“Los inmigrantes” es el título de
un cuento de Rómulo Gallegos, nuestro escritor más emblemático y ex Presidente
de la República. En él se relata cómo dos recién llegados a Venezuela
progresan, trabajando a brazo partido. Fundan familias, se arraigan y crecen
junto con el país.
Este sería por supuesto, el ideal
de todo inmigrante. “El sueño venezolano” lo podríamos llamar, por aquellos
tiempos en los cuales éramos receptores de refugiados de todas las tierras del
mundo. Se integraban, se hacían nuestros y procuraban bienestar para sus hijos,
para sus descendientes.
Hoy el panorama ha cambiado
radicalmente. Nuestros ciudadanos contribuyen a la ola de emigrantes que buscan
seguridad en el mundo entero. Una ola creciente, que pone en aprietos a los
destinos soñados por muchos, que ya se desbordan con tanta gente que huye de la
adversidad y de la falta de oportunidades.
Esto lo acabamos de ver
recientemente en Alemania, cuando la intensa crisis de inmigrantes hizo
tambalear al poderoso gobierno de Angela Merkel, quizá la mujer más imbatible
de la historia europea, junto a la británica Margaret Tatcher.
Y lo mas insólito es que este
cataclismo no fue causado en modo alguno por la administración de ella o por
alguna causa intrínseca al país. No.
Se trató de las masas humanas que
buscan llegar como sea al país más apetecido de Europa, desde Africa y el Medio
Oriente. Esto, sin contar con los inmigrantes de su propio continente, que ven
en la prosperdad, solidez y estabilidad alemana su propio ideal de bienestar y
progreso, ante carencias en sus propias naciones, las cuales jamás se podrán
comparar a otras que están en verdadera desgracia; pero es que nadie puede
renunciar a su legítimo deseo de calidad de vida.
El ministro del Interior alemán,
Horst Seehofer, líder de la Unión Social Cristiana (CSU, por sus siglas en
alemán), seguirá en su cargo tras alcanzar un acuerdo con la Unión Demócrata
Cristiana (CDU, por sus iniciales en alemán) de Merkel que, según dijo,
frenaría la inmigración ilegal.
La disputa había puesto al
gobierno de Merkel al borde del colapso y fue resuelta. Pero el capital
político de la dama que domina la política europea desde hace más de 13 años
parece disminuido, generando dudas sobre si culminará su mandato. Porque el
poder, aún el más robusto, se desgasta. Y todo líder sabe que en algún momento,
debe negociar y establecer coaliciones para sustentar la legitimidad y
viabilidad de su mandato. Aún si su nombre es Angela Merkel.
Bajo el acuerdo alcanzado, los
inmigrantes que ya han solicitado asilo en otros países de la Unión Europea
serán retenidos en centros de tránsito en la frontera mientras Alemania negocia
sus retornos.
Hasta ahora, los migrantes que
solicitan asilo al llegar a Alemania eran repartidos por todo el país hasta que
se examinaran sus casos. El nuevo acuerdo pone fin a la generosa política de
acogida de migrantes en Alemania. Una pésima y lamentable noticia, pero la
realidad es la que manda. Ronda al mundo entero la dicotomía entre naciones
fallidas, que no pueden cuidar de sus propios hijos; y otras tantas en las que
se puede vivir de un empleo, se puede tener acceso a medicinas, comida, salud,
seguridad y educación.
El panorama es lamentable. Aquí,
en nuestro continente, vemos cómo miles de centroamericanos huyen de la pobreza
y la violencia de sus tierras, amontonándose en las entradas hacia Estados
Unidos y provocando otra crisis migratoria.
Raya en la utopía el pensar que
todas las naciones deberían erradicar miseria y delincuencia, sanearse y
convertirse en un lugar donde valga le pena quedarse, al cual le puedan apostar
no solamente su hijos legítimos, sino los inversionistas de otras partes.
En aquel cuento de Gallegos, los
hijos de los dos inmigrantes, nacidos ya en Venezuela, se casan y comienzan una
nueva familia, esta vez de venezolanos que se arraigan aquí, con la perspectiva
optimista que nuestro gentilicio podía abrazar en aquellos años y que era la
envidia de muchas naciones en desgracia. Hoy ya no es así, dolorosamente.
Sin embargo, seguimos apostando,
al menos en nuestro suelo, a que nuestras riquezas se impongan. No solamente
las materiales, sino también las espirituales y las del carácter. Esas son las
verdaderas y pueden multiplicar por un millón a las otras.
Que algún día no sea necesario
irse, que en algún momento sea seductor regresar, que otras nacionalidades
tengan que poner nuestro mapa en su ruta, como fue antes y por muchos años,
debido a todo lo bueno que aquí se les puede ofrecer.
Y mientras trabajamos por este
sueño posible, queda rogar porque esos líderes mundiales tengan sabiduría y
compasión. Que manejen con tacto, con la mayor sensibilidad posible, esta
crisis de migración que arropa a todo el planeta.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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