Nuestro pueblo sigue sin ver atención a sus angustias: los
recursos cada vez alcanzan menos, los productos de la canasta
alimentaria siguen sin aparecer en los anaqueles, crece la desocupación y
el sector informal, cientos de empresas desaparecen y la inflación se
come el salario de los trabajadores. Realidad que contrasta con la
afirmación hecha esta semana de que el país goza de muy buena salud
financiera.
¿Es posible que un país que se encuentra en el 9no puesto como la
peor economía del mundo para hacer negocios, goce de buena salud? Por
supuesto que no. En una nación en la que durante los últimos años, se
cerraron 500 mil empresas y mil 440 propiedades productivas fueron
expropiadas, no puede hablarse de robustez económica.
El gobierno ahuyentó y ahuyenta la inversión. Durante los últimos
años se han esforzado en crear un escenario árido para la inversión.
Nadie quiere invertir en nuestro país. ¿Las razones? Un control de
cambio, que en vez de oxigenar ahoga a las empresas; burocracia en las
instituciones públicas; inseguridad jurídica y control de todo tipo.
Medidas que solo han servido para profundizar la crisis económica, que
ellos mismos generaron.
Recordemos
también que antes de que estos señores llegaran al poder, las Empresas
abastecían el mercado. En nuestro país la produción de arroz, azúcar,
maíz, leche y carne, alcanzaba para el autoabastecimiento y hasta para
la exportación. Según registros que maneja Fedenaga, de los 4,5 millones
de hectáreas productivas que fueron intervenidas, expropiadas o
confiscadas, sólo 50 mil están produciendo actualmente.
Por mencionar un solo ejemplo de lo ocurrido con lo Hecho en
Venezuela, en 1999 el país producía 100% de la carne que se consumía,
pero en la actualidad hay que importar 75% de lo que se consume. Para
ese entonces el rebaño nacional estaba cerca de los 113 millones de
cabezas. Hoy se estima que no llega a los 7 millones.
Esto apenas es una pequeña radiografía que nos indica cómo estamos. A
esa realidad le llaman buena salud. No se puede ser tan cínico y decir
que la economía está perfecta, además con una inflación acumulada, entre
enero y junio de 2014, de 29,7%. Pero una economía que depende de las
importaciones y que no tiene suficientes divisas tampoco puede estar
bien. El gobierno debe 13 mil millones de dólares a productores
nacionales que Cadivi aprobó y no liquida.
Crearon el Sicad para que las empresas obtuvieran divisas para
producir y solo ha adjudicado el 52% de lo ofrecido. Pero sí soltaron 25
mil millones de dólares a empresas de maletín. Todo esto ocurre
mientras las reservas internacionales siguen cayendo, por eso el
gobierno continúa hipotecándole el país a intereses extranjeros.
Para que nuestra Venezuela cuente con buena salud económica, los
dólares deben ser asignados de manera eficiente y transparente. Los
recursos de nuestro país deben dejar de manejarse de manera
discrecional. Para lograr una economía fuerte debemos dejar de importar y
apostar, apoyar la producción nacional. El petróleo debe utilizarse
como el gran motor que permita diversificar nuestra economía.
El modelo y el cambio progresista que nosotros proponemos es generar
confianza para que regresen los inversionistas a nuestra Venezuela. Solo
ofreciendo estabilidad, servicios públicos como electricidad y vialidad
eficientes. Todo esto permitiría generar en el país miles de empleos
con calidad, para el millón de venezolanos que hoy están desempleados y
para los más de 5 millones que se encuentran en el sector informal. Por
cierto, los más afectados son nuestros jóvenes, la tasa de desempleo de
los venezolanos entre 15 y 24 años duplica el promedio nacional.
¿Qué futuro puede darle este gobierno a nuestros jóvenes? Porque no
se trata solamente que no hay empleo, sino que son las principales
víctimas de la inseguridad. Por eso hoy vemos como muchos de ellos se
van con sus sueños a otros países que les brindan las oportunidades que
este gobierno les niega.
Cuántos obstáculos ponen a nuestros jóvenes y a todos los venezolanos
honestos y trabajadores, que ven como su salario se convierte en agua y
sal. Este gobierno que se jactaba de que nuestra Venezuela contaba con
el salario mínimo más alto de Latinoamérica. Nada más lejos de esa
realidad. Hoy con 100 bolívares nuestro pueblo no puede comprar ni un
cartón de huevos, ni un kilo de cebollas, ni de café. Con suerte alcanza
para dos latas de sardinas o de atún. Con ese billete de 100 bolívares
solo se puede comprar 15,4% de lo que podíamos comprar hace 6 años con
el mismo billete, cuando prometieron que nuestra moneda sería fuerte.
Este gobierno que creó un bolívar fuerte, tiempo después, seis años
después para ser más precisos, reconocen que ni ellos saben cuánto vale
un bolívar. Por allí algunos hasta se atrevieron a decir, que nuestra
moneda solo “vale” en nuestra Venezuela. Cuánta irresponsabilidad. Dónde
quedó la potencia económica que prometieron convertirnos. El gobierno
es el único responsable de que la moneda haya perdido el 84,5% de su
valor.
Una Venezuela de progreso sí es posible, pero para ello no podemos
tener un gabinete económico que se enfrasca en tomar decisiones solo
para mantener al gobierno en el poder. Los venezolanos podemos
conquistar ese país que soñamos, pero tenemos que hacerlo trabajando
juntos, unidos, procurando que a nuestro vecino no le falte nada, porque
solo así nosotros también estaremos bien, generando confianza para la
inversión, creando oportunidades para todos, logrando el crecimiento
económico que nos permita tener el desarrollo y progreso con el que
tanto sueña y se merece nuestro pueblo.
Esa Venezuela de progreso sí es posible y juntos podemos construirla
¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela! y mucha fortaleza a todos para
que podamos juntos sortear esta crisis y salir del caos en que nos
encontramos, porque así será, ¡saldremos de caos!
FUENTE: http://blog.henriquecaprilesradonski.com/
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