El asunto ahora es que tenemos
que prepararnos para unas elecciones presidenciales. Se trata de una cita
ineludible para el año 2018 y tenemos que partir desde el escenario actual para
definir qué vamos a hacer. No queda otra.
Como siempre se dice por allí,
los éxitos tienen muchos padres y las derrotas son huérfanas. Lo que acabamos
de vivir no es la excepción. Para nada resulta fácil sentarnos a revisar qué
fue lo que aconteció, y no es nuestra intención hacerlo con otro fin que no sea
proponer qué hacer para convertir una oportunidad en hechos a favor nuestro.
En principio, y hay que decirlo,
resulta lamentable ver cómo el enorme avance que se había tenido por el lado de
la Unidad, ha perdido empuje en el marco de las discusiones internas entre
quienes estamos del mismo lado de la acera.
Nadie dijo que fuera fácil, y
siempre nos empeñamos en subrayarlo. Pero quizá lo más difícil de todo esto,
sea ponernos de acuerdo entre nosotros mismos. Entre tantos colores y formas de
pensar que son la verdadera democracia y el país que queremos.
El experimento unitario ha
alcanzado enormes éxitos en el pasado, avanzando en la cuota de gobernaciones,
alcaldías, diputados e incluso, arrojando números altamente positivos en las
presidenciales.
Siempre habrá quien diga que todo
esto no ha sido suficiente y la razón no falta en esta afirmación; pero también
nosotros preferimos ver el vaso medio lleno y ver cuánto hemos sumado.
Porque tampoco nos falta la razón
al afirmar que, la pérdida de foco en estas estrategias exitosas del pasado,
nos hizo retroceder aparatosamente en lo logrado.
Insistimos, mal podemos señalar y
culpabilizar, si lo que estamos buscando es aglutinar de nuevo a quienes,
juntos, logramos avanzar en una lucha que es literalmente de David contra
Goliat.
Lejos de ello, creemos que hay
que escuchar a todos los actores legítimos que han protagonizado esta lucha de
años y sentarnos nuevamente a la mesa. ¿Cuáles son las respuestas? No las
sabemos ni las tenemos, pero justamente por ello es que nace esta reflexión
sobre la urgencia de un reencuentro. De allí quizás salgan estas respuestas que
hoy necesitamos.
También lo queremos reafirmar,
respetamos los argumentos de quienes decidieron abstenerse. Son por demás
lógicos y sólidos; pero los resultados del reciente encuentro comicial probaron
que la abstención no suma y, en sentido contrario, nos permitimos citar el caso
de Baruta, donde se logró una de las participaciones más altas del país,
alrededor de un candidato que, si bien no fue bendecido con una unidad completa
y blindada, sí aglutinó las simpatías de la mayoría de los votantes que exigen
un cambio. Y un municipio que se daba por perdido, fue el David de este Goliat
del 10 de diciembre.
¿Cuál es entonces la meta? La
resumimos en dos palabras: unidad y participación. ¿Cómo llegar hasta ella? Al
momento de hoy no lo sabemos, pero tenemos la convicción de que hay que
hacerlo.
También sabemos que las
condiciones deben cambiar, pero no lo van a hacer sino a través de nuestras
acciones. La inacción jamás ha modificado nada.
Nunca como ahora había pesado tal
cúmulo de amenazas contra quienes ejercen su derecho a pensar y sentir diferente.
Jamás el aparato burocrático había sido tan hipertrofiado y eficaz en el cierre
de las ventanas que dan oxígeno a cualquier democracia. Pero es justamente por
ello que está prohibido abandonar la lucha. Estamos hablando en defensa propia,
si es que no queremos ser barridos.
Sí, es cierto, el juego está
sumamente cerrado para quienes queremos otro destino para Venezuela. Pero
también es real que nunca el descontento había sido tan alto, que jamás la
decepción con un proyecto político que engañó a los ciudadanos había sido
sentida tan abiertamente.
Y es real también que urge darle
un canal de expresión al pueblo, para que toda esta carga tan pesada se
convierta una vez más –lo repetimos- en hechos. En hechos que puedan cambiar el
mapa político nacional y el destino del país.
Cierto, quizás nos encontramos
más lejos que nunca de esta meta. Pero también es real que, en política, las
cosas pueden cambiar del blanco al negro en un instante. Aunque, una cosa sí es
verdad: no lo van a hacer por sí solas.
Aquí tenemos hoy un diagnóstico y
una opinión. Del otro lado está un hecho inevitable que se nos acerca conforme
pasan los días. El llamado -urgente- es a construir un puente entre esta
opinión y aquel hecho.
David Uzcátegui
Twitter: @DavidUzcategui
Instagram: @DUzcategui
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