viernes, 2 de noviembre de 2018

“A ritmo de samba”

El mundo entero ha asistido con gran interés a las más recientes elecciones presidenciales de Brasil, que han proclamado como ganador al emergente Jair Messias Bolsonaro.  Una sorpresa a medias, ya que, si bien fue un candidato que creció en las últimas vueltas y se daba como ganador desde la primera vuelta, también es cierto que no siempre fue así.

Bolsonaro es un ex militar que promete mano dura y valores tradicionales a partes iguales, y no deja de extrañar el triunfo de alguien con sus características en un país que relacionamos con samba, con alegría, con cordialidad. ¿Por qué la nación vecina elige a alguien de su perfil?

En primer lugar, habría que considerar el famoso voto castigo. Cuando los encuestadores preguntan a los votantes de Bolsonaro sus motivaciones para apoyarlo, la primera razón (30%) es que representa "renovación", "alternancia" y "cambio". Y la segunda (25%), el rechazo al saliente Partido de los Trabajadores, fundado por Luis Inacio Lula Da Silva. Miles de millones desviados en escándalos de corrupción, más de 60 mil asesinatos al año, una economía que no termina de despegar tras la mayor crisis de su historia, son algunos de los factores de este coctel molotov que terminó por estallar y desplazar al llamado “lulismo” de sus privilegios.

El PT permaneció en el poder por algo más de una década. El primer trecho de su gestión fue una larga fiesta de despilfarro y de ilusión de prosperidad, que llevó a los brasileños a una prolongada euforia, la cual se precipitó estrepitosamente a tierra, tras comenzar a conocerse aquellos numerosos escándalos de corrupción y hacerse inviable una burbuja de ilusión que habían sido los primeros años de aquella era.

El sueño petista se derrumbó en manos de la proclamada sucesora del “sueño brasileño”, Dilma Roussef, quien salió por la puerta trasera de la primera magistratura brasileña. Algo lamentable, si consideramos que se trataba de la primera mujer en presidir al gigante del sur.

En el triunfo de Bolsonaro jugó un papel preponderante la salida del escenario del influyente Lula Da Silva como individuo político, ya que fue acusado de corrupción e inhabilitado para participar en la justa electoral. El desplome de la era lulista en manos de la señora Roussef, no dejó ileso al gran icono de ese movimiento.

Esas acusaciones de corrupción también lo salpicaron y terminaron por sacarlo finalmente del juego. Valga decir que, en caso de haber participado en las elecciones, llevaba las de ganar. No se puede desestimar que, a pesar del duro despertar que tuvo la era petista, Da Silva conserva aún una importante parte de su capital político. Toda una reflexión, ya que al parecer, una buena parte del electorado brasileño castigaba al pecado, pero no al pecador, si por los números nos dejamos llevar.

Esto, sin duda, va a ser un factor crucial en la nueva oposición política, que se amalgamará con el lulismo como centro.

Queda ver qué papel representará Fernado Haddad en esta nueva era. El representante del PT y pupilo de Lula en la contienda, no hizo mal papel, a pesar de haber quedado más de diez puntos por debajo del ganado, en una victoria que fue clara, contundente y sin ambages.

Sin embargo, hay que considerar que venía de heredar a un verdadero fenómeno en la historia de Brasil y que hizo frente a un “outsider” que terminó concitando para sí toda la atención.

Es interesante poner el foco en que el rechazo a los candidatos, alto en ambos casos, fue fundamental en las votaciones de la segunda vuelta. En las encuestas citadas por la prensa especializada, los que declararon que no votarían a Bolsonaro oscilaron entre un 35% y un 40%, para terminar en un 39%.

Por otro lado, el rechazo a Fernando Haddad fue superior, y para muchos, su condena final. En los últimos diez días, dicho rechazo pasó del 47% al 41%, para acabar repuntando hasta el 44%. Los votantes, en realidad, no lo rechazaban a él, sino a Lula y todo lo que salga de su entorno.

También es interesante tomar nota del apoyo religioso que recibió el hoy presidente electo de Brasil, quien tomará posesión el próximo primero de enero.

La comunidad evangélica brasileña es enorme y se ha constituido en un verdadero poder. Su apoyo a Bolsonaro fue decisivo en el triunfo de este candidato y deja en claro que el apoyo de un movimiento religioso se puede traducir en réditos políticos. No es novedoso para nada, pero es bueno subrayar que la anécdota que hoy analizamos, nos lo recuerda.

Quedan incógnitas de cara al comienzo del gobierno de Bolsonaro, en 2019. ¿Será tan de mano dura como lo prometió en su campaña? ¿Cómo hace para juntar las partes de un país que hoy se encuentra dividido? ¿Conciliará o radicalizará desde el poder? Los ojos del mundo tienen motivos para quedarse en Brasil.

David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui

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