domingo, 2 de agosto de 2015

“Que no se vayan, que regresen”

David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui

Entre los fenómenos que caracterizan los tiempos recientes de nuestro país, sin duda uno de los más preocupantes es el de la emigración.

El movimiento de los venezolanos que abandonan su patria es relativamente reciente y crece en forma exponencial e inversamente proporcional a las esperanzas de un futuro mejor, que disminuyen y son necesarias para sostener a cualquier ser humano.

Hasta no hace mucho tiempo, los venezolanos presumíamos de pertenecer a un país receptor de inmigrantes. Todos nosotros conocemos a hijos de españoles, portugueses, italianos, chilenos o argentinos, por nombrar solamente algunas nacionalidades que fueron acogidas en nuestra tierra.

Y ellos vinieron huyendo de guerras o de crisis económicas o políticas. Florecieron, formaron familias y prosperaron en una tierra que volvieron propia y que amaron tanto, que se negaron a regresar a sus países aunque estos hubieran superado las circunstancias adversas.

Ahora las cosas suceden al revés. Los hijos y los nietos de aquellos inmigrantes emprenden la travesía de regreso; e incluso muchos venezolanos con generaciones de antepasados nacidos en este lugar, se aventuran a buscar lejos un futuro mejor.

¿Qué es lo que está sucediendo? La desesperanza, como lo comentamos al principio de esta nota. El no visualizar un futuro posible, en el cual haya seguridad y progreso. El miedo a la incertidumbre y a las condiciones de vida que se deterioran.

Es muy difícil llevar números o registro alguno de los compatriotas que se van, pero el sociólogo Tomás Páez y la página web mequieroir.com coinciden en apuntar que debemos estar hablando de una cifra superior a 1.6 millones de venezolanos repartidos por el planeta.

Páez asegura que cerca del 90% de los emigrantes venezolanos tiene estudios superiores. Su perfil es el de emprendedores, creadores de empresa y de empleo, según sus cuestionarios a unos mil residenciados en 33 países.

Para 2013, más de 9 mil 500 venezolanos obtuvieron tarjeta de residencia en EEUU, mientras para el mismo período, 21.725 conseguían visa de estudiante en la nación norteña, esto de nuevo según números de mequieroir.com.

Venezuela se forjó como país de inmigrantes, quienes fueron recibidos con los brazos abiertos. Aún estamos asimilando que la realidad actual sea a la inversa y que una parte importante de nuestra fuerza laboral y de nuestra materia gris, se embarque con planes de no regresar.

En este momento, cabe la pregunta: ¿qué hacemos para que nuestra gente deje de irse? Y la consecuente: ¿qué podemos hacer para que vuelvan quienes se fueron? Sin dejar escapar una tercera: ¿Cómo podemos atraer una migración calificada, si alguna vez pudimos hacerlo?

Son preguntas que necesitan una urgente respuesta cuando nos enteramos de que, por ejemplo, los profesores universitarios y los médicos se encuentran entre quienes se van, debido a las bajas remuneraciones que perciben aquí, cuando son comparadas con las de otras latitudes.


Y antes de buscar respuesta, queremos recalcar que entendemos plenamente las razones para que quienes se van busquen otros horizontes. Se trata de decisiones personales que deben ser respetadas; más aún cuando se fundan en circunstancias objetivas e incuestionables.

Pero por ello, no vamos a dejar de decir también que nos gustaría que no se fueran y que volvieran. Que Venezuela vuelva a ser esa casa grande, como dijo el poeta y escritor Leonardo Padrón y que aquí quepamos todos de nuevo. Que nadie se vaya herido, ni frustrado, ni asustado. La sanación de nuestro país pasa por convocar a todos sus hijos.

Respondiendo a las preguntas planteadas unas líneas más arriba, la labor para atajar y regresar al recurso humano que se nos va es larga y compleja. Y pasa por abordar con valentía y voluntad política tópicos que hemos comentado reiteradamente en este espacio y que son el día a día de las conversaciones de los venezolanos. Pasa por enderezar el país.

El primero de ellos es sin duda la inseguridad, que hace huir a venezolanos que temen por su vida y por su integridad física. ¿Qué ha sucedido con buenas iniciativas que se han desinflado, como el plan desarme?  ¿Y con los planes de seguridad, que se inician y se olvidan en el camino? ¿Por qué no retomarlos y llevarlos a buen término?

La inflación y el desabastecimiento, otros asuntos que alejan a muchos de nuestro terruño, se combaten con producción nacional y sin duda, con una sinceración respecto al obsoleto e inoperante control de cambio, que convence a los emprendedores natos de que su futuro no está aquí.

Apenas enumeramos, son tópicos largos y complejos, de los cuales se ha hablado con acierto y se seguirá hablando. El asunto es pasar a la acción, para impedir que sigamos perdiendo talentos, manos que trabajan y afectos en nuestras vidas.

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