David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Todos los venezolanos conocemos
un dicho escatológico –aunque gráfico-, el cual denota la mala puntería de
alguien. Es algo así lo que está sucediendo con el gobierno venezolano en sus
muy vanos intentos por subir a como dé lugar los precios del petróleo.
El comentario viene a propósito
de la visita del presidente de la República, Nicolás Maduro, a Turquía, donde participó del vigésimo
tercer Congreso de Energía Mundial en Estambul. La agencia de noticias rusa
Sputnik, recoge las palabras de celebración del mandatario sobre su gestión:
"Todo un éxito nuestra visita a Turquía", dijo a medios
internacionales, tras ofrecer un balance de las reuniones, según informó en su
cuenta de Twitter el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas.
Sin embargo, nos permitimos
dudar, y ello se debe a que las alzas y bajas del petróleo, se deben a bastante
más factores que a giras, visitas y acuerdos.
En el pasado, el fallecido
presidente Hugo Chávez atribuyó el alza de los precios del hidrocarburo a su
agresiva política exterior, sin tener en cuenta una compleja situación
geopolítica mundial que empujó aquellos fabulosos precios que no volverán, como
se diría en cualquier comercial de televisión. El problema –otro entre tantos-
está en que los mismos que inventaron ese discurso, parecen creérselo y hoy
aplican una fórmula supuestamente comprobada, pero no tienen éxito.
Sobre el tema, el portal
noticioso de Globovisión recoge una frase de Maduro: "Los dueños del
petróleo debemos tener el papel de mando en los nuevos mecanismos y garantizar
un nuevo ciclo de precios".
Y es un gran problema creer que
los precios del petróleo se “mandan”, que la economía obedece órdenes.
Ciertamente, existe un mecanismo que es la Organización de países Exportadores
de Petróleo, OPEP; que en el pasado, actuando colectivamente como uno solo,
logró incidir en los precios petroleros. Pero también es verdad que esa
incidencia fue limitada, tuvo un techo, y que los grandes picos del precio de
los combustibles se han debido a acontecimientos fortuitos e inesperados, en
tanto y en cuanto escapan a la industria.
Industria que hoy por hoy, está
por cierto mucho más atomizada al haber entrado al juego diversos actores
nuevos, con intereses divergentes y difíciles de coordinar en una estrategia
común.
Por otra parte, las realidades de
los mismos países OPEP han cambiado y la divergencia de intereses también se
siente allí.
Si todo esto fuera poco, debemos
apuntar también que aquello de “sembrar el petróleo” que tanto se dijo en
Venezuela y jamás fue materializado, sí se convirtió en acción en otras
latitudes. Desde el alucinante progreso de Dubai hasta los sólidos ahorros de
Noruega, nos recuerdan lo que pudimos ser pero no fuimos.
No son muchos los productores de
crudo que se preocupan mayormente por la caída de sus ingresos, ya que supieron
administrarse muy bien en tiempos de vacas gordas. Incluso, prefieren que los precios
se desplomen porque así desaparecerán de la competencia jugadores menos
preparados para la contingencia… como Venezuela.
Y no estamos hablando del
imperio, ni de ningún otro fantasma o entelequia que pueda servir como
justificación. Hablamos incluso de supuestos aliados, que los son hasta que
dejan de serlo, como los dos perros que se consiguen un hueso en el camino.
Recordemos, y aquí lo hemos dicho: los países no tienen amigos ni enemigos,
sino intereses.
¿A qué se debe la urgencia de los
funcionarios nacionales por elevar los precios a como dé lugar? Vaya si lo
sabremos los venezolanos, con la colección de penurias que estamos padeciendo.
El rosario de las equivocaciones
venezolanas respecto a este asunto, se pierde de vista en nuestra historia, en
los tempranos tiempos del siglo XX y tiene que ver con el nacimiento mismo de
la industria y su fatal relación con la administración pública.
Y hoy, con una historia
centenaria, no mejora nada este enfermo. Ya lo sabemos de sobra: somos un país
monoproductor y monoexportador, y nadie ha hecho nada para remediarlo. Ni este
gobierno, ni los anteriores, no se escuchó a venezolanos visionarios como
Arturo Uslar Pietro y Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien llegó a referirse a
nuestra principal riqueza como “el excremento del diablo”, en una visionaria
frase de las desgracias que iba a acarrear a nuestra patria su mala
administración.
Y así fue. No solamente ocurrió
la adversidad, sino se dio el lujo de regresar y volvernos a encontrar
desprevenidos, más mareados que nunca con los mayores ingresos por venta de
petróleo de nuestra historia. Nadie previó el obvio rebote, como si nadie
supiera de la industria en el gobierno. Y nadie, desde afuera, le va a lanzar
salvavidas alguno a la mal administrada Venezuela. Si se cuenta con eso, están
apuntando muy mal.
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