jueves, 29 de diciembre de 2016

“Un año para no olvidar”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Cuando nos despedimos de años signados por sucesos adversos, solemos decir que será mejor que queden en el olvido. Sin embargo, los reveses de este 2016 dejan algo bueno: lecciones que no deben ser olvidadas y que tendrían que ser estudiadas para no ser repetidas nunca más.

Para comenzar, recordaremos esta vuelta de la tierra alrededor del sol, como el año de la definitiva desinstitucionalización de Venezuela.

El cerco impuesto por los demás poderes alrededor de la Asamblea Nacional, definitivamente pinta a un gobierno que no quiere respetar la independencia de poderes. Ni puede, ni sabe.

Recordemos que estos nuevos 12 meses arrancaron con una Asamblea Nacional renovada, donde el voto de quienes exigen un cambio se impuso y con una aplastante mayoría democrática que fue sencillamente inocultable.

Pero con el transcurrir de los días, hemos visto las más variadas e insólitas maniobras desde los demás poderes para descalificar, para amputar, para anular cualquier movimiento parlamentario que tienda hacia la recuperación de la democracia en Venezuela.

Desde el avasallamiento a diputados electos legítimamente hasta la violencia pura y dura en manos de grupos que no responden sino a la fuerza. Desde decisiones insólitas de los demás poderes hasta declaraciones ofensivas y desafiantes que indican que, al menos por parte del oficialismo, al día de hoy no hay manera de entenderse.

Otro episodio reafirmó lo que decimos, y fue el escamoteo del referendo revocatorio presidencial, una figura presente en la Constitución Nacional y que ya una vez se activó en el pasado año 2004, por lo cual está revestida de lo que los estudiosos del derecho denominan la jurisprudencia.

No había forma sensata de que quienes hoy gobiernan se libraran de pasar por esta prueba de fuego que, en general, sirve para legitimar un gobierno; o en su defecto, para ponerle punto final si es esa la disposición popular.

Pero el referendo no se dio. Y el que calla otorga. Obviamente, si quienes hoy ostentan el poder hubieran estado medianamente seguros de ganar, se hubiera convocado. Y la reiterada evasión de la misma reafirma que su certeza es exactamente la contraria.

Para bien o para mal, quedará en la historia de Venezuela la movilización para firmar solicitando el referendo en la que participaron numerosos ciudadanos; así como su sabotaje por todo tipo de fuerzas que convirtieron dicho proceso en un calvario, lo cual no fue obstáculo para que se reuniera un número de rúbricas muy superior al estimado.

A la lucha por el revocatorio la acompañaron movilizaciones ciudadanas de calle, que fueron multitudinarias y que dejaron una vez más desnudo al gobierno en lo que a su pérdida de popularidad se refiere.

Por si esto fuera poco, asistimos a la pulverización de nuestra economía, con una inflación que es una incógnita, ante la ausencia de datos oficiales de organismos encargados del asunto y que, cruzando cálculos de diversos organismos nacionales e internacionales, debe estar alrededor del 800%.

Por lo tanto, estos días serán recordados porque debíamos cargar con morrales de billetes para hacer la compra de alimentos, en cuya mínima presencia en los comercios ya es redundante abundar.

Y si seguimos por la equivocada senda que transitamos, la inflación prevista para 2017 por el Fondo Monetario Internacional es superior al 1.600%.

El triste desempeño económico se remata con el retiro de los billetes de cien bolívares que puso a correr a todo el mundo, solamente para después enterarnos de que volvían a circular por unos días más.

A lo mejor, lo más triste de estos 365 días que se van, es el hecho de que la voluntad ciudadana ha sido atropellada de manera inclemente una y otra vez. La demostración de que para representativos funcionarios venezolanos la prioridad es mantenerse en el poder y no trabajar por el bienestar de todos.

Pensamos que lo más condenable es cómo se ha perdido el concepto de la calidad de vida. El errado sistema de gobierno que padecemos ha ido confiscando tajadas de bienestar a la gente, con una voracidad indignante.

Hoy por hoy, el venezolano promedio solamente se ocupa de sobrevivir. No hay forma ni manera de pensar en la realización personal, en estudios, en ejercer en la vida la vocación de cada quien. Mucho menos se puede pensar en una vivienda digna, en conformar la propia familia de manera independiente.

El tiempo se consume en buscar el sustento más elemental y en ello se diluye el legítimo deseo de crecer, de perfeccionarse, de ser mejor. Todo eso que, más allá que una aspiración, es un derecho.

No, no debemos olvidar. A punta de padecimientos, los venezolanos hemos construido un manual de cómo no debe comportarse un gobierno.

jueves, 22 de diciembre de 2016

“Anomia”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, “Anomia” es ausencia de ley. También, y según la misma fuente, la anomia es “un conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación”.

Lamentablemente, la Venezuela de los últimos días ha visto crecer exponencialmente su grado de anomia, ante la pasiva mirada de unas autoridades que no tiene ni idea de su razón de ser.

Las situaciones de violencia que han costado vidas y devastado comercios en diversos lugares de nuestra patria, hablan de una degradación extremadamente grave en nuestra condición ciudadana.

Especialmente en Ciudad Bolívar, donde los hechos tuvieron proporciones inocultables, se puede medir no solamente hasta dónde puede llegar la anomia que ya está en marcha desde hace rato, sino la imposibilidad de atajarla si seguimos por el mismo rumbo. 

Anteriormente hemos dicho que quienes administran actualmente a la nación tienen vocación de dirigirse sin freno hacia una “tormenta perfecta” y lo sucedido recientemente lo corrobora.

No solamente se trata de que el dinero no alcance, es también la orden y contraorden de sacar de circulación los billetes de 100 bolívares, el hecho de no saber cuánto vale la plata o aún peor, no tener siquiera idea de si vale algo.

Ante la falta de piso que tiene la ciudadanía cuando del aspecto económico se trata, se superpone el empeoramiento de las condiciones de abastecimiento de los alimentos. No hay dinero en el bolsillo, o simplemente no vale, no hay comida.

El desmantelamiento del contrato social en nuestra tierra data de mucho tiempo atrás, y tiene que ver con el mismo funcionariado que viola la norma, que se vanagloria de ello, que lo hace público y que dice: “Sí, lo hice, ¿y qué?”.

Tiene que ver también con ese desgraciado episodio del 27 de febrero de 1989, el llamado “caracazo”, un accidente histórico que jamás ha debido ocurrir y que ha sido irresponsablemente vanagloriado como gesta heroica, cuando ha debido ser analizado y desmenuzado como un accidente histórico que encendiera las alarmas ante los errores que como colectividad hemos cometido.

Si no hay gobierno que cuide, que administre, que propicie el bienestar ciudadano; si sencillamente no hay nadie que guíe a una sociedad hacia el crecimiento y hacia el establecimiento de patrones que permitan aspirar con un mínimo de certeza al bienestar, la sociedad se desmantela, como está sucediendo con la venezolana a paso de vencedores.

