Por David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
Los acontecimientos que han
conmocionado a Grecia en los últimos días han mantenido en vilo a la economía
mundial. Se llegó muy cerca del impago de obligaciones con el Fondo Monetario
Internacional, con la consecuente negativa del Banco Europeo a socorrerlos, lo
cual había colocado en riesgo a la Zona Euro, con un rebote hacia el resto del
planeta.
El Eurogrupo finalmente recibió
una nueva carta desde Atenas, hecho que puso a los técnicos a trabajar en el contenido de las nuevas propuestas. El
diario británico Financial Times accedió a dicha carta, en la que el gobierno
heleno acepta las condiciones de la última propuesta de las Instituciones
solicitando a cambio apenas unas modificaciones.
De esta manera, Grecia recibe un
nuevo y muy necesario aire cuando se encontraba al borde de un abismo.
A última hora de ese decisivo
martes 30 de junio, se conoció que a República Helénica está preparada para
aceptar el acuerdo a nivel técnico, sujeto a enmiendas, añadidos o
clarificaciones, como parte de la extensión del programa de rescate que ha
expirado y como parte del nuevo préstamo que fue solicitado en la fecha
mencionada.
Ya es de larga data – más de un
lustro- la problemática de los griegos en cuanto al desorden de su economía.
Los griegos eligieron al
carismático Alex Tsipras para ponerlo al frente de la nación. Y gran parte de
esa escogencia tuvo que ver, sin duda, con que el candidato dijo lo que ellos
querían escuchar, más no lo que convenía para una nación que se encontraba en
un momento tan difícil.
Muchos apostaron a que el
discurso de izquierda radical de Tsipras era más una estrategia electoral que
una intención de futuros hechos una vez que ostentara el importante cargo al
cual se postulaba. Lamentablemente, se equivocaron y el nuevo mandatario ha
ostentado en el poder la misma intransigencia que en la campaña. Veremos si el
inesperado y sorprendente viraje que dio el gobierno cuando todo parecía perdido,
se mantiene en el tiempo.
Por otro lado, los organismos
europeos se negaban a seguir auxiliando a una nación que no demostrase
intenciones de adoptar una disciplina fiscal, la única manera de sanear sus
cuentas, visto que ha llegado a un extremo indeseable en el cual le queda muy
poco margen para maniobrar.
Estos temidos recetarios de
ajustes no son para nada deseables y han traído penurias para muchos países;
pero el asunto está en que, llegados a este extremo, no quedan muchas
alternativas. Y lo que tiende a empeorar las cosas es el discurso del gobierno
griego, que no parece medir el tamaño de su desventaja en este momento.
En medio de los factores en
pugna, está atrapado, como siempre, el pueblo. Y hay que subrayar que los
griegos vienen sintiéndose humillados desde hace rato por las imposiciones de
organismos internacionales y por ello, muchos rechazan las actuales. Sin
embargo, ante el impago al FMI, hay quienes a estas alturas se oponen al
proceder de Tsipras y compañía y protestan contra sus acciones, lo cual sin
duda debe haber jugado su parte en la intempestiva negociación que ocurrió a
última hora. En otras palabras, ha llegado a Grecia la tan temida polarización,
en medio de una de las crisis más graves de los últimos tiempos.
Por otro lado, hay quienes
cuestionan la inflexibilidad de los organismos acreedores y de los posibles
prestamistas; pero hay que entender que dichos organismos se hacen de leyes que
son inquebrantables y si el país en problemas no se aviene a un diálogo, pierde
muchos puntos y las posibilidades de rescate se alejan. Este ha sido el caso
griego con el discurso tremendista de sus nuevas autoridades.
En otras palabras, el juego
parece trancado. Y ello rebota en toda la Zona Euro, cuyos países están
finalmente atados a una misma suerte, con el temor de que contagie a otras
naciones potencialmente vulnerables, como España o Portugal.
La crisis griega ha generado que
los inversionistas quieran escapar de bonos con algún nivel de riesgo
–lamentablemente esto incluye a los venezolanos- y prefieran, en un momento
como este, refugiarse en bonos que se consideran blindados, como los
estadounidenses.
El episodio griego deja lecciones
de envergadura en cuanto al orden y la disciplina en los gastos para el mundo
entero. Y particularmente, es una campanada a Venezuela, ante el final de las
“vacas gordas” que nos bendijeron durante casi una década. La economía es una
disciplina terca y no hay forma de escaparle.
Nuestra nación se ha
caracterizado en la última década por una ostentosa indisciplina en los gastos
y, el hecho de que los ingresos disminuyan tras la caída de los precios
petroleros es sin duda una señal de alerta. No queremos vernos en los zapatos
de los griegos, aún estamos a tiempo de dar un golpe de timón.
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