David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La reciente celebración de la
Virgen del Valle fue otro de esos episodios que no solamente reafirman la
venezolanidad, sino que además refuerzan nuestro gentilicio al vincularnos con
uno de los rasgos que nos da mayor fuerza para seguir adelante: nuestra inquebrantable
fe.
Venezuela es un país creyente y
de mayoría católica; además de tener una marcada vocación mariana, quizá por la
fuerza que representa la figura maternal en nuestra cultura, como creadora,
como protectora, como proveedora: elementos todos tan necesarios en estos días.
Las diversas advocaciones de la
Virgen María que son veneradas con fervor en nuestro territorio son uno de
nuestros mayores orgullos como identidad, ya que se trata de un sello de la
venezolanidad y una muestra de ello es la fiesta que hoy nos ocupa.
“Vallita”, como es conocida
afectuosamente la Virgen del Valle, es depositaria de la fe de todos los
venezolanos; pero en especial la de los orientales, y en su festividad son
incontables los testimonios de quienes aseguran que sus oraciones fueron
respondidas con lo que consideran verdaderos milagros.
Siempre comentamos en estas
líneas la necesidad de encontrar espacios de encuentro común entre los
venezolanos, que puedan sanar las fracturas que como sociedad hemos vivido en
los últimos tiempos; y sin duda, la inquebrantable fe que pasa de generación en
generación y que nos hermana más allá de las diferencias, es un importante
punto a favor.
También es un motivo de fiesta.
El encuentro entre quienes profesan la misma devoción en las festividades de su
patrona es momento de gozo y agradecimiento, de una conexión con lo mejor de la
vida, que invita al optimismo y a la certeza de que sí puede haber un futuro
mejor.
Por ello, más allá de las
circunstancias coyunturales, queremos desde aquí hoy, celebrar la rica vida
espiritual de los venezolanos y la valiosa herencia que se transmite a hijos y
nietos, para dotarlos de un salvavidas que permita sobrevivir las turbulentas
aguas que en algún momento debemos atravesar todos en la vida; y que
especialmente padecemos hoy como nación. En la fe que compartimos, tenemos la
certeza de que vamos a salir adelante.
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