Se suma a todo lo que sucede, la incertidumbre. La vocería oficial no declara, dice una cosa un día y lo contrario al siguiente; o sencillamente ignora el pandemónium nacional y se dedica a hablar de sus batallas de fantasía sin dar la menor respuesta útil a la gente.

Otra consecuencia de la fractura nacional que estamos padeciendo hoy, es la desinformación. El aparato represivo se ha dedicado a criminalizar la información, embargándola y reservándola para fuentes oficialistas. Al sol de hoy, el mundo entero se pregunta qué es lo que realmente ha acontecido en Ciudad Bolívar y otras urbes durante los últimos días.

Los medios tienen vetada la cobertura, so pena de multas impagables o de cierres mediante sofisticados artificios legales. Tenemos que armar el rompecabeza de la realidad a punta de fragmentos que obtenemos en las redes sociales, a través de fotografías y videos ciudadanos, que son la única contrapartida al blackout noticioso que sufrimos los venezolanos.

Los medios internacionales son los que mejor reflejan lo que sucede puertas adentro en el país, dado que ellos sí pueden armar el citado rompecabezas que para quienes estamos dentro de las fronteras permanece incompleto.

¿Cuántas personas perdieron la vida? ¿Cuántos comercios cerrarán para siempre? ¿Cuántas personas abandonarán el país tras lo sucedido?

El condenable caracazo nos dejó una lección de destrucción y devastación que vuelve a repetirse: los comercios vandalizados son insustituibles en las comunidades que ahora dejan de atender. A todas las dificultades para procurarse el sustento en la Venezuela actual, se suma hoy el cierre de puntos de venta.

La responsabilidad última es de quienes acumulan todo el poder acumulable. ¿Qué dicen? ¿Qué hacen? ¿Por qué llegamos a esta tristeza y esta vergüenza? ¿Alguien da una explicación? ¿Alguien asumirá responsabilidades?

Quisiéramos pensar que, tras haber llegado a semejante nivel de anomia, esto se detendrá aquí; pero lo que se ve en el horizonte no permite ni de lejos el optimismo. La destrucción de Venezuela sigue adelante.

jueves, 15 de diciembre de 2016

“Billetes de 100”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Ya lo que está sucediendo en Venezuela va mucho más allá de lo que se puede esperar de una administración incapaz. Desde hace rato parecemos estar entrando en algo a más cercano a la ciencia ficción o al teatro del absurdo, que a medidas gubernamentales con un mínimo de coherencia.

La más reciente, entre el cúmulo de penurias que agobian la cotidianidad de los venezolanos, es la tan improvisada como inexplicable recogida de los billetes de cien bolívares.

Ante el asombro internacional, los que vivimos en esta tierra asistimos a uno de los más desquiciados episodios, entre tanto episodio desquiciado, de estos tiempos revolucionarios que corren.

Hay que salir a toda velocidad a depositar todos los billetes de mayor denominación que hasta ahora había tenido nuestra economía, hay que hacerlo en 72 horas, se anuncia en un fin de semana seguido por un lunes bancario y en a muy pocos días del 15 de diciembre, que no es precisamente cualquier quincena.

El gobierno del presidente Nicolás Maduro se ha justificado denunciando que mafias en la frontera colombo-venezolana acaparan bolívares y en especial, el billete de 100, para adquirir bienes subsidiados en Venezuela que luego revenden en Colombia con enormes ganancias.

La medida gubernamental se basaría por tanto en la búsqueda de crear dificultades logísticas para dichos traficantes, que habrán quedado en posesión de un gran volumen de billetes, lo cual explicaría la escasez de los mismos en el circulante.

Parece una explicación con cierta lógica; pero va mucho más allá. Resulta que la capacidad de quienes hoy administran al país para crear tormentas perfectas, solamente es superada por ellos mismos.

Porque si una situación de este calibre es capaz de hacer entrar en caos a cualquier nación del mundo, qué podemos decir de Venezuela, agobiada por la inflación y la inseguridad, con los servicios bancarios colapsados por la falta de mantenimiento, con cajeros y puntos de venta inutilizados ante la escasez de repuestos y con una ausencia de efectivo que ya nos traía por la calle de la amargura desde hace rato.

Eso para no hablar de la insistente emisión de dinero inorgánico, que ha sido reiteradamente denunciada por los especialistas en la materia, como una bomba de tiempo, o más bien como una explosión en cámara lenta que ya venimos padeciendo.

Y es que cabe preguntar entonces por qué se mandan a recoger esos billetes de mayor denominación, justamente poco después de su atropellada impresión en grandes volúmenes para paliar las enormes necesidades de efectivo en una población que ya se ha acostumbrado a cargar morrales llenos de dinero para hacer sus compras más elementales.

Todo este panorama es la confirmación de que no hay planificación y de que no se sabe lo que se está haciendo.

Y si bien es cierto que en Venezuela hay enormes distorsiones con pandemias como el contrabando, también es verdad que todo el complejo caos que vivimos día a día, es creación y responsabilidad exclusiva de quienes han timoneado al país por 18 años.

¿Qué estamos sumergidos en distorsiones enormes? Sí, y se ha dicho hasta el cansancio; como también se ha advertido tempranamente lo errado del rumbo y las posibles soluciones, que no son escuchadas por quienes nos conducen a toda velocidad hacia el despeñadero y ahora pretenden apagar el incendio echándole más gasolina.

Mientras tanto, esperamos el nuevo cono monetario, que confirma lo que todos ya sabemos: el bolívar fuerte es pasado y hemos experimentado la devaluación más estruendosa de la historia de Venezuela, consecuencia de desatinadas políticas económicas, de la pésima administración, del despilfarro y de la persecución a la empresa privada, de la desconfianza que ha ahuyentado las inversiones y ha colocado el riesgo-país en niveles estratosféricos.

Todo esto se sabe en el alto gobierno, donde unos se debaten entre seguir tercamente hacia adelante o rectificar y reconocer el cúmulo de errores; y otros más no tienen ni la más remota idea de qué es lo que sucede o cómo atajarlo para que no nos sigamos hundiendo.

Y por supuesto, se abre un complejo rosario de preguntas ante lo que viene: ¿llegarán a tiempo esos billetes? ¿Podrán ser eficientes para sustituir la enorme masa que dejará de circular? ¿Cuánto tiempo tardarán en perder su valor, cuando nos engulle la mayor inflación del mundo? ¿Las nuevas denominaciones son suficientes y eficientes ante la actual realidad venezolana?

No dudamos que algún día, algún productor de cine se inspire en la increíble historia que atravesamos los venezolanos de estos tiempos para construir un universo que seguramente le valdrá unos cuantos premios Oscar al mejor guion; aunque esto no es una fantasía, sino una lamentable realidad.

jueves, 8 de diciembre de 2016

“Jugando con fuego”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Que el gobierno se las ingenie para lanzar un pote de humo cuando tiene el agua al cuello, es algo que desde hace rato no nos sorprende. No es la excepción en el momento actual, cuando con una inflación desatada, inocultable desabastecimiento de alimentos y medicinas y una inseguridad que llama la atención del mundo entero, les ha dado por lanzar una jugada que la opinión pública ha bautizado como el “Dakazo II”.

