David Uzcátegui
@DavidUzcategui
El inicio del nuevo año escolar
para el día 26 de septiembre, anunciado por el ministro de Educación Rodolfo
Pérez en su red social Twitter, generó una serie de comentarios en la opinión
pública, a los cuales hay que poner la lupa por sus implicaciones.
En principio, lo que más llama la
atención de la fecha anunciada, es el hecho de que las nuevas actividades
docentes se están postergando una semana. Puede no sonar como mucho, pero sin
duda es algo sobre lo cual hay que estar atentos.
De acuerdo con el Observatorio
Educativo de Venezuela, la medida viola el artículo 54 del Reglamento General
de la Ley Orgánica de Educación, que establece que las clases deberían comenzar
el lunes 19 de septiembre.
Dicho artículo reza: “Las
actividades de enseñanza del año escolar estarán comprendidas entre el primer
día hábil de la segunda quincena del mes de septiembre y el último día hábil de
la primera semana del mes de julio del año siguiente.”
El OEV también alerta que el
nuevo año académico, que termina el 31 de julio de 2017, tendrá solo 193 días
aprovechables, siete días menos de los que establece el artículo 49 de la LOE.
En estos cálculos se restaron los días no laborables, las vacaciones y
fechas para eventuales actos comiciales.
Lamentablemente, las
modificaciones en estas rutinas que están además marcadas por la ley, no son
para mejorar sino para empeorar. Y es inquietante que esta vez se trate de la
educación de nuestros hijos, algo con lo cual los padres tenemos pleno derecho
a ser extremadamente celosos.
Más cuando, según el secretario
de educación de la Gobernación de Miranda, Juan Maragall, hay razones para
adelantar el inicio del año escolar en lugar de postergarlo. Entre otras cosas,
este profesional de la docencia considera que las actividades educativas
brindan una sensación de estabilidad a niños, niñas y adolescentes; así como a
sus padres, representantes y demás familiares. Sobra decir que estamos de
acuerdo con él, por lo urgente y necesaria que es la estabilidad para los
menores en los tiempos que atraviesa Venezuela.
Por otro lado, también han
resultado polémicos los anuncios –y los rumores- sobre la modificación del
curriculum escolar. Y no es para menos. Se trata de decisiones extremadamente
delicadas, que deben ser tomadas por personal altamente especializado y que
deben tener en cuenta de qué manera afectarán el futuro de los educandos, sus
oportunidades y su desempeño futuro, tanto en lo laboral como en lo humano.
El despacho de Educación negó de
plano las especulaciones que corrieron hace unos días, sobre la eliminación de
materias como Matemática, Física y Biología. Sin embargo y al respecto, el
presidente de la Federación Venezolana de Maestros, Orlando Alzuru, explicó que
se pasa del tradicional esquema de las asignaturas a “áreas de conocimiento”.
De esta manera, los alumnos ahora
tendrían “ejes” de Ciencias Naturales, que incluiría materias como Biología y
Química; Educación Física; Lenguas, Culturas y Comunicación, Lenguas
extranjeras, Matemática, Memoria, Territorio y Ciudadanía y Educación para el
Trabajo.
¿Es beneficioso o dañino este
cambio? ¿Con base en qué expectativas o premisas se implementaría?
Porque no
puede hacerse simplemente como una acción de cambiar algo por el hecho de
cambiarlo sin ver más allá.
El profesor Alzuru destacó que la
implementación de este sistema no es acorde a la realidad, pues el despacho
espera que cada área sea impartida por un sólo profesor; cuando la formación de
los docentes en el país es especializada en un área determinada.
El titular del despacho de
Educación también declaró que se buscará “transformar los liceos, para que sean
espacios para la formación de la personalidad de los jóvenes”. Palabras que
dejaron abierta una gran expectativa y curiosidad, ya que es derecho de los
padres y representantes preguntarse en qué dirección apuntarán esa formación y
esas transformaciones de la personalidad.
Ciertamente, el funcionario
complementó alegando “Que los liceos sean un espacio para construir una
ciudadanía republicana, desde la perspectiva del pensamiento y la obra de Simón
Bolívar”. Pero esto no disminuye la inquietud, y menos aún cuando el
pensamiento de nuestro Libertador ha sido tan subjetivizado y manipulado.
¿Qué suma esta propuesta? Estamos
en una era altamente competitiva y globalizada, en la cual debemos apuntar a
que los futuros profesionales venezolanos tengan una formación de excelencia y
a la altura de sus mejores pares en el mundo. ¿Es eso lo que se busca? ¿Ayudan
estas acciones a conseguirlo?
Muchas veces hemos hablado en
este espacio de los posibles puntos de encuentro de una sociedad tan fracturada
como la nuestra. Sin duda, la calidad en la formación de nuestros hijos es uno
de estos puntos.
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