David Uzcátegui
@DavidUzcategui
La Carta Democrática
Interamericana se ha puesto en el ojo del huracán en la opinión pública
venezolana e internacional, desde que luce como una posibilidad cierta su
aplicación ante los complejos tiempos que vive nuestro país.
Carta Democrática y OEA forman,
desde hace días, parte del vocabulario cotidiano del venezolano de a pie. Y,
cosa insólita, se le debe mucho al gobierno nacional, ya que ha puesto todo el
poder de su aparato comunicacional en función de intentar descalificar la
posible activación de este mecanismo.
Sin embargo, recordemos que, años
atrás, la Carta Democrática fue invocada cuando el entonces presidente de
Honduras, Manuel Zelaya fue desplazado del poder y el para ese momento
canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, fue el primer defensor de este
instrumento.
En aquel momento, el hoy primer
mandatario, dijo: “La decisión de la OEA es trascendental. Es una decisión
unánime de todos los gobiernos del mundo y lo podemos comparar con la respuesta
que el mundo le dio al nazismo y al fascismo”.
¿Por qué la Organización de
Estados Americanos era ensalzada en ese momento y hoy es denigrada?
Los confusos hechos de Honduras
en 2009 tuvieron dos lecturas: para unos, hubo la destitución de un presidente
que pretendía modifica la Constitución con el fin de perpetuarse en el poder;
pero para otros, simplemente un grupo de militares secuestraron al primer
magistrado y lo expulsaron del país.
Sin pretender entrar en el fondo
de lo que realmente sucedió en aquel momento adverso para una nación hermana,
el hecho es que el gobierno de Zelaya estaba aliado con el venezolano y sus
poderosos lobbys regionales.
Por otro lado, ciertamente había
suficientes cabos sueltos en los hechos como para que los organismos
multinacionales encendieran sus alarmas.
En conclusión, más allá de las
agendas de poder particulares y de los errores de un lado y de otro, el
continente tenía que demostrar que le interesa, como colectivo de naciones
avanzar hacia la democracia; y la muy cuestionada OEA debía mostrar su capacidad
de mediar en función de hacer respetar valores no negociables.
Ahora, cuando el tema de
discusión es el difícil momento que atraviesa Venezuela, los mismos que
invocaron la intervención de la OEA y la activación de la Carta Democrática,
descalifican al instrumento y al organismo.
Se sigue intentando jugar a la
ley del embudo, en una región que clama por estabilidad en sus gobiernos e
instituciones y que sigue librando una lucha por alcanzar paz y progreso.
Ciertamente, las circunstancias
de aquel episodio de Honduras son muy distintos a los de la Venezuela actual;
pero ambas crisis van más allá de lo nacional y revisten suficiente gravedad
como para que los ojos de los vecinos se vuelvan preocupados hacia lo que
sucede.
A los ojos del mundo no se puede
seguir minimizando lo que acontece en nuestra nación. Se han desdibujado
peligrosamente los límites entre los poderes y unos invaden las competencias de
otros, poniendo en serio riesgo el sutil y delicado equilibrio que mantiene a
las democracias.
El ambiente de confrontación
crece aceleradamente, y se intenta construir un cerco alrededor de la Asamblea
Nacional, poder relegitimado recientemente en unos comicios de convocatoria
masiva, pretendiendo restar así una voz imprescindible a la ciudadanía venezolana.
Paralelamente, la errada política
económica mantiene a la gente entre la espada y la pared, en una situación que
amenaza con empeorar, no solamente por la escalada de los precios, sino también
por las crecientes dificultades para conseguir los bienes básicos.
A ello se agrega la marcada
escasez de medicamentos, que ha llevado al dramático fallecimiento de
venezolanos, incluyendo menores, en una situación que requiere de urgentes
soluciones, ya que mientras más se posterguen estas, más vidas seguimos
perdiendo.
Este cuadro configura desde hace
rato un escenario lo suficientemente inquietante como para concitar las
voluntades de los vecinos a través de cualquier mecanismo que permita
destrancar el juego en Venezuela.
No solamente la Carta Democrática
a través de la OEA, sino cualquier instancia de diálogo y soluciones
contempladas en nuestra legislación, como el referendo revocatorio, para el
cual ya se han completado los primeros pasos muy a pesar de la renuencia del
gobierno.
Si hemos llegado hasta un escalón
en el cual se toma muy en serio la posible activación de la Carta Democrática
en el caso venezolano, se debe sin duda al fracaso de la activación de otras
válvulas de escape a la crisis nacional.
Es una situación que hubiera
podido evitarse si se hubieran abierto las compuertas de otras soluciones, las
mismas que se han ido cerrando sin medir las consecuencias.