Por David Uzcátegui
@DavidUzcategui
@DavidUzcategui
Uno de los temas más recurrentes en las
conversaciones cotidianas de los venezolanos en estos días, es la
economía. Y es que, como bien se sostiene por allí, este factor de la
actividad nacional entra en la vida de todos, o quizá sea más correcto
decir en los bolsillos de todos. Quien no lo entienda, o quien no se
interese, también se verá afectado.
El asunto es que la economía es un
circulo virtuoso –o vicioso- en cualquier sociedad, e incluso
mundialmente. Todos interactúan con todos, todos toman, todos dan, todos
pagan, todos compran.
Y es por ello que la única manera de
superar los reveses económicos en con el diálogo, una palabra que se
pone tímidamente y con reservas sobre la mesa desde hace meses, sin
terminar de aportar hechos concretos y mucho menos soluciones.
La preocupación por la situación
económica nacional pasa sin duda por allí, por el diálogo. El gobierno
ha manifestado intenciones e interés en dialogar respecto a diversos
asuntos álgidos del acontecer nacional; el sector privado no solamente
ha recogido el guante, sino que también ha sometido a la opinión pública
diagnósticos y posibles soluciones.
El gobierno es incapaz de satisfacer la
necesidad de empleo e ingresos de toda una sociedad, es imposible que
produzca todos los bienes que la población necesita; por lo cual el
concurso de la actividad privada es también imprescindible.
Los particulares, por su parte,
necesitan entenderse con el gobierno para crear un escenario concreto de
actuación de cara a su desarrollo. Y la ciudadanía, el actor clave de
este sistema, también necesita ser escuchada. Cuáles son sus urgencias y
sus necesidades, qué pueden hacer el sector público y el privado para
atender a su desarrollo y bienestar, para suministrarle “la mayor suma
de felicidad posible”, la misma que retribuirá con su entusiasta labor
que propiciará el crecimiento de estos factores de convivencia nacional.
El diálogo para propiciar el saneamiento
de la economía debe darse y hay que hacerlo sin tener otra intención
que el bienestar de todos los factores que confluyen en la vida del
país, porque hacerlo es incluso un acto de pragmatismo. Es la única
forma de crecer, de generar bienestar y de evitar problemas más
complejos en un futuro.
Es un juego que nos necesita a todos,
que se soluciona con todos, y que no acepta exclusiones. Por nuestra
supervivencia, y porque la relación ganar-ganar sí es posible, debemos
entender la economía como un asunto colectivo. Es la única manera de
salir adelante.
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