David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Somos un país que viene de
regreso de los diálogos. O de los intentos de tenerlos, más bien. En casi dos
décadas del gobierno que se autodefine como revolucionario, se nos han ido
cerca de tres lustros intentando tender un puente que sirva para encontrar soluciones
a una sociedad cada vez más fracturada.
Los resultados, a ojos vista,
dejan mucho que desear. Si hubieran logrado sus objetivos, no seguiríamos en
nuevos intentos quince años después de las primeras iniciativas.
Y justamente, está en puertas otro
encuentro con este fin. Encuentro que, desde que fue anunciado, cuenta con la
descalificación de un sector de la ciudadanía.
Y eso es entendible, con el
sumario que antecede.
Sin embargo, y a contrapelo de lo
que hemos expuesto, desde este espacio apostamos una vez más a la iniciativa.
¿Por qué?
Simplemente, porque ningún
intento es igual al anterior. Porque hemos avanzado exponencialmente. Porque,
aunque nos veamos en el agujero más negro que nuestra historia recuerde, es
justamente esa circunstancia la que le da un peso excepcional a esta nueva
posibilidad de sumar a la solución.
Y para muestra un botón. Para
quienes desconfían, no si razones, de este nuevo intento de acercamiento, que
sin duda trae a la mente fallidas diligencias anteriores, recordamos que Julio
Borges, presidente de la Asamblea Nacional, vocero y representante de las
fuerzas alternativas democráticas en el eventual encuentro, advirtió en que un
diálogo formal con el gobierno solo será posible si se cumplen las condiciones
planteadas por la oposición y si hay acompañamiento internacional.
“Reitero a Venezuela y al mundo
que hoy no hay diálogo y no lo habrá hasta que se cumplan condiciones expuestas
en el comunicado” de la Mesa de la Unidad Democrática, escribió Borges en la
red social Twitter.
El diputado del parlamento
venezolano, Luis Florido atribuyó por su parte a “la presión nacional e
internacional” que el gobierno accediera a negociar. Dijo: “Se ha visto forzado
por la comunidad internacional que está con pueblo de Venezuela. Llegó la hora
de acciones concretas que terminen en una solución electoral. Exigimos el
restablecimiento del voto, esto incluye convocatoria a elecciones
presidenciales con observación internacional”.
Otro que pintó las condiciones de
este nuevo intento de entendimiento, fue el gobernador del estado Miranda,
Herique Capriles, quien señaló que la única posibilidad de que exista un
proceso de negociaciones con el Gobierno, es que se respete la Constitución,
que los venezolanos puedan ejercer sus derechos, que los privados de libertad
por razones políticas salgan en libertad, que cesen las persecuciones y los
hostigamientos, y que se ponga la fecha de las elecciones pendientes.
Capriles dijo también que para un
diálogo debe estar el Vaticano, la Organización de las Naciones Unidas, los
gobiernos democráticos con peso e importancia en el mundo con una agenda clara
y con garantías.
Como se ve, la dimensión de lo
que está en puerta es mucho más compleja hoy que ayer, y adicionalmente
presenta condiciones que no habían sido listadas en oportunidades anteriores.
Le apostamos entonces al diálogo
como un instrumento de la política, y a la política como la disciplina que nos
puede conducir al logro de los más elevados objetivos de la colectividad,
intentando atajar en el camino cuanto daño sea posible.
Nunca, nadie puede desestimar la
variedad de instrumentos de los cuales podemos servirnos en lo que
definitivamente es una pretensión legítima de corregir el rumbo que tantos y
tantos venezolanos consideramos errado.
Incluso, cabe y debe caber una
combinación de herramientas, para intentar encontrar esa urgente y necesitada
luz al final del túnel.
El trecho recorrido durante lo
que va de año, deja a la comunidad internacional más pendiente que nunca de
Venezuela, incluyendo personalidades e instituciones de innegable peso
específico en conflictos como el que atravesamos.
La complejidad de nuestra
situación, que no es poca, es sin duda de un peso enorme y nada desestimable a
la hora de intentar cualquier vía de entendimiento.
Y, en definitiva, si bien un
diálogo es una posibilidad abierta, tampoco se ha concretado. Existen
condiciones que no pueden ser obviadas, dada la circunstancia. Y si el canal de
entendimiento no puede ni debe cerrase, tampoco es posible renunciar a un marco
mínimo alrededor del cual sentarse. Circunstancia que es defendida por quienes
nos representan y que es considerada sin duda legítima por los posibles
facilitadores y mediadores.
El duro momento venezolano es
conocido por todos gracias al esfuerzo ciudadano de protesta y denuncia. Si el
diálogo se da como consecuencia de este proceso, puede ser el paso que falta,
la solución a este punto muerto que hoy vivimos.
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