Haciendo un poco de amarga memoria, recordemos que el término “Dakazo” se refiere a un conjunto de acciones emprendidas por el gobierno años atrás, forzando a las tiendas minoristas electrónicas a vender sus productos a precios mucho más bajos; siendo Daka el comercio más prominente involucrado en los hechos.

Por “casualidades” de la vida, el llamado Dakazo ocurrió el 8 de noviembre de 2013, pocas semanas antes de las elecciones municipales. Los forzados cambios en los precios de Daka sumaron algunos puntos al partido gobernante en los comicios, aunque la venta masiva de bienes por debajo de su precio causó escasez adicional en los meses siguientes a la iniciativa y jamás se pudo recuperar el inventario.

Volviendo al presente, hace unos días, la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos ordenó bajar los precios de artículos de tiendas ubicadas en Sabana Grande, Caracas.

El vocero de la acción fue el superintendente de la Sundde, William Contreras, quien dijo que la orden es que “todos estos comercios rebajen sus precios especulativos entre 30 y 50%" y agregó que al menos 463 funcionarios del ente, "están en las calles en defensa del pueblo".

En reacción  a estos hechos, el vicepresidente del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios Consecomercio, Alfonso Riera, calificó como un nuevo “Dakazo” el mencionado proceso.

En entrevista concedida a César Miguel Rondón en Unión Radio, Riera aseguró que estos operativos se traducirán en más establecimientos comerciales cerrados y que es poco probable que luego puedan volver a abrir. Además denunció que hubo “maltrato, humillación y vejamen” contra los comerciantes durante estos procesos.

Consideramos que no es para nada casual que se reedite una maniobra tan similar a la que vivimos hace poco más de tres años. En aquel momento, teníamos un proceso electoral a la vuelta de la esquina. En la actualidad,  el haberle cerrado las puertas al que tocaba para este momento histórico –el referendo revocatorio presidencial- ha elevado la presión social en el país hasta niveles inimaginables.

Y es que sencillamente, los ingresos no alcanzan debido a la nefasta política económica, empecinada en seguir llevando adelante acciones ampliamente probadas y fracasadas en el mundo entero.

Por ello, la dirigencia oficialista intenta una vez más comprar a la que considera su clientela política, obligando a los comerciantes a vender su mercancía a precios por debajo de los reales.

Lejos están de entender que los costos no se decretan, y que la inflación se contiene mediante un delicado equilibrio financiero, al cual han tratado con la pericia de un elefante en una cristalería.

Ya es viejo –y redundante- que culpen a empresarios y minoristas, que los criminalicen, señalen y persigan no solamente con su enorme aparato propagandístico que todos pagamos; sino también con armamento puro y duro, como el que se exhibió en la eufemísticamente llamada “inspección” de las tiendas.

El inversionista, el empleador, son sistemáticamente aterrorizados bajo la actual administración. Se les colocan reglas imposibles de cumplir y los ponen contra la pared. Los terminan llevando a la encrucijada de cerrar, de no volver a ofertar bienes y especialmente, no volver a emplear a nadie, porque el negocio evidentemente colapsó. 

Venezuela está en el ojo del huracán, en el centro de la peor crisis económica de su historia. Y quienes tienen el poder, lejos de trabajar para resolverla, marchan a toda velocidad en la dirección contraria.

Mientras redactamos este artículo leemos sobre la inflación desbocada, la pérdida de empleos y la caída del consumo y nos preguntamos si realmente vivimos en el mismo país. Porque, al menos en el que nosotros palpamos habitualmente en las calles, sí se siente, y con fuerza brutal, el reiterado retroceso en la calidad de vida.

Incluso, cabe preguntarse, si el remarcaje de precios fue realmente injustificado, según dice la Sundde, por qué entonces el gobierno pone en circulación monedas y billetes con varios ceros más a la derecha.

Shows mediáticos, montados por asesores miopes, como es el caso de esta reedición del Dakazo, son sencillamente pan para hoy y hambre para mañana. Son jugar con fuego. Nos preguntamos si para la próxima vez que quieran ganar puntos obligando a los establecimientos a vender a pérdida, quedará aún alguno en pie.

viernes, 2 de diciembre de 2016

“El polémico Fidel”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

No hubo paz a su alrededor cuando vivía, y parece que su partida no va a cambiar mucho las cosas. Incluso, más bien agitó las aguas a niveles indecibles. Fidel Castro abandonó este mundo el viernes pasado -o al menos eso fue lo que dijo su hermano Raúl, otros creen que fue antes- y de inmediato se encendió otra polémica, quizá la más apasionada, en torno a su figura.

Como era de esperarse, el exilio cubano se lanzó a las calles en el sur de Florida a celebrar, aunque estuvieran al filo de la madrugada del sábado 26 cuando se conoció la noticia.

Los locutores de radio y televisión repetían “Ahora sí es cierto, murió Fidel”. Y es que el líder de la llamada revolución cubana había sido “asesinado” –figurativamente hablando- más de una vez por los noticiarios y los rumores.

No se sabe –y quizá jamás se podrá saber- si estas muertes ficticias se debieron al profundo deseo de sus adversarios de que esto sucediera o a potes de humo lanzados por el mismo gobierno castrista, al cual se le atribuye una de las redes de propaganda más perversamente eficaces de todos los tiempos.

Lo cierto es que, como es usual, desde la isla caribeña reinó el mayor hermetismo, como es de esperar en un régimen altamente controlador. El mensaje del actual presidente, Raúl Castro –un personaje designado en forma hereditaria, como si se tratara de una dinastía- y los posteriores cables noticiosos anunciando las honras fúnebres y los lutos correspondientes, con toda la megalomanía que podía esperarse hacia una figura que hizo girar a su alrededor la vida de los cubanos por casi 58 años. Y no sabemos qué tanto seguirá girando en torno suyo de aquí en adelante; pero nos atrevemos a pensar que, por un rato, seguirá siendo así.

En todo caso, este hombre se salió con la suya: se hizo con el poder de Cuba y no lo soltó mientras tuvo vida. Su voz se volvió la única y avasalló todo lo que no se pareciera a él. Fue fracturando a sus enemigos sin piedad alguna e incluso, cuando la edad y la salud no le dieron para más, fue su dedo el que designó a su sucesor, nada menos que el hermano menor, el más fiel el mismo que lo acompañó en toda su aventura de conquista y sojuzgamiento de una patria.

Llegó para liberar a un pueblo, pero no se quiso ir. Algo que suele suceder con todos los que hacen promesas grandilocuentes. Negó ser comunista, pero al poco tiempo de haberse hecho con el poder, abrazó públicamente esta ideología. ¿Un brusco y radical cambio de opinión? Lo dudamos. ¿Un plan de dominación para que el trono nunca escapara de sus manos? Es más posible.

