David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Como era de esperarse, el
plebiscito recientemente celebrado en Colombia, ha traído reacciones
encontradas. Lo que no se esperaba era el resultado, y por ello, el tenor de
las opiniones que aparecen.
Lo que se jugaba no era poco. Se
sometía a la consulta con el pueblo un acuerdo de paz entre el gobierno de esa
nación y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Acuerdo largamente bordado y consultado, ante los ojos del mundo.
Se creía que los colombianos
votaran por el Sí, hartos de la violencia que los ha asolado por más de
cincuenta años y que ha desangrado su tierra.
Si bien unos y otros apostaban
por un mayor o menor porcentaje de votos por cada una de las dos opciones, eran
pocos los que ponían las manos en el fuego por la opción de que ganara el No. Y
eso fue lo que sucedió.
¿Qué lecturas podemos hacer de
estos hechos?
Como es usual, preferimos ver el
vaso medio lleno: nos parece que el vecino país ha dado pasos enormes en su
proceso. Solamente el haber llevado tan compleja y dolorosa situación a la
consulta plebiscitaria es un triunfo gigantesco. Y un triunfo que no se puede
adjudicar ninguna de las dos partes en forma individual. Es sin duda, un éxito
de los colombianos como gentilicio.
Luego, recordemos que jamás se
dijo que una de las dos opciones fuera a ganar cómodamente. Aunque se apuntaba
a que triunfara el sí, siempre se contemplaron márgenes estrechos. Esto quiere
decir que ninguna de las dos voluntades en pugna prevalece y, desde nuestra
humilde opinión, indica que hay que bordar mucho más estos diálogos de paz.
Desde la distancia observamos sin
duda alguna, que se empieza a transitar el sendero de una tranquilidad que va a
llegar a ser sólida. Y nos atreveríamos a decir que están bastante más que al
principio. Quizá ni los mismos afectados lo hayan medido.
Sin embargo, nos alineamos con lo
que piensan algunos analistas en cuanto a que, ni de lejos se trata de que
nuestros hermanos se hayan negado a votar por la paz. Esa es una interpretación
facilista y miope, por decir lo menos.
Lo sucedido, desde nuestro punto
de vista, simplemente quiere decir que hay una mayoría que no está de acuerdo
con el cómo, con la manera en la cual se está planteando esa paz. Y
ejemplarmente, el gobierno respeta el resultado, aunque el No haya superado al
Sí por un muy escaso margen.
En nuestra visión optimista sobre
el futuro de Colombia, nos parece entender que las fuerzas están equilibradas y
que eso obliga al entendimiento. Por lo tanto, la violencia definitivamente
está de plano fuera del tablero, más aún cuando ambos sectores involucrados ya
se dieron la mano en un evento comicial, el cual transcurrió pleno de civismo,
hecho que hace quedar muy claro ante todos los involucrados, que cualquier
acción menos que civil está absolutamente condenada al fracaso.
Según una interesante nota de BBC
Mundo, el “No” se impuso por miedo, que es, según cita –en la misma
publicación- a la profesora universitaria y periodista Ana Cristina Restrepo
“el gran elector en Colombia”.
La misma fuente concluye que hubo
más entusiasmo en el mundo que entre los colombianos. ¿Por qué? Piensan que se
debe a que aún hay demasiadas heridas y demasiado frescas. No es fácil voltear
la página en esas condiciones.
Algunos afirmaron que el voto de
nuestros vecinos se debe leer más bien como un “Así no”. La paz la quieren
todos, excepto las tradicionales minorías que medran ganancias de conflictos
bélicos y que son cifras prácticamente marginales cuando hablamos del desangramiento
de una patria.
Si tomamos en cuenta que las
conversaciones de La Habana dieron a luz un acuerdo de casi trescientas
páginas, el asunto se torna mucho más complejo que una afirmación o negación y
sin duda exige volver sobre esos acuerdos.
Otra de las consecuencias del
resultado inesperado –aunque algunos dicen que no tanto- es que la
polarización, ahora más patente en las tierras vecinas, erige a dos figuras
protagónicas, enfrentadas y de enorme potencia, como lo son el actual
presidente Juan Manuel Santos y el ex mandatario Alvaro Uribe.
Esperemos, desde todo el
continente, que ambos sepan administrar con sensatez el enorme caudal de
confianza que vastos sectores de la población les han depositado en las manos.
Se encuentran ante un país que ha madurado con el trabajo y que ha sabido
prosperar a pesar de la enorme adversidad que guarda en su seno. Un ejemplo
para el mundo.
La materia prima que sale de esta
experiencia para lograr la paz, literalmente vale oro. Sí se avanzó y hay
claridad sobre la dirección del viento. Todos seguimos atentos sobre el destino
de este proceso histórico tan cercano a nosotros, no solamente en lo físico y
lo económico, sino también en lo afectivo.
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