domingo, 12 de junio de 2016

“Violencia trae violencia”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui



La reciente agresión sufrida por el diputado Julio Borges es apenas uno más de tantos episodios de violencia que colman la cotidianidad de los venezolanos en forma creciente, en cada esquina del país.

Como muchos lo han advertido desde tiempo atrás, urgía atajar la virulencia de los discursos, porque las palabras se traducen en hechos y no existe justificación alguna para diseminar contenidos llenos de odio, que solamente podían conducirnos a lo que hoy vivimos.

Junto a las reiteradas agresiones de las cuales son objeto cotidianamente los propulsores de la alternativa democrática, también alarma la creciente escalada contra los periodistas que cubren los acontecimientos, señalados como objetivo de una parcialidad política, por el simple hecho de servir de intermediarios entre los sucesos y la gente.

La pregunta es: ¿quién gana con la violencia? Se paraliza el país, aún más de lo que ya está. El ambiente enrarecido complica la realización de un evento electoral, como lo es el inminente referendo revocatorio. Más allá de eso, lo dramático es que se trata de la única salida a una situación de penuria, que no solamente tiene que ver con inflación, escasez e inseguridad, sino también, justamente, con violencia.

El diálogo, que despierta las más variadas opiniones entre los venezolanos, es también altamente cuesta arriba cuando se tiene sobre la cabeza una espada de Damocles que únicamente tiene como objetivo el chantaje.

El país se nos desdibuja a paso de vencedores, y los responsables –o irresponsables- son también los cómplices de la violencia. Quienes la llaman, quienes la aúpan, quienes la ejercen y lo hacen no solamente desde los hechos, sino desde el verbo. Desde la glorificación en la palabra de una  patada al tablero que solamente nos puede internar aún más profundamente en el oscuro callejón sin salida que desde hace rato transitamos.

La gente lo sabe, la gente está clara. Para el ciudadano de a pie es obvio quién juega para intereses egoístas y agendas propias; y quién le apuesta a la viabilidad de una Venezuela de paz, que nos pueda garantizar vida y bienestar a todos. El triste espectáculo salpicado de rojo, no tendrá aplausos de los venezolanos.

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