Prometió unas elecciones que jamás llegaron. Trepó hasta la cumbre en hombros de un discurso que prendía redimir a los pobres pero los multiplicó. Echó mano en sus encendidos discursos de la desigualdad que asolaba a su país, pero terminó igualando hacia abajo. 

Mientras la Calle 8 de Miami reventaba en una fiesta, en La Habana se vivía un luto que para muchos fue impuesto. Las manifestaciones de mandatarios de todos los rincones del mundo respecto a la muerte del caudillo, tuvieron los más variopintos colores. Desde el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump, quien lo calificó sin ambages de dictador, hasta la chilena Michelle Bachelet, que no titubeó en señalarlo como referente de dignidad.

En los matices intermedios, declaraciones más o menos prudentes, ofreciendo condolencias a la administración habanera.

Desde nuestro punto de vista, es un referente, sí. Pero de lo que no se debe hacer. Mal podemos quienes hemos escogido la política como vocación, tomar seriamente a un individuo que fue implacable con quienes no pensaron como él.

Sí, no debemos olvidar a Castro. Pero debe ser recordado como el hombre que pactó con la Unión Soviética para instalar en su patria misiles que apuntaban a Washington, colocando al mundo a un paso de la Tercera Guerra Mundial, una conflagración de consecuencias impredecibles, tras haberse logrado éxito en la detonación de armamento nuclear.

Un ser humano que estuvo dispuesto literalmente a cualquier cosa por ser el amo, que era capaz de lanzarse en discursos de horas y más horas, mostrando en ellos las dimensiones de su ego. Un hombre que solamente vivió para exportar su modelo de sojuzgamiento y para buscar aliados en su juego de poder por el placer del poder mismo; un poder que estuvo muy lejos de servir para que la gente saliera de la pobreza sino que, muy por el contrario, se sirvió de la misma para mantenerlos sometidos.

El siglo XXI tendrá que agradecerle a Fidel Castro el ser un perfecto referente para huir en la dirección contraria, si es que de verdad tenemos el propósito de que nuestra patria progrese y alcance el desarrollo de su mayor potencial. No lo olvidemos, que permanezca para siempre en nuestros libros de historia.

viernes, 25 de noviembre de 2016

"Un retraso inquietante"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La petrolera estatal venezolana Petróleos de Venezuela ha atraído sobre sí la atención de los mercados financieros mundiales, al difundirse la noticia de que presuntamente no habría cumplido con recientes pagos pendientes de sus bonos, según reconocidas fuentes informativas.

En contrapartida, la empresa en cuestión emitió un comunicado de prensa en el cual aseveran que la mayoría de esos compromisos sí se habían cumplido y que los que faltaban por ejecutarse se contratarían dentro de un periodo prudencial.

“Se informa a todos los tenedores de los Bonos PDVSA con vencimientos al 2021, 2024 y 2026, que, de acuerdo con las condiciones preestablecidas en los papeles emitidos en noviembre de 2011, noviembre de 2013 y mayo de 2014 respectivamente, ya se efectuaron los pagos de intereses, correspondientes al semestre terminado en noviembre de 2016”, es lo que informa escuetamente la petrolera estatal en una nota informativa.

Sin embargo, la nota que citamos también señala que “En relación con el Bono PDVSA con vencimiento al 2035, emitido en mayo de 2012, se informa que el pago de intereses, correspondiente al semestre terminado en noviembre de 2016 se encuentra en proceso de ejecución, según los términos y condiciones que establecen los lapsos previstos en esa emisión”. Con lo expuesto, queda abierta la observación al cumplimiento de esta última obligación, la cual está pendiente hasta el momento, según la misma empresa.

Más allá de las paranoias guerreristas del liderazgo oficialista, algún inusual movimiento –o quizá más bien la ausencia del mismo- llamó la atención de quienes siguen estas transacciones y despertó una suerte de alerta amarillo sobre la otrora prestigiosa petrolera.

Lo cierto es que, en paralelo, reportes del pasado lunes 21 de Citi - agente de pagos- y de Clearstream, Pdvsa solo ha pagado 135 millones de dólares del bono Pdvsa 2026 de cupón 6 %, mientras que los otros fondos aún están pendientes. Quedará por ver si el pago que la petrolera alega haber realizado es este que citamos y que sería parcial.

Un asunto inquietante es que según la misma fuente, “Pdvsa no ha respondido a nuestras llamadas o correos electrónicos", y sobradamente se sabe que en medio de una situación tan delicada, la comunicación y dar la cara son acciones imprescindibles.

Si bien es cierto que aún no habría por qué alarmarse y que existe un período de gracia para hacer dichos pagos, las conjeturas comienzan a multiplicarse internacionalmente, ante el bien conocido y complejo panorama de nuestro país, en medio del cual sucede este desencuentro.

Es cierto que sí existe un período de gracia para postergar hasta por 30 días el pago en cuestión, el cual asciende a aproximadamente 539 millones de dólares y corresponde a intereses de los bonos con vencimientos en los años 2021, 2024 y 2035, según la firma JP Morgan en una nota que emitió para sus clientes.

Sin embargo, hay que recordar como antecedente, que el actual gobierno ha sido sumamente cuidadoso con sus obligaciones financieras internacionales, incluso sacrificando el bienestar interno del país para cumplir con sus acreedores, en una decisión que desdice sus prédicas contra lo que denominan el “capitalismo salvaje”, con el cual habían cumplido de manera inmaculada, al menos hasta ahora.

Por lo tanto este compromiso que, a decir de varios informantes ha caído en mora desde la semana pasada, tiene aún el chance de ponerse al día sin que ello se considere como un incumplimiento. Mientras esperamos a ver qué va a suceder en este caso, es imperativo pasearse por algunas consideraciones.

Nuevamente se produce un forcejeo informativo entre importantes fuentes del tema y las instancias gubernamentales venezolanas, reiterando el desgastante enfrentamiento que existe entre la administración actual y entes con quienes las relaciones deberían ser cordiales, por mutua conveniencia.

La visión militarista del universo que se empeñan en adelantar quienes hoy gobiernan, hace mucho más mal que bien al país. La pugna constante quizá sean vistos por algunos como terreno fértil para sacar ganancias –no podemos imaginar cuáles serían- mientras en paralelo cosechamos numerosos contratiempos.

Por ejemplo, el daño que se le ha hecho a la reputación del país ya que cualquier visión que acreciente el riesgo asociado a nuestra patria, será pagada en dinero contante y sonante; bien sea en aumento de intereses de nuestros compromisos financieros, directamente proporcionales al riesgo-país que representemos; o simplemente en el ahuyentamiento de eventuales inversiones que podrían tocar a nuestras puertas, pero prefieren no hacerlo ya que pueden optar por territorios menos belicistas y donde las reglas del juego estén más claras. Y sobretodo, donde se respeten.

viernes, 18 de noviembre de 2016

“Diálogo”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El nuevo espacio de diálogo que se ha abierto en Venezuela entre el gobierno y las fuerzas alternativas democráticas, ha sido objeto de una enorme polémica. Y no es para menos, porque tanto quienes aupamos esta iniciativa como quienes la condenan, sí estamos de acuerdo en algo: nos estamos jugando al país como nunca antes.

