David Uzcátegui
@DavidUzcategui
En las últimas semanas, dos hombres de estilos muy distintos, han ocupado los principales titulares de los medios de comunicación estadounidenses, y por consecuencia, de la opinión pública internacional.
Se trata del Papa Francisco y de
Donald Trump, precandidato republicano a la presidencia de EEUU para las
elecciones de 2016.
Trump nació en el distrito
neoyorkino de Queens, el 14 de junio de 1946; es un ejecutivo, político,
empresario y millonario de Estados Unidos. Es el presidente de la Trump
Organization y fundador de Trump Entertainment Resorts. Fue el presentador del
espacio televisivo El Aprendiz hasta 2015. Tiene una fortuna de varios miles de
millones de dólares.
Por su parte, Francisco, de nombre
secular Jorge Mario Bergoglio Sívori, nació en Buenos Aires, Argentina, el 17
de diciembre de 1936 y es el actual Papa de la Iglesia católica. Conocido por
su humildad, su adhesión a la opción preferencial por los pobres, Francisco
muestra gestos indicativos de sencillez.
Vistos los dos perfiles tan
distintos de estas dos personalidades, no es de extrañar que sus posiciones
hayan chocado.
Trump siempre ha tenido interés
en la política y en el pasado apoyó tanto a candidatos republicanos como
demócratas. También comenzó a tener devaneos con la posibilidad de lanzarse él
mismo a un cargo de elección popular. Estuvo muy cerca de pelear por la
alcaldía de Nueva York y en ocasiones anteriores se especuló seriamente con su
lanzamiento a la presidencia de la nación norteña.
Ahora, cuando es un hecho su
aspiración a la candidatura republicana para la máxima magistratura, sus
apariciones públicas han levantado una polémica enorme. Nos referimos a sus
duras palabras hacia los mexicanos indocumentados y las afirmaciones que hizo
respecto a expulsarlos y construir un muro en la frontera con sus vecinos –que
debería pagar el mismo México-.
Han sido tan estruendosos los
despropósitos verbales del magnate, que la única explicación es pensar que lo
está haciendo adrede, aconsejado por sus asesores, para ganar centimetraje en
la prensa. Sus destempladas afirmaciones
no son nada más políticamente incorrectas, sino también inviables desde el
punto de vista práctico.
Una de las razones por las cuales
se recibió tan positivamente la vista de Francisco en EEUU –y no una de las
razones más importantes- fue porque alguien le robaría por fin el protagonismo
de los titulares a Trump, quien, no se puede negar, ha maniobrado con sobrada
astucia para mantenerse en la cresta de la ola. Ya lo ético es otra cosa.
Sin embargo, el precandidato no
se dejó poner contra las cuerdas por mucho tiempo y como era de esperarse,
atacó de nuevo. Y así fue como arremetió
contra las declaraciones del Papa a su llegada a territorio estadounidense.
Trump de entrada, catalogó de
“bonitas”, las palabras del sumo pontífice en el congreso estadounidense; pero
se mostró en desacuerdo con lo expresado por Francisco en los temas de la
inmigración y el cambio climático.
Especialmente en el primero de estos
asuntos, son obvias las diferencias abismales en las posiciones de estos dos
importantes personajes. El primer Papa latinoamericano a su llegada a
territorio norteamericano instó a los ciudadanos estadounidenses a no tener
miedo a la llegada de los inmigrantes a su país; con lo cual ha contradicho lo
que ha sido hasta ahora la bandera que ha permitido a Trump aglutinar
seguidores y provocar a sus adversarios, pero siempre manteniéndose en el
candelero.
Asimismo, el magnate dijo que
está en desacuerdo con las declaraciones del Papa en cuanto al asunto del
cambio climático, donde Francisco llamó a las naciones del mundo a abordar
seriamente este problema y a cooperar para proteger el medio ambiente.
Sobre este tema, el empresario
afirmó: “Se llaman cambios de tiempo: tenemos tormenta, tenemos lluvia, así
como días bonitos”, mostrando su desacuerdo con lo expresado por el sumo
pontífice. El precandidato cree que las políticas de reducción de las emisiones
de CO2 “pondrían en peligro puestos de trabajo”, así como a “la clase media y
la clase baja”.
Trump genera grandes desacuerdos,
ya lo hemos dicho. Hay quienes lo defienden por haber sido un hombre creador de
riqueza, generador de empleos. Un “self made man” u hombre que se hizo a sí
mismo, según la tradición estadounidense.
Sin embargo, Francisco ha logrado
un enorme impacto en la gente por su manera humana y sencilla de abordar el
pontificado. Ha traído sensibilidad y apertura a la iglesia católica, y su
periplo por Cuba, Nueva York y Washington lo ha erigido no solamente como una
figura espiritual, sino también como un verdadero líder político, aprovechando
sabiamente el peso específico del Vaticano.
Un pulso entre dos hombres
sumamente importantes del mundo actual. Pero el factor humano debe ser el foco
y el objetivo y el Papa Francisco le ha dado una gran lección.
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