El mundo entero está procesando
aún los resultados de las elecciones efectuadas en Estados Unidos. Conocidas
como de “medio término”, ocurren cada cuatro años y a la mitad de cada mandato
presidencial. Sirven para renovar importantes autoridades, entre otras a
gobernadores, una parte del senado o cámara alta, a la totalidad de la casa de
los representantes o diputados; así como para decidir sobre importantes
aspectos de las realidades locales.
El presidente Donald Trump ha
calificado la jornada como un gran éxito, suponemos que debido a que la cámara
alta se mantuvo en manos de su partido, el Republicano. Sin embargo, como la
renovación de esta instancia legislativa es apenas parcial, era bastante
difícil que cambiara de color. Por otro lado, copartidarios que no le eran
afines y que mantenían una línea más moderada, terminaron su período, con lo
cual los senadores republicanos serán más afines a él de ahora en adelante.
Sin embargo, la gran noticia –y
el triunfo para la democracia- viene en el hecho de que la cámara baja o de
representantes pasa por primera vez en mucho tiempo a tener mayoría demócrata,
es decir, opositora. Y es aquí donde se pone interesante el asunto.
Estados Unidos es una de las
democracias más emblemáticas de occidente, ya que se precia de garantizarse a
sí misma mediante la solidez de sus instituciones, la independencia de sus
poderes y una filosofía de gobierno conocida como de “balances y contrapesos”.
El fenómeno Trump había venido
acompañado hasta el momento de mayorías en ambas instancias del poder
Legislativo y con ello, había sido percibida como una verdadera ola de poder.
Sin embargo, exactamente a dos
años del triunfo electoral de este magnate inmobiliario -a medio término de su
mandato- sucede este acontecimiento comicial que es una suerte de evaluación de
lo habido hasta ahora.
Para los estadounidenses, las
elecciones de medio término representan una suerte de referéndum sobre la
gestión presidencial, a mitad de su camino. Y Trump no salió mal librado,
aunque haya visto menguar su poder a manera de advertencia. Algo usual en las
elecciones de medio término.
Para empezar, debemos aclarar que
generalmente, en estas elecciones, las instancias a ser electas terminan
inclinándose por la voluntad popular hacia la opción opuesta al mandatario de
turno. Es lógico que haya desencantos ante excesos y promesas no cumplidas,
tras dos años de ejercicio que muchas veces acaban con las ilusiones originales
de los votantes que lo favorecieron.
La mayoría demócrata entre los
representantes, es una alerta amarilla al primer mandatario estadounidense. Se
siente que hay excesos de su parte y la ciudadanía empoderó a sus rivales
políticos para que lo contengan.
Desde la cámara baja del
legislativo estadounidense, ahora se podrá profundizar con poder real sobre
aspectos polémicos de la administración Trump. Por ejemplo, el muro en la
frontera con México, promesa emblemática de su campaña presidencial, muy
probablemente duerma el sueño eterno, porque es un proyecto de suficiente
envergadura como para necesitar la aprobación -o el veto- de esta instancia
legislativa.
También se puede iniciar una
investigación por la presunta y controversial intervención cibernética rusa en
las pasadas elecciones presidenciales de 2016. Finalmente, los reiterados
ataques a la migración ilegal terminaron generando el rechazo de todos los
migrantes en general, en un país que ha hecho de la inmigración una de sus
grandes fortalezas.
La intensa retórica trumpista ha
dividido a Estados Unidos, pero al menos hasta el momento, esta división se ha
canalizado a través de representantes de ambas tendencias dentro de importantes
instancias de poder. Cosa que no es de extrañar y para muestra un botón: su
antecesor, el aún muy popular Barack Obama, gobernó con el Congreso en contra.
Asuntos normales en las democracias robustas.
Rojos y azules conviven y debaten
en el norte, mientras incluso se habla de asuntos de agenda política que
podrían contar con votos unánimes de ambos extremos políticos, por el bien del
país. Algo que suele suceder en EEUU cuando se enfrentan asuntos de interés
nacional. Esto se daría en temas como nuevos proyectos de infraestructura o
cómo disminuir el costo de las medicinas con prescripción.
Trump, como capitán de empresa,
está acostumbrado a ordenar y ser obedecido. Los políticos, aún los
presidentes, deben negociar. Este segundo tramo de su mandato nos dejará saber
si finalmente se graduó de político y logra un segundo período en la Casa
Blanca, o si por el contrario los demócratas aprovechan la oportunidad que les
ha brindado el siempre decisivo y poderoso electorado independiente, para
colocar a uno de los suyos en la primera magistratura para el año 2020.
David Uzcátegui
Twitter:
@DavidUzcategui
Instagram: @DUzcatgui
No hay comentarios:
Publicar un comentario