Los venezolanos sabemos muy bien
de qué va el famoso cuento del gallo pelón. Es una broma, un vacilón, como
diríamos en buen criollo. Es una historia que siempre se anuncia, pero jamás se
concreta. Como diría alguien por ahí, da más vueltas que un perro antes de
echarse, para no llegar a ninguna parte.
A cuento del gallo pelón suena la
economía en las manos de quienes hoy administran el país. Porque siempre las
cosas van a mejorar luego, pronto, mañana. Pero nunca mejoran. Y al día
siguiente nos vuelven a relatar la misma historia.
Y esto lo decimos a propósito de
la nueva y reciente reconversión monetaria, la segunda en una década.
Se nos anunció como la panacea,
como lo que tenía que ser hecho para poder superar el tremendo desbarajuste que
el alza desproporcionada de los precios ha traído a nuestro país.
Sin embargo, en cosa de meses,
hemos visto cómo el remedio no surtió efecto. La espiral de los precios sigue
elevándose como si nada, como si no se hubiera enterado de que se tomó una
medida de gran envergadura. Y es que, en verdad, no se enteró.
Alguna vez, tiempo atrás lo
dijimos por aquí. La reconversión monetaria o crear una nueva moneda, era una
medida necesaria. Pero apenas una sola entre muchas otras que debieron ser
tomadas, cosa que no se hizo. Por tanto, es inútil.
Poniéndolo otra vez en buen
criollo, es poner los carros delante de los caballos. La creación de una nueva
moneda -o “eliminarle ceros”, como decimos coloquialmente- es la última de las
medidas a tomar para sanear la economía enferma de una nación.
Porque, ya lo hemos visto dos
veces en una década, si sencillamente se elimina un puñado de ceros de golpe y
porrazo, sin atacar los errores, dichos ceros se reproducen como el monte
después de las lluvias.
La primera vez, hace una década,
le gente creyó. Se saltó del bolívar -que duró más de cien años- al bolívar
fuerte. Esto caló bien en el ánimo de la ciudadanía. Parecía que teníamos en
las manos una moneda con poder adquisitivo.
Por si fuera poco, las cantidades
se hacían más manejables. Eran necesarios menos billetes en la cartera para
comprar lo mismo. En fin, un sueño hecho realidad… que duró muy poco.
Para hacer corto un cuento largo
que todos vivimos porque lo sufrimos, los famosos ceros a la derecha nos
agobiaron nuevamente. Y la vida del bolívar fuerte fue muy corta, apenas diez
años.
En esta nueva incursión de la
reconversión monetaria, la gente fue cautelosa, no creyó. Muchos lo tenían bien
fresco y el escepticismo fue la norma. No ha pasado mucho tiempo para comprobar
que llevábamos razón.
Es algo similar a lo que sucede
con los frecuentes anuncios de aumento de sueldos. Algo que debería ser
celebrado, ya se escucha como quien oye llover. Porque todos sabemos que se
trata de un intento desesperado por alcanzar los precios, y que va a fracasar,
como sin duda fracasó el aumento inmediatamente anterior, lo cual es la causa
para anunciar otro más.
Aquello de que los precios suben
por el ascensor y los sueldos por las escaleras, dejó de ser una metáfora
precisa hace mucho rato. Mientras los ingresos de los venezolanos van a pie,
los egresos se montaron en un avión.
Lo psicológico también influye y
pega. Así como hubo confianza en aquel intento de reconversión de una década
atrás, el actual ha estado marcado por una acentuada incredulidad. No se logró
levantar la confianza ni mucho menos la fe.
Esta semana, la agencia de
noticias EFE anunció que Venezuela entró en el ciclo más letal de este fenómeno
que se haya dado en la historia de América Latina. Otros medios internacionales
apuntan en sus titulares que la tendencia parece ser de largo aliento.
Lo hemos mencionado
anteriormente: la causa de este tipo de fenómenos es que el dinero existente en
el mercado que no se encuentre apoyado en contrapartida por crecimiento en la
producción de bienes y servicios. ¿La solución? Producción, productividad,
oferta. Generar confianza y dejar que el emprendedor particular haga su
trabajo, bajo un marco de reglas claras y de disciplina fiscal.
Porque la producción nacional es
clave para atacar lo que actualmente vivimos, así como el origen de todo esto
tiene mucho que ver con los tiempos en los cuales los altos precios petroleros
llevaron a comprar todo importado y a dar la espalda a la producción nacional,
llevando a muchas empresas a desaparecer. Es hoy cuando nos damos cuanta de
cuánto las necesitábamos.
En el caso venezolano, y como
bien lo hemos padecido, la desconfianza ha llevado a menguar aceleradamente la
oferta en el mercado. Por ello, hasta que esta situación no se corrija,
cualquier intento de reconversión monetaria será pulverizado en cosa de meses.
El carro y los caballos de los cuales hablábamos unas líneas más arriba. O el
cuento del gallo pelón.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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