David Uzcátegui
Secretario Nacional
de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
Entre las noticias más destacadas
de nuestro país en esta semana, llamó la atención de muchos el aumento de la
canasta básica familiar en el último mes, un incremento calificado como
histórico, al haberse elevado en 26,5%. Esto coloca el costo de la canasta
básica para el recién finalizado mes de junio en 54.204,69 bolívares.
Se entiende como canasta básica
el conjunto de bienes y servicios esenciales para satisfacer las necesidades
elementales para el bienestar de todos los miembros de la familia:
alimentación, vestuario, vivienda, mobiliario, salud, transporte, recreación y
cultura, educación y bienes y servicios diversos.
La comprensión de los asuntos
macroeconómicos escapa a muchos venezolanos; y otros tantos simplemente no
están interesados en ello. Pero cuando las distorsiones de la economía se
comienzan a introducir en el bolsillo de todos, comienzan las preguntas: ¿por
qué se disparan los precios? ¿Por qué se hace cada vez más difícil cubrir las
necesidades básicas?
Las matemáticas están claras: una
familia, en la que solo trabaje una persona con un empleo formal, y que gane
salario mínimo de 7 mil 400 bolívares, está muy lejos de alcanzar los ocho
salarios mínimos necesarios para cubrir la canasta básica familiar.
Desde hace bastante tiempo hemos
manifestado con preocupación extrema lo que consideramos el rumbo errado del
manejo de la economía de nuestro país. Y es que una acción inconveniente trae
inevitablemente consecuencias. Lo que estamos vendo hoy es el resultado de una
suma de decisiones equivocadas en la administración de Venezuela.
Estamos bajando –en aterrizaje
forzoso- de la nube en la cual los altos precios petroleros montaron al país.
No hay que conocer demasiado del tema
para saber que dichos precios son volubles y nuestra historia en el último
siglo ha estado sometida a esos vaivenes.
Hace poco se cumplieron 79 años
del famoso editorial del fallecido intelectual venezolano Arturo Uslar Pietri
titulado “Sembrar el petróleo”, el cual hemos citado varias veces, ya que ha
sido por demás desoído. Aquel histórico texto nos invita a tomar el ingreso
petrolero para hacer inversión sustentable en nuestro país, cosa de que los
tiempos de las “vacas flacas” nos tomen con una economía diversificada y
ahorros bajo el colchón. De esta manera, el ingreso petrolero, sea alto o bajo,
estaría al servicio el país.
A casi ocho décadas de aquellos
postulados, ningún gobierno ha tomado en cuenta las recomendaciones de Uslar,
ni de otros tantos conocedores de las variables económicas y de los vericuetos
del asunto petrolero.
Volviendo al momento actual,
estamos pagando el error de haber aplastado la producción nacional con
abundantes importaciones, que terminaron por dejar sin mercado al inversionista
venezolano, que no podía competir con ellas.
Lamentablemente, la
administración actual también ha criminalizado al productor privado con
anacrónicos argumentos ideológicos ya superados en casi todo el mundo, y aún en
medio de la situación inflacionaria y de escasez que confrontamos, mantiene un
tono retador en lugar de aceptar las invitaciones al entendimiento y al trabajo
conjunto.
En síntesis, de estos errores
pensamos que parte la situación que pone hoy la canasta básica en un aumento
con respecto al mes de mayo de 11.357,78 bolívares. La variación anualizada, si
comparamos los períodos junio 2014-junio 2015, es 163,6%, al alza.
Es un escenario que nos habla de
la necesidad de una urgente rectificación de la política económica, en la cual
el gobierno debe aceptar que el drástico bajón de los precios del petróleo no
nos permite seguir ostentando una economía netamente importadora y que los
venezolanos debemos resolver fronteras adentro la crisis en la que nos metimos
nosotros mismos.
También es crucial en el oscuro
panorama que confrontamos, el ya obsoleto control de cambio, que obstaculiza
con burocracia la obtención de divisas para cualquier necesidad, incluida la de
alimentación. Trámite que no sería necesario si de verdad pudiéramos ostentar
una soberanía alimentaria y produjéramos en nuestra tierra el sustento.
Hay que sentarse a hablar ya con
el venezolano productivo, conocer de su propia boca cuáles son los obstáculos a
la realización de su tarea, escuchar a
quienes de verdad saben producir en nuestra tierra y desandar con humildad un
camino lleno de errores.
La inacción se prolonga y con
ello se agravan los problemas. Producción nacional y diálogo entre los sectores
sociales son las tareas más urgentes y ambas deberán ser asumidas más temprano
que tarde. El problema está en que, mientras más tarde se inicien, más daño se
le habrá hecho a la gente, que es quien al final paga con su calidad de vida la
inacción y las acciones erradas.
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