Como siempre solemos decir en este espacio, la circunstancia tiene dos lecturas posibles y queda de nosotros el ver el vaso medio lleno o medio vacío. Obviamente, nosotros optamos por lo primero.

Quienes no lo perciben así, aseguran que se ha cedido ante el oficialismo justamente en un momento en el cual quienes no creemos en la autodenominada revolución, habíamos sumado un capital político enorme, el cual se demostró en las elecciones parlamentarias, la convocatoria a firmar para activar el referendo revocatorio y las más recientes manifestaciones de calle.

Y he aquí otro punto en el cual los discordantes estamos de acuerdo. La acera contraria a la tolda roja suma hoy más venezolanos que nunca.

Sin embargo, el punto de discusión es: ¿realmente cedimos ese capital político? ¿O lo estamos utilizando para abrir puertas a una solución que sea lo menos traumática posible? Preferimos anotarnos en la segunda respuesta.

Porque, más allá de que el rechazo a la opción que nos gobierna haya alcanzado máximos históricos, hay que tener en cuenta que ello se debe al intolerable deterioro de la calidad de vida de los venezolanos, quienes se encuentran hostigados por delincuencia, inflación y falta de medicinas; en medio del panorama más complejo que recuerde Venezuela en su historia republicana.

En algo más estamos de acuerdo todos –incluyendo a una buena tajada del chavismo- la realidad se está llevando por delante a este inviable proyecto político. Y eso es algo que sabemos que incluso hablan por debajo de cuerda muchos líderes rojos-rojitos que reconocen en voz baja el estruendoso fracaso de esta propuesta desquiciada que lanzó a nuestra patria por un precipicio.

Hemos sumado un gran activo a nuestra causa, y nos ha costado literalmente sangre, sudor y lágrimas: la opinión pública mundial entiende claramente las dimensiones de la crisis venezolana. La realidad ha desbordado sobradamente el laborioso lobby que el Ejecutivo nacional ha hecho por tantos años en escenarios internacionales, intentando pintar una Venezuela de cuentos de hadas que solamente es posible por obra y gracia de la magia revolucionaria.

Y que por supuesto, solamente existe en una narrativa construida en los laboratorios del régimen para ganar el favor de actores internacionales, que hoy se encuentran desengañados y más claros que nunca en cuál es la verdadera realidad venezolana, a punta de leer los estruendosos titulares que nos dedica la prensa mundial y que rayan en lo insólito. Pero que son demoledoramente ciertos.

No hay que olvidar que tenemos en esta iniciativa, la presencia del Vaticano. Y eso no es poco, ya que no solamente estamos hablando de una entidad que representa la máxima autoridad para los católicos del mundo, sino de uno de los más avezados y experimentados actores diplomáticos del planeta.

Que Su Santidad el Papa Francisco haya accedido a involucrarse en la búsqueda de una solución a la compleja situación nacional, indica que hemos llegado al llegadero. El caos del país llegó a las mayores instancias mundiales.

Y estamos sentados a esa mesa con todos los activos que señaláramos líneas más arriba. El gobierno lo sabe. Y es por ello que, acostumbrado a atropellar y avasallar, prefiere sin embargo dialogar. Todos los venezolanos estamos con el agua al cuello, incluyendo –y muy especialmente- a quienes hoy ostentan el poder.

Y ojo, que el liderazgo que representa a la oposición está meridanamente claro en la enorme fuerza que representa la venezolanidad colmada y saturada de vivir mal. Y los poderosos también lo saben. Eso está presente en las negociaciones. Y es el combustible que las empuja.

La presión y la protesta no están descartadas por los líderes. Y mal podrían descartarse cuando no son inducidas; sino, muy por el contrario, totalmente orgánicas y con vida propia.

Se ha llegado a acuerdos porque el escenario se plantea distinto por primera vez en mucho tiempo. Y hay que darle el voto de fe a lo que está sucediendo, por encima de las lógicas impaciencias que acarrea la creciente crisis, que avanza a paso de vencedores, ahorcando a la ciudadanía.

Desde aquí no creemos que el gobierno desee algo tan simple como “comprar tiempo”. De ese lado de la calle están los primeros que tienen bien calibrada la gravedad de la situación. Y son ellos quienes deben estar deseando más que nadie escapar de ese callejón sin salida creado por sus propios despropósitos.

jueves, 10 de noviembre de 2016

“La era Trump”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Los resultados de las recientes elecciones presidenciales en Estados Unidos, dan una vuelta de hoja a la geopolítica mundial. Y no cualquier vuelta de hoja.

La nación del norte asistió a una de las más pugnaces campañas electorales, protagonizada por la ex primera dama Hillary Clinton y el empresario Donald Trump. Como ya es conocido por todos, la decisión de la gente favoreció a este último.

Muchos se preguntan el por qué de este resultado. Y no es que el señor Trump no presente un perfil interesante como para dirigir la nación más poderosa del planeta. Ha sido un inversionista exitoso y un hombre de medios polémico, que ha tenido una relación de amor y odio con la prensa, lo cual a final del día le ha dado centimetraje.

Sin embargo, también se ha destacado por su carácter pendenciero y grandilocuente, despertando pasiones por doquier. Amores y odios han sido sembrados por donde ha transitado.

Entre sus defensores, muchos alegan que ha construido un imperio a pulso, con un pragmatismo que algunos consideran ejemplar. Otros, cayendo en el subjetivo y relativo campo de la ética, critican sus actuaciones con el mismo fervor con el que otros tantos lo defienden.

Del otro lado del ring, la señora Clinton demostraba un curriculum más acorde con lo que suponemos debería ser la trayectoria de una aspirante a la presidencia, tanto en lo académico como en su actuación laboral y finalmente como la mujer al lado de Bill Clinton, otro personaje que coronó su carrera política al arribar a la Casa Blanca.

El rechazo al magnate fue elevado y se hizo sentir. Las condenas a sus altisonantes declaraciones abundaron y se alertó sobre el temor de que el pernicioso divisionismo se hubiera sembrado en una nación que presume de abrir sus brazos a todos los inmigrantes y de estar construida sobre la tesonera labor de ellos.

¿Por qué entonces, sucedió lo que sucedió?

Hay un factor importante y es la pendularidad de la política estadounidense. Pensar en un tercer período consecutivo de los demócratas, era lo que en EEUU se conoce como “wishful thinking”, algo así como confundir lo que se desea que suceda con lo que es probable que realmente suceda, y darlo por un hecho.

Para muchos, esto es un factor subterráneo poco considerado. Por mucho que los demócratas hubieran conseguido al mejor candidato de la historia y por mucho que los republicanos tuvieran al peor, esta pendularidad iba a ser un factor decisivo.

