Por David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
Muchos
de quienes sentimos que Venezuela no va por el camino conveniente, hemos
perseverado en encontrar una fórmula para poder constituirnos en un contrapeso
efectivo ante un Estado hipertrofiado y un exceso de poder acumulado en pocas
instancias.
Esta
fórmula ha sido, desde hace varios años, la Mesa de la Unidad Democrática, o
sencillamente, “la unidad”, como es llamada en las calles, tanto por quienes la
avalan como por quienes la combaten.
Y
ciertamente, y como lo dijéramos días atrás, tenemos gente de este lado de la
acera que ataca la unidad, no es una tarea exclusivamente del oficialismo. ¿Por
qué recibe ataques la que parece la fórmula más sensata para concretar un poder
alternativo?
Se trata de una gran pregunta. Hay quienes, desde lo humanamente
comprensible, arremeten contra la unidad siendo opositores, pero sintiendo que
el camino se ha hecho demasiado largo y que la fórmula no es efectiva en tanto
y en cuanto no ha servido para dar paso a otros gobernantes distintos a quienes
ostentan el poder desde hace más de 16 años.
Con ellos hay que hablar. Siempre hemos dicho que no es un
camino fácil, ni sencillo, ni breve. No hay fórmulas sacrosantas ni atajos, que
es algo que hemos combatido quienes nos amparamos bajo el paraguas unitario.
La decepción y el desaliento son, repetimos, humanos. A todos
nos han tocado una y otra vez en estos años, y no nos queda otra que volver a
levantarnos y seguir adelante. Sí, se está poniendo a prueba nuestra madurez y
nuestra resiliencia o capacidad de adaptarnos y modificarnos para superar los
obstáculos y poder seguir adelante.
En otros tantos hay miopía. No es conveniente tener vista corta
en una circunstancia tan compleja como la que vivimos. Una verdadera visión de
helicóptero de lo que nos estamos jugando en Venezuela tiene como ventaja
introducirnos en la verdadera dificultad del momento. Comportamientos y
acciones que serían explicables en otras circunstancias, no lo son en estas.
Hay quien habla también de agendas propias y ocultas. Otra
conducta humana pero inconveniente en estos momentos. Aquí no va a haber agenda
propia para nadie si no hay país. Y el país se construye desde lo colectivo,
desde un pacto social que se desdibuja y que hay que volver a hilar muy
finamente. Y ese pacto pasa por respetar la palabra. Es desde aquí desde donde
lo vamos a volver a construir, y será tan sólido que terminará por convocar a
quienes están en la acera opuesta, no tenemos dudas de ello.
Mantener la Unidad no es fácil. Por suerte somos muchos, de
matices muy diversos, para no hablar de izquierdas o derechas, términos que en
el siglo XXI lucen ya obsoletos, porque la visión de gobierno y de la
administración del poder es muy distinta y tiene otros objetivos a la luz de
los avances de la humanidad.
Ciertamente, atajar las fisuras de este ejercicio democrático es
una labor titánica y exige compromiso y sensatez por parte de quienes
convivimos bajo ese techo. Pero, justamente con este panorama que estamos
pintando, ya comienza a existir un país alternativo en el cual se toleran las
diferencias y se dialoga en pro del bien común.
Al día de hoy, nadie puede negar que la MUD es la única
alternativa a la autodenominada revolución. Ha organizado elecciones primarias
que sí han acercado el derecho de elegir a la gente. Ha presentado candidatos
unitarios a diversos cargos de elección popular, incluso a la presidencia de la
República, con resultados superiores a los esperados en los conteos de votos. Y
lo más importante: ha actuado con ecuanimidad y con ética, un clamor popular
que impide abordar el camino corto, pero que aporta solidez a la ruta.
Estamos negados a una fractura de esta instancia. Todos somos
necesarios, siempre y cuando nos guíen pensamiento democrático y la nación como
último interés. Somos de quienes siempre llamaremos a quienes estén en
desacuerdo para sentarnos a encontrar consensos, porque de eso va la política.
No se vale desesperarse. Ni para nosotros, ni para quienes
busquen nuestros mismos objetivos por diferentes caminos, ni mucho menos para
quienes no sienten piso alguno y perciben el momento actual como demasiado
oscuro.
¿Cuándo obtendremos resultados? Honestamente, no lo sabemos. Y
quien diga lo contrario, seguramente no está pisando firme, sea que lo haga
adrede o de buena fe. Lo que sí sabemos es que, cuando esos resultados lleguen,
serán sólidos, perdurarán y servirán como piso para avanzar mucho más en el
camino del progreso y la justicia.
Sin embargo, el trabajo sereno y constante hace que los
resultados comiencen a aparecer de forma tan natural y paulatina, que muchas
veces no nos damos cuenta de que ya estamos en el sendero. Es fácil que el
ruido de la compleja circunstancia no nos permita notarlo. Pero sí hay
resultados. No detonemos el camino construido.
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