sábado, 10 de septiembre de 2016

“El salvavidas de la fe”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La reciente celebración de la Virgen del Valle fue otro de esos episodios que no solamente reafirman la venezolanidad, sino que además refuerzan nuestro gentilicio al vincularnos con uno de los rasgos que nos da mayor fuerza para seguir adelante: nuestra inquebrantable fe.

Venezuela es un país creyente y de mayoría católica; además de tener una marcada vocación mariana, quizá por la fuerza que representa la figura maternal en nuestra cultura, como creadora, como protectora, como proveedora: elementos todos tan necesarios en estos días.

Las diversas advocaciones de la Virgen María que son veneradas con fervor en nuestro territorio son uno de nuestros mayores orgullos como identidad, ya que se trata de un sello de la venezolanidad y una muestra de ello es la fiesta que hoy nos ocupa.

“Vallita”, como es conocida afectuosamente la Virgen del Valle, es depositaria de la fe de todos los venezolanos; pero en especial la de los orientales, y en su festividad son incontables los testimonios de quienes aseguran que sus oraciones fueron respondidas con lo que consideran verdaderos milagros.

Siempre comentamos en estas líneas la necesidad de encontrar espacios de encuentro común entre los venezolanos, que puedan sanar las fracturas que como sociedad hemos vivido en los últimos tiempos; y sin duda, la inquebrantable fe que pasa de generación en generación y que nos hermana más allá de las diferencias, es un importante punto a favor.

También es un motivo de fiesta. El encuentro entre quienes profesan la misma devoción en las festividades de su patrona es momento de gozo y agradecimiento, de una conexión con lo mejor de la vida, que invita al optimismo y a la certeza de que sí puede haber un futuro mejor.

Por ello, más allá de las circunstancias coyunturales, queremos desde aquí hoy, celebrar la rica vida espiritual de los venezolanos y la valiosa herencia que se transmite a hijos y nietos, para dotarlos de un salvavidas que permita sobrevivir las turbulentas aguas que en algún momento debemos atravesar todos en la vida; y que especialmente padecemos hoy como nación. En la fe que compartimos, tenemos la certeza de que vamos a salir adelante.

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