David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Cuando entramos en el último
trimestre del año, se activan las predicciones de lo que está por venir en el
lapso de 365 días que está cercano a comenzar. Desde los esotéricos hasta los
económicos, los vaticinios son tema de titulares y de conversaciones en la
recta final que expira el último día de diciembre.
Y nos anotamos entre quienes
observan con inquietud la economía, que para muchos ha entrado en una “tormenta
perfecta” alimentada de errores internos de administración gubernamental, junto
a la nunca suficientemente analizada caída de los precios petroleros.
Eso de “predecir” se le da mejor
a quienes poseen una bola de cristal o implementos similares; pero sin duda, se
pueden deducir los escenarios del futuro inmediato al observar situaciones
actuales.
Llevar la línea de inflación se
convierte en algo difícil, porque el Banco Central de Venezuela no publica este
indicador desde el pasado diciembre. Y sucede lo que siempre debe suceder
cuando nos faltan elementos informativos: el vacío se llena de dudas, de
suposiciones, de rumores. Algo que no es sano.
Incluso, en un episodio
tragicómico, apareció en twitter una cuenta denominada “Huevo Today”, suerte de
sátira –mitad en serio, mitad en broma- del controversial Dólar Today. Y la
intención es medir el aumento de los precios monitoreando el valor diario del
cartón de huevos en distintas ciudades del país. Algo así como lo que hacen los
economistas serios al comparar el precio de la hamburguesa Big Mac en distintos
países, en lo que se ha dado en llamar el “Mac Dólar”. Monitorear el cartón de
huevos es una opción bastante más rústica; pero a falta de pan, buenas son
tortas.
Si nos vamos a otros cálculos
extraoficiales –aunque más serios-, el Fondo Monetario Internacional estima en
95% el cierre de la inflación para 2015. ¿Es mucho, es poco, es acertado? En
todo caso es un organismo que maneja el tema y que se aventura a hacer una
proyección con base en su experiencia. Pero jamás podrá suplir las cifras
ausentes del BCV, las únicas que pueden confirmarlo o desmentirlo.
Volviendo otra vez a la llamada
“tormenta perfecta”, hay que agregar el escenario de la sobreoferta de petróleo
en el mercado internacional, que se cruza con la desaceleración del crecimiento
en China, factores sobre los cuales los analistas tienen los ojos puestos.
En esta situación es cuando
lamentamos seguir siendo un país “monoproductor y monoexportador”, como bien
nos enseñaron de niños en las escuelas, porque esta situación tiene muchos
años, aunque se haya agudizado en los últimos tiempos.
Ya es tarde para saltar del barco
de la dependencia petrolera, porque eso lleva tiempo y estamos contra reloj de
cara a los urgentes problemas nacionales. Sin embargo, discrepamos de quienes
aseveran que el gobierno no sabe lo que hace. La ruta que seguimos es una
decisión tomada conscientemente, y tiene que ver con evitar el costo político
de sincerar la apretada situación que hoy angustia a los venezolanos.
Lamentablemente, esto no es una solución, sino una corrida de arruga.
Sin embargo, el satanizado FMI
también asegura que la inflación bajará en 2016, algo que nos traería alivio a
todos; pero que, de nuevo, constituye simplemente un pulso que solamente
confrontaremos cuando hayamos navegado esas aguas.
Justamente es la misma
institución la que advierte que sus proyecciones sobre Venezuela deben ser
tomadas con cautela, pues existen distorsiones que son generadas por los
cambios múltiples de la moneda y la creciente inflación. Esta última, por
cierto, ya es de entrada la más elevada de la región y probablemente llegue a
ser la más alta del planeta, aunque no tengamos la cifra exacta.
También se habla insistentemente
del default o posible cesación de pagos de los compromisos económicos externos
del gobierno. Respecto a esto, sí sería mejor tomar una bola de cristal, porque
parecemos estar en un delicado equilibrio: la actual administración ha
demostrado la voluntad de honrar dicho pagos; pero el embudo se hace cada vez
más estrecho. Otra incógnita que no se dilucidará hasta que crucemos el río.
Parece cada vez más imperiosa la
sinceración del precio de los combustibles que el mismo Ejecutivo puso en el
tapete en meses pasados. Pero la vorágine noticiosa lo devoró sin que hubiera
mayores intentos de reflotarlo.
Eso para no hablar de la urgente
y necesaria revisión del sistema cambiario y de los controles de precios que
general las distorsiones mencionadas previamente. Y en general, no se ve ya a
estas alturas, forma alguna de escapar a una contracción del PIB superior al 7%
estimada para el año que termina.
En definitiva, no vamos bien y el
gobierno sin duda conoce las formas de salir de este remolino. Es su decisión
aplicarlas o no para dar un golpe de timón en 2016.
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