David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Ante los acontecimientos que han
cambiado el panorama político de Venezuela en los últimos días, esta es la
pregunta que se escucha: ¿Nuevamente vamos a ir a un diálogo? La respuesta es
sí.
Ciertamente, el mapa que se había
trazado recientemente, se ha modificado con la suspensión de la recolección del
20% de las firmas del padrón electoral que estaba prevista para finales del mes
de octubre.
Una noticia que cayó como baño de
agua helada para la inmensa mayoría de los venezolanos y que llevó a la Mesa de
la Unidad Democrática a trazar una nueva estrategia, cuya médula fue convertir
la jornada de recolección de firmas en un día de protesta contra la nueva
confiscación de otro derecho a los venezolanos.
Sí, tienen toda la razón quienes
recuerdan amargamente los otros fallidos intentos de diálogo entre el ya añejo
gobierno revolucionario y la alternativa democrática. Fueron arduas diligencias
que no condujeron a nada y la mejor prueba de ello es lo que estamos viviendo
hoy.
Una nación que ha llegado a
índices de pobreza jamás imaginados, con una fuerza productiva paralizada,
afectada por la escasez de alimentos y medicinas y por si fuera poco, agobiada
por una criminalidad que mantiene en pánico a la población.
Son las consecuencias de un
modelo errado de gobierno que se ha mantenido por dieciocho años y que nos ha
conducido sin cargo de conciencia alguno por el más equivocado de los caminos,
desoyendo las advertencias de quienes alegaban, argumentos en mano, que
estábamos siendo empujados al despeñadero.
Pero a favor del nuevo episodio
de diálogo, tenemos muchas cosas que decir. La primera de ellas, aunque resulte
un contrasentido, es el estado crítico en el cual se halla hoy nuestra nación.
A quienes hoy administran al país poco margen les queda para pretender seguir
haciendo su voluntad, con los resultados que arroja el estrepitoso fracaso de
la gestión que se autodenomina “del pueblo”.
Por ello, su base de apoyo real
es ínfima, muy a diferencia de tiempos pasados, cuando la esperanza, la
propaganda, el dinero hábilmente lanzado a la calle y el carisma del fallecido
mandatario Hugo Chávez obnubilaban los cálculos del negro futuro que esperaba a
Venezuela si seguíamos por esa senda.
Y ese es el capital que acumula
hoy la MUD, medido, por si fuera poco, en las más recientes elecciones
parlamentarias y en masivas citas de calle, como lo fueron la primera
recolección de firmas del 1% y la manifestación del pasado primero de
septiembre.
Es a ello a lo que teme el
gobierno. Es por eso que se ha torpedeado de todas las maneras posibles la
consecución de un derecho ciudadano, como lo es la realización de un referendo
revocatorio presidencial consagrado en la Constitución Nacional.
Y es por ello que una amplia base
que aupó al chavismo en el pasado, se ha desplazado hacia apoyar otra solución
a la tragedia que padecemos; la cual, no por urgente, deja de ser democrática y
constitucional. Y esa es quizá una de las peores tragedias del oficialismo: el
haber dejado de leer que hasta sus propias bases quieren borrón y cuenta nueva
en un país colapsado.
En síntesis, este es otro
diálogo, sí. Pero queremos subrayar la palabra “otro”. Es diferente, con las
circunstancias cambiadas, con un gobierno que sabe que tiene el agua al cuello
y con una ciudadanía unánimemente harta de tanta improvisación, tantos errores,
tanta mala fe.
También con unas fuerzas
alternativas democráticas que han demostrado una y otra vez que las masas están
de su lado, simplemente por un asunto de justicia y del más elemental sentido
común.
Hay quien critica el hecho de que
nuestros representantes se sienten a dialogar cuando, a ojos vista, tienen a la
fuerza de su lado. Justamente por eso es que hay que sentarse. Porque ya hemos
dado suficientes demostraciones de músculo entre las pasadas elecciones
parlamentarias y el recién finalizado mes de octubre.
Y el funcionariado rojo, a su
vez, ha quedado al descubierto con su accionar desatinado, con sus
declaraciones altisonantes y con su inocultable nerviosismo. Las cartas están
sobre la mesa.
También es una noticia digna de
ser aplaudida, el interés que el Papa Francisco ha tomado en el asunto. No es
poco que sea, por cierto, la primera vez que el sumo pontífice de la Iglesia
católica sea un latinoamericano, conocedor y sensible a los sinsabores que
asolan a nuestro continente y de los cuales hoy Venezuela es la víctima más
martirizada. Martirizada justamente por quienes habían jurado redimirla.
Quienes están en contra del
diálogo entresacan de sus argumentos –y no sin razón- el rosario de dolores que
han padecido tantos y tantos venezolanos en estas casi dos décadas de
desaciertos. Y nosotros les respondemos: ¿queremos que ese sufrimiento nos siga
espoliando?
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