David Uzcátegui
@DavidUzcategui
El título de esta nota puede
sonar como un contrasentido; pero en los tiempos que vivimos vale más subrayar
lo obvio, para que nadie pueda replicar luego: “a mí no me dijeron”.
Y es que, el primer requisito
para un diálogo es dejar por fuera la imposición. Entender que hay dos partes
involucradas y que si no hay una visión compartida de problema y solución, la
iniciativa nace muerta.
Uno de los mayores problemas que
han torpedeado las fallidas iniciativas de diálogo durante todos estos años en
Venezuela, es la pretensión reiterada del gobierno de imponer las reglas para
un diálogo que busca responder justamente, a los problemas creados por las
imposiciones unilaterales y la exclusión de gruesos sectores sociales en la
conducción del país.
Es el gobierno quien impone
agenda, metodología, facilitadores y demás elementos. Y cuando la Mesa de la
Unidad Democrática expone sus puntos o da a conocer a sus representantes, las
negativas tajantes del Ejecutivo no se hacen esperar.
Al momento de escribir estas
líneas, pudimos leer en internet que el presidente de la República, Nicolás
Maduro, escribió una carta que enviará en las próximas horas, donde realiza
tres propuestas a la Comisión Internacional del diálogo por Venezuela, con el
fin de concretar la agenda establecida en días anteriores.
Continúa la nota atribuyendo al
mandatario esta frase: “El diálogo es una línea central de la revolución
bolivariana”. Una afirmación que se contradice con hechos, al revisar numerosos
videos donde no se escatima en los epítetos más altisonantes contra los
legítimos representantes de las fuerzas alternativas democráticas venezolanas.
Y se adelanta que en la misiva,
se solicita a instalación formal de la Comisión por la verdad, la justicia y la
reparación de víctimas, el acuerdo de respeto de las instituciones del país y
el cese a la violencia entre las peticiones del mandatario a dicha Comisión.
Por supuesto, suponemos que todo
ello visto desde el cristal subjetivo del gobierno, que tiene su propio
concepto de verdad, que exige respeto para unas instituciones mientras
atropella a otras y que ha sido bastante poco diligente en contener a la
violencia que se engulle a la nación.
Lo que sí llama la atención, es
que un régimen tan pagado de sí mismo esté buscando oxígeno a través de un
diálogo, aunque lo enrevese, lo sabotee y lo postergue. Inequívocamente parece
un síntoma confeso de su debilidad, cuando anteriormente, atrincherados en la
cima del poder, ni siquiera reconocían la existencia de interlocutores por
parte de la mayoría ciudadana a quienes se daba la espalda.
Se trata sin duda de un síntoma
inequívoco de la debilidad gubernamental, lo cual debe ser manejado con mucha
mano izquierda, ya que quienes hoy administran al país podrían estar echando
mano de cualquier artificio para oxigenarse y ganar tiempo, como ya lo han
hecho en anteriores oportunidades.
Lo cierto es que las proporciones
de la crisis venezolana han llamado a personalidades y organismos
internacionales a involucrarse. Seguramente, unos con mejores intenciones que
otros. Pero lo cierto es que ya se reconoce abiertamente la urgencia de que la
comunidad internacional se involucre en este caótico devenir que se ha llevado
por delante el bienestar de un pueblo.
Y es que, como afirmamos unas
líneas más arriba, los diálogos son de dos. El problema está en que los
representantes oficialistas pretenden dejar por fuera de este diálogo
justamente problemas y soluciones medulares que serían imprescindibles de poner
en la mesa si la verdadera intención fuese sacar a Venezuela de este agujero
negro.
Para brindar un marco adecuado a
un proceso de diálogo serio y útil, debe darse el referendo revocatorio para
este año, la liberación de los presos políticos, el retorno de los exiliados y
el cese de las causas judiciales originadas en la persecución gubernamental
contra la disidencia.
Visto este cuadro, la MUD debe
accionar con firmeza y objetivos claros, para sumar a lo que son sus metas y no
prestarse a la compra de tiempo que parece convenir al oficialismo, con el fin
de postergar el revocatorio. Esto debe ser un requisito de hierro, porque es
justamente lo que los venezolanos no tenemos: tiempo. El mismo que se ha
desperdiciado penosamente mientras los males avanzan a paso de vencedores.
Ni chantajes ni manipulaciones
son permisibles; como tampoco lo son las designaciones unilaterales de
facilitadores e intermediarios para un diálogo, si es que se quiere que sea un
diálogo real.
Los parámetros que manejan los
líderes que representan a la mayoría de venezolanos, están contenidos ni más ni
menos que en nuestra Constitución. Y su letra no puede ser flexible, ni
modificable, ni mucho menos manipulable.
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