David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Los resultados de las recientes
elecciones presidenciales en Estados Unidos, dan una vuelta de hoja a la
geopolítica mundial. Y no cualquier vuelta de hoja.
La nación del norte asistió a una
de las más pugnaces campañas electorales, protagonizada por la ex primera dama
Hillary Clinton y el empresario Donald Trump. Como ya es conocido por todos, la
decisión de la gente favoreció a este último.
Muchos se preguntan el por qué de
este resultado. Y no es que el señor Trump no presente un perfil interesante
como para dirigir la nación más poderosa del planeta. Ha sido un inversionista
exitoso y un hombre de medios polémico, que ha tenido una relación de amor y
odio con la prensa, lo cual a final del día le ha dado centimetraje.
Sin embargo, también se ha
destacado por su carácter pendenciero y grandilocuente, despertando pasiones
por doquier. Amores y odios han sido sembrados por donde ha transitado.
Entre sus defensores, muchos
alegan que ha construido un imperio a pulso, con un pragmatismo que algunos
consideran ejemplar. Otros, cayendo en el subjetivo y relativo campo de la
ética, critican sus actuaciones con el mismo fervor con el que otros tantos lo
defienden.
Del otro lado del ring, la señora
Clinton demostraba un curriculum más acorde con lo que suponemos debería ser la
trayectoria de una aspirante a la presidencia, tanto en lo académico como en su
actuación laboral y finalmente como la mujer al lado de Bill Clinton, otro
personaje que coronó su carrera política al arribar a la Casa Blanca.
El rechazo al magnate fue elevado
y se hizo sentir. Las condenas a sus altisonantes declaraciones abundaron y se
alertó sobre el temor de que el pernicioso divisionismo se hubiera sembrado en
una nación que presume de abrir sus brazos a todos los inmigrantes y de estar
construida sobre la tesonera labor de ellos.
¿Por qué entonces, sucedió lo que
sucedió?
Hay un factor importante y es la
pendularidad de la política estadounidense. Pensar en un tercer período
consecutivo de los demócratas, era lo que en EEUU se conoce como “wishful
thinking”, algo así como confundir lo que se desea que suceda con lo que es
probable que realmente suceda, y darlo por un hecho.
Para muchos, esto es un factor
subterráneo poco considerado. Por mucho que los demócratas hubieran conseguido
al mejor candidato de la historia y por mucho que los republicanos tuvieran al
peor, esta pendularidad iba a ser un factor decisivo.
Queda otro asunto a destacar
entre tantos que se deben desmenuzar para entender los resultados, y es el
hecho de que las encuestas que daban por ganadora a la señora Clinton se hayan
equivocado.
Y es que míster Trump encarnó ese
fenómeno de lo políticamente incorrecto que lleva votos para la casa.
No está bien tomarla contra las
minorías ni hacer gala de un discurso prepotente; pero como bien sabemos los
venezolanos, aquello de “divide y vencerás” tiene sus momentos de moda en la
política.
Y no son pocos los analistas que
consideran que el ganador llega a la Casa Blanca surfeando una marejada de
votos encubiertos, porque para muchos no estaba bien reconocer públicamente que
este hombre fuerte resultaba seductor, más allá de sus reconocidos excesos.
¿Hubo machismo en la decisión de
los votantes? Es un factor que no debe ser dejado de lado. Era muy plausible
que el mundo entero fuera testigo del trascendental paso de entregar el cargo
político más relevante del planeta a una dama. Pero el rechazo sexista a esta
idea también podía estar presente, aunque suficientemente bien camuflado como
para no ser detectado por las más agudas encuestas.
¿Y qué nos espera en la era
Trump? Comienzan las conjeturas. ¿Se parecerá el presidente que asuma en la oficina
oval al candidato que hizo arder Troya en la campaña? ¿O nos sorprenderá con un
giro inesperado, como ya ha sucedido unas cuantas veces en cualquier rincón del
mundo?
Hay quienes apuestan a que hubo
una estrategia de decir lo que la gente quería escuchar, para acceder a la
posición de poder más apetecida de todas, y luego allí abstenerse de patear el
tablero. Eso esperamos.
Porque este multimillonario, que
lo ha tenido todo, ahora sí puede afirmar que se concedió el mayor de sus
deseos. El asunto está en que –sin ser melodramáticos- tiene el destino de la
humanidad en las manos. Quizá pueda y deba tener la astucia de rodearse de
quienes sepan más que él y aprovechar la circunstancia para satisfacer su
ambiciones sin perder de vista el delicado juego en el que ahora está
medularmente involucrado.
Cabría rescatar y parafrasear la
afirmación que consagrase al ex embajador estadounidense en Venezuela, John
Maisto, cuando señaló que a Hugo Chávez –otro tremendista de la política- no
había que creerle lo que decía, sino lo que hacía.
Esperemos pues, por los hechos de
la era Trump.
No hay comentarios:
Publicar un comentario