Uno de los obligados reencuentros
anuales de los venezolanos es con las lluvias. Si bien las estaciones del año
son previsibles, pareciera que no sucede lo mismo con sus consecuencias. Es
cierto que la naturaleza nos sorprende de manera desagradable en más ocasiones
de lo que sería deseable, pero también es verdad que se pueden tomar las
medidas de precaución necesarias para minimizar los resultados adversos de los
excesos climáticos.
Y decimos esto evidentemente,
como una necesaria reflexión ante los resultados lamentables que dejaron
lluvias recientes en nuestro país.
Según los datos emanados de
Protección Civil, 12 estados del país se han visto afectados por las fuertes
lluvias de los últimos días. Amazonas, Anzoátegui, Barinas, Bolívar, Cojedes,
Delta Amacuro, Falcón, Guárico, Miranda, Mérida, Monagas y Vargas, fueron los
más castigados.
Según la misma fuente, han
sufrido daños en los últimos días 377 vialidades, se han presentado 146
deslizamientos, se han desbordado 53 ríos y 55 quebradas y se ha registrado la
afectación de 16 puentes. Adicionalmente, activaron 47 refugios, donde están
albergadas 457 familias que suman 1.699 personas.
Sí, es verdad que las cantidades
de agua fueron insólitamente altas e inesperadas; pero también es una realidad
que muchos lugares fueron sorprendidos sin haber tomado las precauciones
necesarias. Precauciones que se imponen según la temporada y que, por más
desproporcionada e inesperada que sea la fuerza de la naturaleza, ayudan a
mitigar lo más posible las consecuencias.
Bien sabemos que Venezuela tiene
dos estaciones distintivas: el invierno, que va de mayo a noviembre, es la
estación húmeda, y el verano, que va de diciembre a abril, es la estación seca.
Ambas temporadas tienen sus peligros implícitos.
El territorio nacional presenta
un alto riesgo de experimentar fenómenos naturales adversos, que suponen un
riesgo para la población del país. Las amenazas de desastres naturales más
importantes se producen principalmente a causa de inundaciones -especialmente
en la temporada del año donde las lluvias son más frecuentes-.
Estos riesgos derivados de
fenómenos meteorológicos, se encuentran encabezados por las tormentas y sus
consecuentes inundaciones posteriores. Estos hechos se repiten año tras año,
especialmente en el periodo comprendido entre agosto y octubre, conllevando
importantes pérdidas materiales y, en ocasiones, humanas. Es en estos meses
cuando se incrementa también el riesgo de huracanes en la zona del Caribe, lo
cual tiende a complicar el panorama aún más todos los años.
Por otra parte, también son
frecuentes fenómenos tales como deslizamientos de tierra, derrumbes y caída de
materiales con motivo de los fenómenos meteorológicos mencionados
anteriormente.
Por esto, las distintas
instancias gubernamentales deben realizar labores de prevención, como ejecutar
limpiezas en quebradas y drenajes, a la par de una profunda y constante campaña
educativa para evitar el mal hábito de lanzar desperdicios a estos cauces de
agua, costumbre que termina por tapiarlos y potenciar de manera exponencial el
riesgo de las inundaciones.
También es conveniente trabajar
en simulacros en escuelas y comunidades, especialmente en las de alto riesgo
geológico, como es el caso del municipio Baruta en Caracas, que, por su alto
componente de taludes y montañas, es un ejemplo de los peligros que se pueden
correr durante estos meses del año.
Este municipio también es ejemplo
de otro de los grandes problemas que se padecen en muchos sectores de Venezuela
al llegar las lluvias, como es el caso de construcciones en lugares de riesgo
sin ningún tipo de control.
Para colmo, los intensos periodos
de lluvia han hecho que los terrenos se vuelvan más inestables debido a la
saturación de agua en los suelos, esto ocasiona que las masas al secarse se
fracturen y se debiliten, haciendo que cedan las laderas ante el peso de
construcciones.
Y hay que resaltar que las
advertencias no solo caen sobre las barriadas. Los especialistas coinciden en
que hay urbanizaciones propensas a más riesgo que los mismos sectores populares
improvisados, debido al incumplimiento de las ordenanzas que establecen los
parámetros de construcción. La improvisación y la ilegalidad en las
construcciones son una espada de Damocles también sobre la clase media, como
hemos visto en lamentables hechos de tiempos pasados y recientes.
También es medular y vital la
coordinación entre diversas instancias de los poderes locales, regionales y
nacionales. Lo peor que podemos hacer ante cuadros de intensas lluvias, como
los recientemente vividos, es parcelar el país y echar culpas unos sobre otros.
La acción conjunta y la comunicación rápida son cruciales para superar dichas
adversidades con el mínimo daño posible.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui