Por David Uzcátegui
Secretario Nacional de Asuntos Municipales Primero Justicia
@DavidUzcategui
En las últimas semanas ha
reflotado con intensidad un viejo asunto que tiene pendiente nuestra República,
y es el delicado diferendo limítrofe con la vecina Guyana, al cual se le han
dado largas por diversos motivos, desde lo diplomático hasta su ausencia en la
agenda de prioridades cuando el país enfrenta temas urgentes
Pero era evidente que, más
temprano que tarde, el asunto volvería a ocupar a los venezolanos. No es válido
postergarlo indefinidamente y el mundo sigue moviéndose, por lo cual llegaría
la circunstancia en la que lo complejo del asunto no resuelto, volviera a hacer
ruido.
La actual crisis revienta por un
asunto coyuntural, y es la exploración de la petrolera multinacional Exxon
Mobil en territorios que están dentro de la zona en reclamación
Guyana-Venezuela. Dicha exploración ha dado con riquezas minerales que, al
encintarse dentro de un territorio en entredicho, detonan una compleja
situación diplomática.
Quedará a los especialistas en
relaciones internacionales apuntar cuál ha debido ser el procedimiento, tanto
para realizar esta exploración como para manejar los hallazgos de riquezas
minerales. Porque, si bien defendemos los buenos oficios de la diplomacia en
todo momento y en particular en un caso como este; también es verdad que Guyana
no ostenta soberanía absoluta en esos espacios y que nuestro país tiene voz y
voto, al menos hasta que las instancias supranacionales pertinentes tomen una
decisión respecto a este largo y engorroso conflicto.
En días recientes, voceros del
gobierno señalaron que “hay que apuntar bien” en las diferencias que mantenemos
con Guyana. Ciertamente, tienen razón. Sin embargo, la mencionada puntería
citada desde el oficialismo tiene que ver con la empresa que realiza la
exploración, cuando lo que hay que preguntarse es por qué están allí y quién
los autorizó.
Evidentemente, esto debe haberse
materializado con el conocimiento y apoyo del gobierno guyanés y esto es lo que
pone la situación en tintes muy delicados; ya que debe haber comunicación entre
ambos gobiernos al existir de por medio un territorio cuya titularidad no ha
sido definitivamente dirimida.
Es el gobierno guyanés el único
interlocutor válido respecto a este contratiempo y por supuesto, las instancias
internacionales previstas por la ley y reconocidas por ambas naciones. El
preocupante incidente debe ser resuelto con pragmatismo. Los prejuicios
personales o ideológicos pueden hacer mucho ruido ante el intento de buscar y
conseguir una resolución satisfactoria para ambas partes en este asunto.
En medio del revuelo y la
polémica que se ha levantado en la opinión pública por esta situación, ha
asomado una y otra vez el término “militar”, dentro de análisis y discusiones
que se han recalentado más de lo conveniente.
Incluso, el actual Ejecutivo
Nacional apela al latinoamericanismo con frecuencia, y ese es uno de los factores
a tomar en cuenta cuando se intentan resolver diferencias entre dos países de
este continente y que, además son vecinos.
Insistimos en lo que hemos dicho
muchas veces: el asunto bélico se maneja con demasiada ligereza de palabra y es
algo que hay que desterrar. Las palabras lanzadas no se pueden recoger y por
suerte, en este caso la terminología castrense no ha pasado de alguna que otra
imprudencia verbal.
En casos como este, la fidelidad
a la patria debe manejarse con sangre fría y apego al marco legal
internacional, que es el único que nos puede brindar soluciones. No buscar
culpables, y menos inventarlos. No utilizar la situación para crear discursos
políticos de ninguna parcialidad. Tomar muy en serio lo que sucede, porque es
realmente serio. Y demostrar que el amor a Venezuela no es retórica, sino
trabajo inteligente y consciente de gente preparada para lidiar con temas de
semejante complejidad.
Es la misma Guyana la que ha
mencionado nuevamente el Acuerdo de Ginebra, por el cual se rige el diferendo,
y con dicha mención queda tácitamente aceptado que Venezuela es parte
interesada de forma legítima en este problema. Instancias como la Celac, que
agrupa en su seno a los dos países, son también valiosos auxiliares en este
momento.
También se espera sensatez y
ponderación por parte de los representantes guyaneses. Y evidentemente, respeto
hacia el territorio venezolano, con lo cual queremos decir hacia los sectores
vecinos a la zona en reclamación que son netamente venezolanos.
Toca a la ciudadanía de ambos
países exigir a sus representantes una solución que no comprometa el futuro, ni
la dignidad, ni la paz de los afectados. No es fácil; pero esa es la tarea. Y
hay que acometerla ya, antes que se presenten en un futuro nuevas situaciones
como esta, que volverán a aparecer si no se subsana el largamente postergado
acuerdo.
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