David Uzcátegui
@DavidUzcategui
El hecho de que la problemática
venezolana se haya situado literalmente en el ojo del huracán en el foro
mundial de las Naciones Unidas, nos habla de las dimensiones del trance que
actualmente atraviesa nuestro país.
Más allá de las consideraciones
particulares que merezca de parte de cada quien esta destacada noticia, el
hecho mismo de que haya sucedido nos habla de que ya es innegable la
repercusión mundial de lo que sucede en estas tierras.
Que el presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, haya dedicado varios minutos a nuestra patria en su
primera intervención ante la ONU, ha sido una noticia que ha dado la vuelta al
mundo, colocándonos una vez más entre las informaciones más destacadas de la
jornada, no solamente debido al hecho de que estemos pasando por un trance tan
complejo, sino también a los niveles a los cuales ha llegado la inquietud por
lo que sucede.
Trump realizó una afirmación que
ha sido particularmente recogida por quienes reseñaron su intervención, y es
aquella de que “El problema de Venezuela no es que hayan implementado mal el
socialismo, es que lo implementaron al pie de la letra”.
Una sentencia de muchas aristas,
que tiene damasiada tela para cortar. Tanta, que queremos localizar el foco
sobre un matiz particular, y no para afirmar, sino para reflexionar y que cada
quien saque sus conclusiones.
Según lo expresado por el
mandatario estadounidense, podríamos concluir que nuestra patria no habría
llegado a este estado de cosas por impericia de los gobernantes, sino –muy por
el contrario- como parte de la ejecutoria de un plan que buscaría desmantelar
la estructura del país para así poder dominarlo y someterlo.
Estamos, como dije líneas antes,
literalmente en el ojo del huracán y por encontrarnos justamente en el momento
más álgido, nos hallamos muy lejos de poder sacar conclusiones sobre lo que nos
sucede.
Un diagnóstico al respecto
solamente se podrá hacer con la distancia que brinde el tiempo, cuando quizá
tengamos acceso a elementos que sin duda hoy permanecen solapados por el calor
de los acontecimientos.
Otra intervención presidencial
que mereció ser destacada, fue la de nuestro vecino de Colombia, Juan Manuel
Santos. El accionar de este jefe de Estado ha sido cuestionado por unos y otros
en el marco del devenir de los asuntos venezolanos.
Desde nuestro punto de vista,
Santos opera políticamente y con pragmatismo. Unas veces nos gusta y otras no,
esa es la realidad del ejercicio del poder. En esta oportunidad, su voz como el
máximo representante del país más hermano del nuestro, suma a las alarmas que
se encienden respecto a nosotros en el mundo.
Otras voces que se han sumado en
el coro internacional son las de los mandatarios de Brasil, Michael Temer y de
Argentina, Mauricio Macri; amén del mandatario peruano Pedro Pablo Kuczynski,
quien convocó una reunión de las naciones que conforman el Grupo de Lima y cuya
posición sobre lo que vivimos es por demás conocida.
Trump también trató el caso
venezolano en una cena en Nueva York con Macri, Temer y el dignatario panameño,
Juan Carlos Varela.
Lamentablemente, desde el
gobierno venezolano, la lectura de este acontecimiento es simplista,
preconcebida y anacrónica.
Desempolvar el superado episodio
de la guerra fría para afirmar que se está editando nuevamente y además creer
que la autodenominada revolución es el ombligo de esta supuesta reedición, nos
explica por qué no hay manera de que las cosas caminen hacia adelante en el
país.
El liderazgo oficialista insiste
en crear una épica ficticia para negar la realidad, y sin duda el primer paso
para modificar a esta, es reconocerla. Seguimos presenciando justificaciones y
la construcción de elucubraciones de diversa índole para otorgarle una fachada
y un barniz al fracaso de un proyecto político.
Fracaso que se mide directamente
por la confiscación del bienestar de la gente que todos vemos en la calle,
porque todos lo padecemos por igual.
En conclusión, el feedback que
nos da la comunidad internacional, subraya la urgencia de encontrar una salida
al punto muerto en el cual se halla nuestra situación. Y no se trata de una
intervención internacional, ni mucho menos. Evidentemente, lo que pasa aquí se
resuelve aquí y entre nosotros.
Lo que sí es cierto es que todo
lo que nos acontece actualmente está cargado de tal intensidad, que rebota a la
comunidad internacional. Y que, en tiempos de la odiada globalización se
entiende con mucha más claridad cómo somos un planeta entretejido de relaciones
sumamente complejas.
El ejercicio de ser reactivos, de
responder con justificaciones y acusaciones sacadas del baúl de los recuerdos,
ni soluciona ni suma. ¿Buscamos salidas o seguimos apegados a ficciones?
Mientras no se tomen decisiones, el tiempo avanza en contra.
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