Queda otro asunto a destacar entre tantos que se deben desmenuzar para entender los resultados, y es el hecho de que las encuestas que daban por ganadora a la señora Clinton se hayan equivocado. 

Y es que míster Trump encarnó ese fenómeno de lo políticamente incorrecto que lleva votos para la casa.

No está bien tomarla contra las minorías ni hacer gala de un discurso prepotente; pero como bien sabemos los venezolanos, aquello de “divide y vencerás” tiene sus momentos de moda en la política.

Y no son pocos los analistas que consideran que el ganador llega a la Casa Blanca surfeando una marejada de votos encubiertos, porque para muchos no estaba bien reconocer públicamente que este hombre fuerte resultaba seductor, más allá de sus reconocidos excesos.

¿Hubo machismo en la decisión de los votantes? Es un factor que no debe ser dejado de lado. Era muy plausible que el mundo entero fuera testigo del trascendental paso de entregar el cargo político más relevante del planeta a una dama. Pero el rechazo sexista a esta idea también podía estar presente, aunque suficientemente bien camuflado como para no ser detectado por las más agudas encuestas.

¿Y qué nos espera en la era Trump? Comienzan las conjeturas. ¿Se parecerá el presidente que asuma en la oficina oval al candidato que hizo arder Troya en la campaña? ¿O nos sorprenderá con un giro inesperado, como ya ha sucedido unas cuantas veces en cualquier rincón del mundo?

Hay quienes apuestan a que hubo una estrategia de decir lo que la gente quería escuchar, para acceder a la posición de poder más apetecida de todas, y luego allí abstenerse de patear el tablero. Eso esperamos.

Porque este multimillonario, que lo ha tenido todo, ahora sí puede afirmar que se concedió el mayor de sus deseos. El asunto está en que –sin ser melodramáticos- tiene el destino de la humanidad en las manos. Quizá pueda y deba tener la astucia de rodearse de quienes sepan más que él y aprovechar la circunstancia para satisfacer su ambiciones sin perder de vista el delicado juego en el que ahora está medularmente involucrado.

Cabría rescatar y parafrasear la afirmación que consagrase al ex embajador estadounidense en Venezuela, John Maisto, cuando señaló que a Hugo Chávez –otro tremendista de la política- no había que creerle lo que decía, sino lo que hacía.

Esperemos pues, por los hechos de la era Trump.

viernes, 4 de noviembre de 2016

¿Otra vez diálogo?

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Ante los acontecimientos que han cambiado el panorama político de Venezuela en los últimos días, esta es la pregunta que se escucha: ¿Nuevamente vamos a ir a un diálogo? La respuesta es sí.

Ciertamente, el mapa que se había trazado recientemente, se ha modificado con la suspensión de la recolección del 20% de las firmas del padrón electoral que estaba prevista para finales del mes de octubre.

Una noticia que cayó como baño de agua helada para la inmensa mayoría de los venezolanos y que llevó a la Mesa de la Unidad Democrática a trazar una nueva estrategia, cuya médula fue convertir la jornada de recolección de firmas en un día de protesta contra la nueva confiscación de otro derecho a los venezolanos.

Sí, tienen toda la razón quienes recuerdan amargamente los otros fallidos intentos de diálogo entre el ya añejo gobierno revolucionario y la alternativa democrática. Fueron arduas diligencias que no condujeron a nada y la mejor prueba de ello es lo que estamos viviendo hoy.

Una nación que ha llegado a índices de pobreza jamás imaginados, con una fuerza productiva paralizada, afectada por la escasez de alimentos y medicinas y por si fuera poco, agobiada por una criminalidad que mantiene en pánico a la población.

Son las consecuencias de un modelo errado de gobierno que se ha mantenido por dieciocho años y que nos ha conducido sin cargo de conciencia alguno por el más equivocado de los caminos, desoyendo las advertencias de quienes alegaban, argumentos en mano, que estábamos siendo empujados al despeñadero.

Pero a favor del nuevo episodio de diálogo, tenemos muchas cosas que decir. La primera de ellas, aunque resulte un contrasentido, es el estado crítico en el cual se halla hoy nuestra nación. A quienes hoy administran al país poco margen les queda para pretender seguir haciendo su voluntad, con los resultados que arroja el estrepitoso fracaso de la gestión que se autodenomina “del pueblo”.

Por ello, su base de apoyo real es ínfima, muy a diferencia de tiempos pasados, cuando la esperanza, la propaganda, el dinero hábilmente lanzado a la calle y el carisma del fallecido mandatario Hugo Chávez obnubilaban los cálculos del negro futuro que esperaba a Venezuela si seguíamos por esa senda.

Y ese es el capital que acumula hoy la MUD, medido, por si fuera poco, en las más recientes elecciones parlamentarias y en masivas citas de calle, como lo fueron la primera recolección de firmas del 1% y la manifestación del pasado primero de septiembre.

Es a ello a lo que teme el gobierno. Es por eso que se ha torpedeado de todas las maneras posibles la consecución de un derecho ciudadano, como lo es la realización de un referendo revocatorio presidencial consagrado en la Constitución Nacional.

Y es por ello que una amplia base que aupó al chavismo en el pasado, se ha desplazado hacia apoyar otra solución a la tragedia que padecemos; la cual, no por urgente, deja de ser democrática y constitucional. Y esa es quizá una de las peores tragedias del oficialismo: el haber dejado de leer que hasta sus propias bases quieren borrón y cuenta nueva en un país colapsado.

En síntesis, este es otro diálogo, sí. Pero queremos subrayar la palabra “otro”. Es diferente, con las circunstancias cambiadas, con un gobierno que sabe que tiene el agua al cuello y con una ciudadanía unánimemente harta de tanta improvisación, tantos errores, tanta mala fe.

También con unas fuerzas alternativas democráticas que han demostrado una y otra vez que las masas están de su lado, simplemente por un asunto de justicia y del más elemental sentido común.

Hay quien critica el hecho de que nuestros representantes se sienten a dialogar cuando, a ojos vista, tienen a la fuerza de su lado. Justamente por eso es que hay que sentarse. Porque ya hemos dado suficientes demostraciones de músculo entre las pasadas elecciones parlamentarias y el recién finalizado mes de octubre.

Y el funcionariado rojo, a su vez, ha quedado al descubierto con su accionar desatinado, con sus declaraciones altisonantes y con su inocultable nerviosismo. Las cartas están sobre la mesa.

También es una noticia digna de ser aplaudida, el interés que el Papa Francisco ha tomado en el asunto. No es poco que sea, por cierto, la primera vez que el sumo pontífice de la Iglesia católica sea un latinoamericano, conocedor y sensible a los sinsabores que asolan a nuestro continente y de los cuales hoy Venezuela es la víctima más martirizada. Martirizada justamente por quienes habían jurado redimirla.

