@DavidUzcategui
Años atrás, concretamente en 2008, el entonces presidente Hugo Chávez
lanzó lo que él mismo llamó “Las 3 R”, conformadas por revisión,
rectificación y reimpulso de su propuesta de gobierno. Esto sucedió
justamente tras el referendo del 2 de diciembre de 2007, el primer
evento electoral adverso al oficialismo, cuando el electorado
mayoritariamente votó el “No” respecto a realizar cambios en el texto
constitucional.
En aquellos tiempos, el enunciado no pasó de una declaración de buenos propósitos. Aquel gobierno siguió adelante con su forma de proceder, basado en dos fortalezas: el carisma de su líder, que ponía lo emocional por encima de lo racional entre sus seguidores, y la relativamente sana economía; que para aquel momento aún aguantaba excesos administrativos sin resentirse demasiado.
Sin embargo, a más de seis años de aquellas recordadas palabras, el panorama es totalmente distinto. El líder carismático ya no está y, aunque los ingresos petroleros siguen favoreciéndonos por sus elevados precios, las decisiones desacertadas en materia económica ya han permeado la calidad de vida de los venezolanos.
Quedará para los historiadores el dilucidar si este es el mismo gobierno o es otro. Chávez le levantó el brazo a Nicolás Maduro antes de partir a su último viaje, hubo unas elecciones y hoy tenemos en el poder al sucesor designado pero nadie duda que las cosas son distintas.
El hoy presidente Maduro anunció en días pasados lo que denominó un “sacudón”, y que sin duda tendría mucho que ver con una rectificación, palabra que él mismo utilizó y que nos trajo a la memoria las 3 R de Chávez.
Pero el esperado sacudón no se produjo. Al menos no en la fecha y la hora en que se esperaba. Revestido de prudencia, el primer magistrado prefirió hablar sobre la evaluación de una serie de factores de la administración pública y postergó los anuncios.
Esto tiene doble lectura, y es también un arma de doble filo. Si se recogen las velas del efectismo para gobernar, sería una señal positiva para tantos factores de la vida nacional que se mantienen inquietos ante el actual escenario venezolano.
Pero si se trata de no encontrar la punta del hilo, de no saber por dónde empezar, o de temer a la necesaria implantación de medidas urgentes que pueden ser mal vistas por distintos sectores afines al gobierno, pues entonces solamente estamos corriendo la arruga. Una arruga que se hincha.
Existen temas tabú para la actual administración –que, repetimos, no sabemos si definir como nueva o como una continuación de la anterior-, y nos referimos a asuntos como el temido aumento de la gasolina o la unificación cambiaria.
En eso, el gobierno no difiere mucho de otros mandatos previos e incluso de otros países. Son dos temas realmente álgidos, pero que lucen impostergables, al punto de que altos funcionarios han sido quienes los pusieron seriamente sobre la mesa.
Entre el sacudón y la rectificación, nos quedaríamos con la segunda. Bastante tensión hay en el país como para utilizar vocabulario explosivo. Lo que sí se puede celebrar, es que quienes hoy gobiernan comiencen a dar la cara a unos asuntos que son definitivamente impostergables.
En aquellos tiempos, el enunciado no pasó de una declaración de buenos propósitos. Aquel gobierno siguió adelante con su forma de proceder, basado en dos fortalezas: el carisma de su líder, que ponía lo emocional por encima de lo racional entre sus seguidores, y la relativamente sana economía; que para aquel momento aún aguantaba excesos administrativos sin resentirse demasiado.
Sin embargo, a más de seis años de aquellas recordadas palabras, el panorama es totalmente distinto. El líder carismático ya no está y, aunque los ingresos petroleros siguen favoreciéndonos por sus elevados precios, las decisiones desacertadas en materia económica ya han permeado la calidad de vida de los venezolanos.
Quedará para los historiadores el dilucidar si este es el mismo gobierno o es otro. Chávez le levantó el brazo a Nicolás Maduro antes de partir a su último viaje, hubo unas elecciones y hoy tenemos en el poder al sucesor designado pero nadie duda que las cosas son distintas.
El hoy presidente Maduro anunció en días pasados lo que denominó un “sacudón”, y que sin duda tendría mucho que ver con una rectificación, palabra que él mismo utilizó y que nos trajo a la memoria las 3 R de Chávez.
Pero el esperado sacudón no se produjo. Al menos no en la fecha y la hora en que se esperaba. Revestido de prudencia, el primer magistrado prefirió hablar sobre la evaluación de una serie de factores de la administración pública y postergó los anuncios.
Esto tiene doble lectura, y es también un arma de doble filo. Si se recogen las velas del efectismo para gobernar, sería una señal positiva para tantos factores de la vida nacional que se mantienen inquietos ante el actual escenario venezolano.
Pero si se trata de no encontrar la punta del hilo, de no saber por dónde empezar, o de temer a la necesaria implantación de medidas urgentes que pueden ser mal vistas por distintos sectores afines al gobierno, pues entonces solamente estamos corriendo la arruga. Una arruga que se hincha.
Existen temas tabú para la actual administración –que, repetimos, no sabemos si definir como nueva o como una continuación de la anterior-, y nos referimos a asuntos como el temido aumento de la gasolina o la unificación cambiaria.
En eso, el gobierno no difiere mucho de otros mandatos previos e incluso de otros países. Son dos temas realmente álgidos, pero que lucen impostergables, al punto de que altos funcionarios han sido quienes los pusieron seriamente sobre la mesa.
Entre el sacudón y la rectificación, nos quedaríamos con la segunda. Bastante tensión hay en el país como para utilizar vocabulario explosivo. Lo que sí se puede celebrar, es que quienes hoy gobiernan comiencen a dar la cara a unos asuntos que son definitivamente impostergables.
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