidencias no tienen otro objetivo que no sea político, más específicamente, la administración del poder. Pero no contribuyen a la calidad de vida del venezolano. Lejos de ello, complicar la estructura gubernamental profundiza la maraña con la cual convivimos los ciudadanos de este país.
 
Se quedan en el tintero realidades que hay que afrontar con urgencia, como lo son el hecho que el control de cambio entorpece el acceso a divisas a los empresarios venezolanos y por ello sufre el consumidor final, quien no encuentra productos de primera necesidad.
 
Se parte de un supuesto errado de que el gobierno lo ha hecho bien hasta ahora, cosa que todos sabemos no es así. Lo sabe la gente, pero también lo saben quienes gobiernan. La verdadera rectificación –palabra usada por el presidente Chávez años atrás- pasa por admitir que se ha transitado un camino equivocado, y que, mientras más se avance en ese camino, más difícil será corregir las circunstancias que atosigan al país.

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