David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Me explicaba días atrás un amigo que es actor de teatro, cómo se aborda
la creación de un personaje. “Yo no soy Romeo, pero ¿y si lo fuera?” Los
creadores de las artes escénicas llaman a esto “el si mágico”, una propuesta a
su propio subconsciente que hace que tomen como realidad una situación que es
ficticia.
Me gustó ese ejercicio, y aplicándolo en mi ámbito de acción, me dije a
mí mismo: “El país no va por el rumbo que queremos, son muchas las cosas que
hay que corregir. Pero, ¿qué pasaría si las corregimos?”
Y ciertamente, la respuesta parece magia. Si enfocamos nuestra atención
en lo que podría o debería ser, nos llenamos de una energía especial, de un
ánimo y de un entusiasmo que es el que estamos necesitando en este momento. Y
que, sin duda es el que nos llevará a lograr todas las cosas que deseamos y necesitamos
para nuestro país.
Imaginemos que un buen día nos levantamos y conseguimos en las noticias
que tenemos un gobierno que comienza a hacer las cosas en la dirección
necesaria para nuestro crecimiento y progreso, para nuestra paz y consolidación
como nación productiva y como un espacio para que sus hijos echen raíces que
darán frutos valiosos.
La primera pregunta es: ¿y si se dejara de perseguir a la iniciativa
privada? ¿Qué pasaría? Pues sencillamente, que florecería el empleo bien
remunerado, que el Estado se quitaría de las espaldas el fardo de una enorme
nómina de empleados públicos que
pasarían a conseguir empleos en la empresa particular, que serían bien
remunerados y que se identificarían con la entidad para la cual laboran.
En nuestro ejercicio de imaginación sobre qué sucedería si ese país
existiera, también el gobierno invitaría a la banca –tanto pública como
privada- a abrir carteras crediticias para el fomento de la iniciativa
particular. Los resultados se verían en la satisfacción de trabajador
venezolano, no solamente en su remuneración, sino también en su ánimo.
También incluimos en este paso imaginario, el otorgamiento de
microcréditos al pequeño comerciante, para que el venezolano emprendedor sienta
el gusto de empoderarse, de generar su propio empleo y como consecuencia,
propiciarlo para terceros.
Y muy importante, el turismo sería piedra angular de este desarrollo
empresarial, aprovechando las imbatibles ventajas naturales de nuestro país y
poniendo atención en formar adecuadamente a venezolanos que atiendan al
visitante.
El siguiente paso, sería levantar el control de cambio. Se acabaría el
mercado negro, se dejaría de especular con nuestra moneda, los precios se
igualarían con los del resto del mundo y eso exterminaría fulminantemente tanto
al bachaqueo como al contrabando de extracción.
Pero también los sueldos y salarios se promediarían con los del resto
del mundo y ello otorgaría un poder adquisitivo más sólido al venezolano.
Adicionalmente, las empresas extranjeras que opten por invertir en Venezuela,
podrían expatriar libremente sus ganancias, lo cual crearía un círculo
virtuoso: ese dinero sale; pero por la confianza generada, va a entrar mucho
más.
Luego, se eliminarían y revertirían las expropiaciones. Empresas y tierras
que actualmente están improductivas en manos del gobierno, regresarían a manos
particulares y empezarían a producir. Se atraerían más inversiones, tanto
nacionales como extranjeras, al regresar a un marco jurídico que otorgue
confianza y seguridad a la libre empresa y finalmente el Estado venezolano se
desharía de empresas que terminan constituyendo un lastre, para enfocarse en
las actividades que realmente son medulares para cualquier gobierno.
En este orden de ideas, también se eliminaría el subsidio a la gasolina,
que tiene las cuentas del país en rojo. Se sinceraría el precio, que sería
lógico y pagadero por el venezolano que estaría ya para ese entonces justamente
remunerado. Y se mantendrían ayudas a sectores medulares, como el transporte
público.
Y se vigilarían concienzudamente las cuentas de la nación para que no se
vuelvan a desequilibrar. El primer paso para evitar problemas de este tipo,
sería eliminar las donaciones al exterior y los llamados intercambios de
quienes nadie lleva una cuenta precisa. Nuestras riquezas exportadas deben ser
pagadas en moneda dura, y con transacciones transparentes, a los ojos de todos
los venezolanos.
Sabemos que nada de esto es así y que nos falta mucho para llegar a ese
país ideal. Es enorme el trabajo que hay que hacer. Pero el preguntarnos a
nosotros mismos ¿y si fuera así? nos llena del entusiasmo y el ánimo necesario
para meterle el hombro a tantas metas.
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