viernes, 1 de septiembre de 2017

“Houston, Harvey y Venezuela”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El huracán Harvey ha sido la noticia mundial de esta semana, al haberse constituido en el desastre natural más devastador que ha impactado a los Estados Unidos en la última década.

Los vientos, las lluvias y las inundaciones que han azotado al sureño estado de Texas, escapan a cualquier pronóstico, o mejor dicho, confirman los peores.

Las aguas en la enorme y pujante ciudad de Houston han llegado a niveles apocalípticos, colapsando los servicios de emergencia y creando una dolorosa situación humanitaria, empezando por el reporte de los treinta fallecidos que se contabilizan hasta el momento, amén de los 30 mil evacuados.

El fenómeno atmosférico sigue su devastadora trayectoria hacia el vecino estado de Louisiana, y aunque lógicamente pierde fuerza, los expertos afirman que aún puede causar mucho daño.

El tema, aunque no lo parezca, toca a Venezuela. Y no solamente porque los coletazos hayan precipitado inusuales lluvias sobre nuestro territorio, sino porque cabe la pregunta sobre cómo afrontaría la Venezuela actual cualquier tipo de fenómeno natural.

Y el asunto viene a colación con más fuerza aún tras el temblor sentido la mañana de este pasado miércoles en la Gran Caracas.

Según informó la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas, el movimiento fue de 4,6 y su epicentro se ubicó a 9 kilómetros al norte de Los Caracas, en el estado Vargas, a una profundidad de 5,9 kilómetros.

Funvisis agregó que, tras el primer sismo que se registró a las 10:01 de la mañana, se generó un segundo movimiento sísmico de magnitud 3.9 a 4 kilómetros al norte de Los Caracas. Posteriormente, tres réplicas más se sintieron cerca de la zona del epicentro.

Como es de esperarse, el fenómeno causó inquietud en la población, porque muchos de los caraqueños no han vivido este tipo de acontecimientos; mientras los mayores recuerdan aquel famoso terremoto que asoló a la capital en 1967 y del cual, se cumplieron por cierto 50 años el pasado 29 de julio. Un aniversario histórico que pasó por debajo de la mesa. Y que era la ocasión para abrir tanto una discusión como una campaña educativa sobre el tema.

La capital venezolana, como siempre lo hemos escuchado, está situada sobre una falla sísmica que produce eventos de esta naturaleza y calibre cada cierto tiempo, como lo guarda para la historia otro devastador movimiento telúrico: el ocurrido el Jueves Santo de 1812, en plena Guerra de Independencia.

Para aquel día del año 67 –justamente cuando Caracas cumplía cuatrocientos años-, se registraron más de doscientos fallecidos y dos mil heridos, sin contar con los graves daños que sufrió la infraestructura de la capital y del vecino litoral central.

Venezuela no es afectada por los huracanes, pero sí por sismos y por otros eventos absolutamente impredecibles, como lo fue el deslave de Vargas de 1999, el cual sí está fresco en la memoria de mucha más gente.

En medio de la diatriba política que consume el día a día de los venezolanos, en medio de la situación económica que no ofrece síntomas de mejorar, en medio del ejercicio de supervivencia al cual obliga la situación que atravesamos, muchos nos preguntamos: ¿estamos preparados?

Porque cabe señalar que en el evento que asoló a Texas había la mayor preparación posible para unos seres humanos ante la eventualidad de una contingencia similar. Y sin embargo, fue largamente desbordada por la contundente realidad de esa naturaleza que nos hace sentir vulnerables, por más que nos preparemos.

Sin embargo, hemos visto reacción rápida, personal entrenado, equipos, y quizá lo más importante: una ciudadanía con un nivel importante de educación, que sabe actuar ante las contingencias, ponerse a salvo y ayudar a otros, con lo cual la cifra fatal sin duda ha sido infinitamente menor de lo que podría haber sido ante semejante furia de un fenómeno atmosférico.

Aquí, sentimos que el problema no se plantea, y menos aun cuando las prioridades, las urgencias y la agenda política, económica y social nos marcan tantos temas que hay que atender, lo cual le quita el foco a asuntos tan medulares como el que hoy mencionamos.

Debe ser parte de la agenda y parte de la tarea, porque allí está latente la amenaza de un sismo, y la tierra nos lo recordó hace muy poco tiempo.

Porque si bien no hay huracanes por estas latitudes, la lluvia también nos juega muy malas pasadas con más frecuencia de la que nosotros mismos aceptamos.

Y porque en nuestra historia reciente, tenemos suficientes antecedentes como para temer la visita inminente de algunos de estos eventos.

Sin duda, la preparación para la contingencia puede disminuir sensiblemente los daños, especialmente el sacrificio de vidas, que es lo único que la final del día se constituye en una pérdida irrecuperable.

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