David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Por supuesto cuando uno se
plantea escribir sobre la Cumbre de Países No Alineados, es sumamente tentador
titular estas reflexiones con aquella famosa frase del fallecido ex presidente
Hugo Chávez que quedó para la historia: “Mientras los gobernantes andaban de
cumbre en cumbre, los pueblos iban de abismo en abismo”.
Y es que, sin duda, se trata de
uno de los pensamientos más acertados del polémico político venezolano. Tanto,
que le sobrevive y se sigue utilizando. Especialmente ahora, cuando quienes se
dicen sus seguidores, siguen cometiendo el mismo error que él tan acertadamente
criticó; aunque en honor a la verdad, también se anotó entre sus más conspicuos
practicantes.
El hecho es que a una Venezuela
altamente conflictivizada, arriban delegaciones de los llamados países no
alineados y entre eso invitados y el resto del país se interpone un telón de
hierro para crear una atmósfera aséptica, que impida que los visitantes tengan
contacto alguno con la realidad.
La queja de los margariteños
respecto al despliegue del aparataje de seguridad es reiterada. La isla ha sido
literalmente invadida por numerosos funcionarios que deben garantizar la
integridad de los visitantes en una nación donde la inseguridad personal es
angustia perenne para sus habitantes. Las mismas fuentes oficiales hablan de
unos 14 mil hombres y mujeres para esta tarea.
También se ha proveído a la sede
del encuentro de sobrada alimentación, según se ha visto en el ir y venir de
numerosos camiones que se ocuparon de ello, pasando de largo ante las quejas de
quienes no pueden tener acceso a la comida que necesitan, sea por sus costos o
porque sencillamente no aparece. Seguramente, luz y agua tampoco faltarán.
Por si fuera poco, la entidad
quedó virtualmente aislada, al suspenderse viajes de vuelos y embarcaciones a
un lugar que los necesita por su misma condición insular, avasallando una vez
más el día a día de la gente en pro de un objetivo de poder.
Quedamos de nuevo, y quizá de
forma más evidente que nunca, ante la errada visión gubernamental de
sobredimensionar el aparato de fuerza para esconder las verdaderas necesidades
de la gente. Pero las costuras quedan a la vista.
No debe ser poco el gasto que
implica semejante puesta en escena. Nunca lo es en una cumbre de este tipo.
Pero si agregamos la dificultad adicional de aparentar normalidad en un país
que está lejos de pasar por uno de sus mejores momentos, pues la cifra debe
multiplicarse exponencialmente. Especialmente en un lugar que, días antes,
protagonizó un cacerolazo de protesta que mereció titulares dentro y fuera de
nuestras fronteras.
¿A qué se debe el esfuerzo –y el
gasto- en un momento cuando las necesidades hacen cola para ser atendidas? Bien
sabemos que las relaciones internacionales son pragmáticas, que en diplomacia
no hay amigos sino intereses y que en ese ámbito no funciona aquello de
“contigo pan y cebolla”.
Venezuela ha caído en desgracia
por la caída de los precios petroleros, ante la muy errada decisión de
profundizar en el equivocado camino de la monoproducción y la monoexportación.
Nuestros ingresos dependen de una única fuente que se desplomó. Y ya no somos
el amigo que invita en todas las rondas al salir a rumbear.
Urge pues, recuperar aunque sea
un poco de ese interesado afecto que nuestro país despertaba cuando era el
espléndido anfitrión y donaba a diestra y siniestra para despertar simpatías.
Los últimos cartuchos de la
menguada renta petrolera se gastan en construir un país de ficción para que los
ojos del mundo no se contaminen con la realidad que los ciudadanos debemos
soportar día a día. Como si las noticias internacionales no se hicieran eco de
las grotescas condiciones que conforman nuestra cotidianidad.
Cabría aquí citar aquel sabio
dicho de nuestros abuelos: “Lo que eres grita tan alto que no me deja escucharlo
que dices”.
Quizá, en lugar de despilfarrar
dinero y crear incomodidades con otra cumbre, quienes hoy administran a
Venezuela harían bien en atender las numerosas reservas que tienen los socios
del Mercado Común del Sur (Mercosur) respecto al desempeño del gobierno
venezolano; lo cual ha atascado la presidencia pro tempore de nuestra patria al
frente del organismo.
O escuchar a los altos mandos de
la Organización de las Naciones Unidas, quienes manifiestan que no han recibido
respuesta sobre el visado que necesitan sus funcionarios para comprobar en el
sitio la situación de los derechos humanos en nuestro país.
Si lo que interesa es lavar el
nombre del gobierno ante la comunidad internacional, se podría empezar haciendo
las cosas bien. Pero se opta por esconder el innegable abismo, literalmente
cueste lo que cueste. Y por despilfarrar recursos en otra cumbre que nada
soluciona, según lo dijera el mismo Chávez.
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