Por David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
Con la frase que titula este artículo, no
nos referimos a que los venezolanos encuentren algún artículo a buen
precio. Sea en el país o en el exterior, todo se ve costoso desde una
inflación que supera al 60%.
Estamos hablando de los precios del petróleo, que se abaratan
progresivamente y parecen no detenerse.
Diversos medios de comunicación nacionales e
internacionales, han informado que la media del valor del barril de
petróleo nacional en lo que va de año se sitúa en 95,29 dólares, por
debajo de los 98,08 correspondientes
a 2013 y muy por debajo de los 103,42 dólares de 2012.
Y estamos hablando de una media; pero la realidad es aún
peor: en la semana del 6 al 10 de octubre, el petróleo venezolano cerró
con un precio de 82,72 dólares el barril, lo que representa una
disminución de
3,17 dólares con respecto a la semana anterior, cuando se cotizó en
85,89 dólares por barril. Es decir, la proyección es a la baja, inferior
a la media de este año y muy por debajo de las medias de años previos.
Es para preocuparse, ya que el petróleo aporta 96 de cada
100 dólares que ingresan al país. Con la bonanza petrolera que ya se
comenzó a alejar, resultaba mucho más fácil importar que producir.
Ahora, cuando
la tabla de salvación de nuestra economía debería ser la producción
nacional, el aparato productivo luce desmantelado.
El gobierno nacional está haciendo lobby en la
Organización de Países Exportadores de Petróleo para convocar a una
reunión urgente, en la cual tratar la caída de los precios. La propuesta
no ha encontrado eco
y, muy por el contrario, voceros de Arabia Saudita han sentenciado que
Venezuela debe acostumbrarse a que los precios permanecerán bajos por un
buen rato.
En resumen, volvemos a aquella emblemática frase de Arturo
Uslar Pietri, “sembrar el petróleo”, para darnos cuenta de que no lo
hicimos, de que una vez más desperdiciamos como país una oportunidad
literalmente
de oro.
La economía mundial se desacelera y baja el consumo de
hidrocarburos, Estados Unidos se convierte en exportador y a Arabia
Saudita le interesa que los precios bajen para que los nuevos
productores y exportadores
cuenten con menos recursos. En medio de este complejo panorama
internacional, la voz de Venezuela sencillamente no se escucha.
Hay otra realidad que se superpone a todo este panorama:
PDVSA ha perdido su capacidad de incrementar la producción ante la falta
de personal especializado y el deterioro de las instalaciones. No es
que no quiera,
sencillamente no puede.
Fue un ejercicio de arrogancia el pensar alguna vez que la
OPEP bailaba al son venezolano. Los intereses de la administración
venezolana de una década atrás coincidieron con el escenario geopolítico
de entonces
y pareció que Venezuela movía el mercado energético mundial. Es como
correr en la dirección del viento para poder decir que nos acompaña.
Es difícil ser optimista, cuando el panorama luce sombrío y
las vacas flacas tocan a la puerta. La única manera de ver el vaso
medio lleno, sería pensar que esta circunstancia empujará a un viraje de
fondo en
la manera de conducir al país. Una vez más, la pelota queda del lado del
gobierno.
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