Quienes están en contra del diálogo entresacan de sus argumentos –y no sin razón- el rosario de dolores que han padecido tantos y tantos venezolanos en estas casi dos décadas de desaciertos. Y nosotros les respondemos: ¿queremos que ese sufrimiento nos siga espoliando?

jueves, 27 de octubre de 2016

“Unidad definitiva”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La insostenible situación que padece Venezuela ha llegado sin duda a un punto de no retorno. El hecho de que todas las instituciones del país hayan cerrado filas para obstaculizar el referendo revocatorio presidencial, al cual los venezolanos tenemos derecho gracias a nuestra Constitución Nacional, deja claro que en nuestro país no hay independencia de poderes.

A esta afirmación se le escapa la honrosa excepción de la Asamblea Nacional, elegida recientemente, ya en el clímax del desencanto que padecemos todos los venezolanos, ante las desatinadas actuaciones de un gobierno devorado por su propia impericia, y en un evento electoral en el cual privó sin duda el voto castigo, una sanción meridianamente clara para quien han traicionado el mandato popular que recibieron tiempo atrás y que no han sabido honrar.

Sin embargo, hoy no solamente estamos todos de acuerdo en que hay que colocar un punto final legítimo y constitucional a esta equivocación histórica. Además se nos unen gruesas masas que hasta ayer creyeron en un proyecto que enarboló las banderas de la reivindicación del pueblo y que en el camino se desvió hacia ideologías atrasadas y hacia utilizar las más fabulosas riquezas de nuestra historia para atornillarse indefinidamente en el poder, aún a costa del hambre, de la salud y de la vida de los venezolanos.

Y volviendo al patrimonio democrático que los venezolanos de hoy tenemos en nuestro nuevo parlamento, no olvidemos que es la institución más legítima del país, al ser elegida por el voto popular y no designada a dedo; amén de que dicha votación es reciente y por lo tanto interpreta el sentir actual de la ciudadanía.

En manos de nuestros diputados está el exigir cuentas a los demás poderes, incluida la Presidencia de la República, cada vez que se desvíen de la fidelidad al mandato popular que los colocó donde están, como es el caso de la lamentable situación que hoy acontece.

Corresponde el blindaje de esta institución a la ciudadania, a la misma que la puso donde está, e incluso a quienes no votaron por ellos pero no por ello dejan de respetar los valores democráticos y justamente por eso se sienten cada vez menos representados por quienes hoy gobiernan.

Decisiones como adelantar un juicio político contra el Presidente de la República o solicitar a la OEA la activación de la Carta Democrática, no solamente son legítimas y entran dentro de las prerrogativas parlamentarias; sino además nos confirman que ya se han agotado todas las vías previas de rescatar al país del precipicio hacia el cual se dirige sin control.

Es triste que del lado oficialista se haya respondido al callejón sin salida que ellos mismos han creado, aupando y aplaudiendo una irregular toma del hemiciclo del Palacio Federal Legislativo, la cual dejó claro ante el mundo cuáles son las amenazas que enfrenta la democracia venezolana.

En este momento decisivo de la historia de Venezuela, debemos rescatar sin embargo una buena noticia: por primer vez parece que todos los venezolanos remamos hacia el mismo rumbo.

Si algo ha sido capaz de producir eficientemente la actual administración, es un nivel de ansiedad y desesperación en todos los venezolanos, que es sencillamente imperdonable. Entre quienes adversamos toda esta situación, se han diferenciado dos claras tendencias: la de quienes hacemos todo lo posible por comprender el complejo problema y bordar una solución que genere el menor trauma posible y sea sostenible en el tiempo; y otra, la que nunca respaldaremos, la de quienes colocan la urgencia de cambiar este estado de cosas por encima de los necesarios pasos a seguir.

Han sido lamentables los desencuentros entre los venezolanos que queremos los mismos objetivos de bien para la patria; pero visualizamos su consecución mediante itinerarios diferentes.

La buena noticia es que todos los venezolanos demócratas, de todas las tendencias y pareceres, estamos claros en la necesidad de ejercer nuestro derecho de manifestar pública y masivamente nuestra exigencia de cambio.

La confiscación de derechos por parte de quienes no han sabido administrar el poder, está colocando en los límites a la ciudadanía venezolana, la misma que ya sabe que no le queda otra salida que no sea el apelar a las maneras que la Carta Magna establece para poner cese a una propuesta política que no ha podido crear bienestar y se ha empeñado en un ciego proyecto propio.

No han mirado a los lados, están ignorando el dolor de la patria que dicen defender, mientras se empeñan en mirar su propio ombligo y persisten en juntarse con “amistades peligrosas”, como diría la canción.

Aún estamos a tiempo, el referendo revocatorio puede realizarse a corto plazo y es la solución pacífica e inmediata que la unidad de todos los venezolanos reclama con urgencia.

viernes, 21 de octubre de 2016

"Perseverantes"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Cuando estamos a la vuelta de la esquina de la recolección de las firmas del 20% del padrón electoral venezolano para solicitar el Referendo Revocatorio Presidencial, los sentimientos son encontrados.

Nadie puede negar que la decisión del Tribunal Supremo de Justicia, de que esta cifra deba ser recaudada en cada uno de los estados y no como una sumatoria nacional, es un amargo revés.

Y no lo decimos porque sea imposible llegar a esta meta –estamos seguros de alcanzarla y superarla- sino porque seguimos conviviendo con la injusticia. 

La lógica es también el alma de la ley, y si un Presidente se proclama como tal por los votos alcanzados en todo el país, lo mismo debería proceder con la activación del referendo revocatorio para ese cargo.

Pero, "La falta de recolección de ese porcentaje en cualquiera de los estados o del Distrito Capital, haría nugatoria la válida convocatoria del referendo revocatorio presidencial", según aseguró el TSJ en su página web.

La decisión de la Sala Electoral de la principal corte de nuestro país, prosigue asegurando que la recolección de las manifestaciones de voluntad debe ser regional ya que "no constituye en ningún caso, por consiguiente, ni una consulta, ni un referendo, ni un plebiscito", en el que "sí participa la totalidad del padrón electoral". La quinta pata del gato. 

Pero repetimos, estamos seguros de que vamos a alcanzar de lejos esa cifra e incluso a superarla cómodamente. ¿De dónde nace esta seguridad? Pues básicamente del hecho de que injusticias como la comentada atentan contra el sentido de lo justo que tiene el venezolano. 

Y también del hecho de que, mientras más obstáculos pongan a la cita referendaria, más nos están reafirmando que los números están de nuestra parte. 

Creemos, por demás, que ya existe un revocatorio moral y que ya está ganado. Así se confirma con la masiva convocatoria de la recolección de las firmas del 1% del padrón electoral; así como también con aquella manifestación del pasado 1 de septiembre que quedará para la historia. 

Ambas citas abundaron en obstáculos que no podemos dejar de condenar, porque confiscan el derecho de los venezolanos que son objeto y víctimas de maniobras. Pero son esos justamente los compatriotas que sienten bajo su piel hervir la ira y la indignación de ser tratados como hampones por el simple hecho de exigir lo que les garantiza la Constitución Nacional. Y el puntaje a favor de la salida constitucional y democrática crece como la espuma, alimentado apunta de torpeza gubernamental. 

