David Uzcátegui
@DavidUzcategui
En el largo y complejo proceso
por lograr la paz de la vecina Colombia, se han dado importantes pasos en los
últimos tiempos. Tras cuatro años de conversaciones, ya existe un acuerdo entre
las partes en conflicto, que ha dado luz a una propuesta concreta. Y los
ciudadanos han sido convocados para decidir, en un plebiscito, el sí o el no a
esta propuesta.
Es quizá el punto culminante, el
más importante de este proceso. Ahora le toca hablar al pueblo, al soberano. Y
es digno de aplauso que una decisión tan polémica como trascendente para el
futuro del país sea consultada en las urnas comiciales.
Es importante resaltar que la
decisión que emane del plebiscito será vinculante políticamente; mas no
legalmente. Esto quiere decir que una decisión positiva en el plebiscito no
implica necesariamente la incorporación de los acuerdos de paz a la
constitución o al ordenamiento jurídico del país. Sin embargo, el peso político
de la misma es enorme y decisivo.
En todo caso, lo destacable desde
nuestro punto de vista es el ejercicio democrático, en el cual la gente es
consultada sobre un eventual cambio de rumbo histórico del país.
Y por supuesto, también es de
resaltar el espíritu sanador que tiene para las sociedades un plebiscito.
Sea sí o sea no, el resultado mide
a los electores y reafirma el pacto social sobre el cual reposa la fundación de
las naciones. Su escrutinio ausculta la realidad de un país y sirve para trazar
un rumbo con certeza.
En momentos en los cuales los
venezolanos estamos también luchando por ejercer nuestro derecho de ir a las
mesas electorales con el fin de tomar una decisión trascendental para nuestro
presente y para la historia por venir en las próximas décadas, no podemos menos
que celebrar y aplaudir lo que sucede en el país hermano.
Y es que creemos en aquello de
que cuando un ser humano da un paso adelante, la humanidad entera también da un
paso adelante. Y este principio aplica también con los países.
La democracia es sanadora y eso
es lo que necesita nuestro continente para sanar tantas heridas viejas y
dolorosas: democracia, mucha más democracia; ya que sobre ella siempre descansa
la paz.
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