En todo caso, es con este escenario que vamos a la próxima recolección de firmas los días 26, 27 y 28 de octubre. Ya sabemos contra qué luchamos, y guerra avisada no mata soldado. Ya no hay sorpresas y nuestras previsiones están tomadas. Tenemos un liderazgo escogido por nosotros mismos y en el cual confiamos, no porque nos abandonemos como ovejas necesitadas de un pastor, sino porque sabemos que son personas que saben interpretar las urgencias del pueblo que parten desde sus bases mismas.

Del lado contrario no hay sorpresas. Repiten el mismo guion que ya todos nos sabemos. Y sobre todo, lucen agotados, disminuidos, con un desgaste que es la consecuencia de actuar a contrapelo de lo que la lógica y el sentido de justicia dictan. 

Y este cansancio al cual hacemos mención se evidencia en los discursos, de las palabras, de las ideas que dejan entrever no solamente agotamiento sino también desesperación. La máscara ya no se puede sostener más y se cae sola, muy en contra de la voluntad de quienes intentan aún esconder sus verdaderas intenciones tras ella. Intenciones que al día de hoy están totalmente descubiertas y que por ello han generado mayoritariamente el rechazo nacional e internacional.

Es un ejercicio de sentido ciudadano el salir tercamente entonces a firmar. Con más razón aún sabiendo de antemano los obstáculos que nos han puesto y nos van a poner. E invitando a todo nuestro entorno a salir a ejercer el mismo acto cívico al cual tenemos derecho. Porque es un reto sobrepasar todos los obstáculos, para demostrar que la urgencia de cambio es mucho mayor que ese muro de contratiempos construido con tan escasa buena fe. 

La percepción de fracaso es una tarea en la cual se empeñan quienes niegan una salida a la actual crisis venezolana y caer en ella es hacerles el juego. Especialmente cuando todos sabemos por experiencia de nuestro día a día cuál es la voluntad mayoritaria de quienes nos rodean. 

Salgamos, firmemos, invitemos gente, llevémosla. Equipémonos, preparémonos, que sabemos lo que viene., nadie dijo que fuera fácil. Sí, es difícil, más no imposible. Y demostremos de qué estamos hechos los venezolanos, porque a más obstáculos, más perseverancia desplegamos.

viernes, 14 de octubre de 2016

"Los precios del petróleo"

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Todos los venezolanos conocemos un dicho escatológico –aunque gráfico-, el cual denota la mala puntería de alguien. Es algo así lo que está sucediendo con el gobierno venezolano en sus muy vanos intentos por subir a como dé lugar los precios del petróleo.

El comentario viene a propósito de la visita del presidente de la República, Nicolás Maduro,  a Turquía, donde participó del vigésimo tercer Congreso de Energía Mundial en Estambul. La agencia de noticias rusa Sputnik, recoge las palabras de celebración del mandatario sobre su gestión: "Todo un éxito nuestra visita a Turquía", dijo a medios internacionales, tras ofrecer un balance de las reuniones, según informó en su cuenta de Twitter el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas.

Sin embargo, nos permitimos dudar, y ello se debe a que las alzas y bajas del petróleo, se deben a bastante más factores que a giras, visitas y acuerdos.

En el pasado, el fallecido presidente Hugo Chávez atribuyó el alza de los precios del hidrocarburo a su agresiva política exterior, sin tener en cuenta una compleja situación geopolítica mundial que empujó aquellos fabulosos precios que no volverán, como se diría en cualquier comercial de televisión. El problema –otro entre tantos- está en que los mismos que inventaron ese discurso, parecen creérselo y hoy aplican una fórmula supuestamente comprobada, pero no tienen éxito.

Sobre el tema, el portal noticioso de Globovisión recoge una frase de Maduro: "Los dueños del petróleo debemos tener el papel de mando en los nuevos mecanismos y garantizar un nuevo ciclo de precios".

Y es un gran problema creer que los precios del petróleo se “mandan”, que la economía obedece órdenes. Ciertamente, existe un mecanismo que es la Organización de países Exportadores de Petróleo, OPEP; que en el pasado, actuando colectivamente como uno solo, logró incidir en los precios petroleros. Pero también es verdad que esa incidencia fue limitada, tuvo un techo, y que los grandes picos del precio de los combustibles se han debido a acontecimientos fortuitos e inesperados, en tanto y en cuanto escapan a la industria.

Industria que hoy por hoy, está por cierto mucho más atomizada al haber entrado al juego diversos actores nuevos, con intereses divergentes y difíciles de coordinar en una estrategia común.

Por otra parte, las realidades de los mismos países OPEP han cambiado y la divergencia de intereses también se siente allí.

Si todo esto fuera poco, debemos apuntar también que aquello de “sembrar el petróleo” que tanto se dijo en Venezuela y jamás fue materializado, sí se convirtió en acción en otras latitudes. Desde el alucinante progreso de Dubai hasta los sólidos ahorros de Noruega, nos recuerdan lo que pudimos ser pero no fuimos.

No son muchos los productores de crudo que se preocupan mayormente por la caída de sus ingresos, ya que supieron administrarse muy bien en tiempos de vacas gordas. Incluso, prefieren que los precios se desplomen porque así desaparecerán de la competencia jugadores menos preparados para la contingencia… como Venezuela.

Y no estamos hablando del imperio, ni de ningún otro fantasma o entelequia que pueda servir como justificación. Hablamos incluso de supuestos aliados, que los son hasta que dejan de serlo, como los dos perros que se consiguen un hueso en el camino. Recordemos, y aquí lo hemos dicho: los países no tienen amigos ni enemigos, sino intereses.

¿A qué se debe la urgencia de los funcionarios nacionales por elevar los precios a como dé lugar? Vaya si lo sabremos los venezolanos, con la colección de penurias que estamos padeciendo.

El rosario de las equivocaciones venezolanas respecto a este asunto, se pierde de vista en nuestra historia, en los tempranos tiempos del siglo XX y tiene que ver con el nacimiento mismo de la industria y su fatal relación con la administración pública.

Y hoy, con una historia centenaria, no mejora nada este enfermo. Ya lo sabemos de sobra: somos un país monoproductor y monoexportador, y nadie ha hecho nada para remediarlo. Ni este gobierno, ni los anteriores, no se escuchó a venezolanos visionarios como Arturo Uslar Pietro y Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien llegó a referirse a nuestra principal riqueza como “el excremento del diablo”, en una visionaria frase de las desgracias que iba a acarrear a nuestra patria su mala administración.

Y así fue. No solamente ocurrió la adversidad, sino se dio el lujo de regresar y volvernos a encontrar desprevenidos, más mareados que nunca con los mayores ingresos por venta de petróleo de nuestra historia. Nadie previó el obvio rebote, como si nadie supiera de la industria en el gobierno. Y nadie, desde afuera, le va a lanzar salvavidas alguno a la mal administrada Venezuela. Si se cuenta con eso, están apuntando muy mal.