sábado, 25 de junio de 2016

“Perú avanza”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Con la toma de posesión del nuevo presidente electo de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, la hermana nación sudamericana completa un impecable proceso electoral que consolida la paz por la cual tanto han trabajado y que se ha cristalizado en los últimos años, no sin sobresaltos.

Kuczynski, también conocido como “PPK” por sus iniciales, nació en Lima el 3 de octubre de 1938. Jugó con sus propias iniciales al bautizar a su movimiento político como “Peruanos Por el Kambio”.  Estudió Filosofía, Economía y Política en la Universidad de Oxford, en el Reino Unido; y un postgrado en Economía en la Universidad de Princeton, Estados Unidos.

En la primera presidencia de Fernando Belaunde Terry fue asesor económico y gerente general del Banco Central de Reserva del Perú. También fue parte del gobierno de Alejandro Toledo como ministro de Economía y Finanzas, así como Presidente del Consejo de Ministros.

Su formación y experiencia se enfrentaron en los comicios a la polémica Keiko Fujimori, cuyo padre, Alberto Fujimori, aún divide apasionadamente a los peruanos tras haber violentado normas constitucionales que lo llevaron a ser calificado como dictador –el recordado “fujimorazo” que disolvió al Congreso”; aunque sus defensores reivindican obras como el saneamiento económico y la erradicación de la guerrilla de Sendero Luminoso.

Otro fantasma vencido en el Perú actual, fue el temor de que el presidente saliente Ollanta Humala se desviara de los usos democráticos, marcado por la asonada militar que protagonizó junto a su hermano Antauro. Los agoreros pronósticos afortunadamente no se consumaron y Humala cumplió su mandato en los términos previstos para entregar sin contratiempos.

Se superó airosamente una segunda vuelta, a la cual fueron con cerrada diferencia y empate técnico, tras ganar Keiko la primera, lo cual mantuvo en suspenso a la gente. Sin embargo, más allá del calor habitual de los procesos electorales en América Latina, no ocurrieron incidentes que lamentar.

Los destinos de nuestros países están interrelacionados, y la culminación exitosa de un proceso electoral en alguno de ellos, es motivo de celebración para todos.


viernes, 24 de junio de 2016

“Validando el futuro”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

La jornada de validación de firmas para activar el proceso del referendo revocatorio que ha vivido Venezuela en los últimos días, ha sido el termómetro de cuánto anhela la gente el cambio.

Es, por mucho, el tema de conversación en la calle, en los transportes públicos, en las casas, en los lugares de trabajo y por supuesto, en las ya cotidianas colas.

Y hablando de estas últimas, parece que ya está claro que no espantan a nadie. Quienes ya se han entrenados en hacerlas una y otra vez para surtir sus hogares de algo que llevar a la mesa, no se van a  asustar con tener que hacer otra cola más, si con este esfuerzo le meten el hombro a la posibilidad de que se produzca un proceso de cambio pacífico y democrático ante la inaceptable realidad que hoy vivimos.

En este sentido, el proceso de validación de firmas ha servido para convocar una nueva manifestación masiva que ha tomado las calles, no solamente enfrentando las colas para validar con paciencia y perseverancia; sino también movilizándose desde los más apartados rincones del país, en una muestra de que el venezolano no se va a dejar desanimar por la escasez de puntos de validación.

Durante estos años hemos crecido en organización ciudadana. La solidaridad entre familiares y vecinos para facilitar el transporte hacia los escasos y lejanos puntos de validación; las diversas organizaciones han prestado logística y apoyo y la gente se ha apertrechado como mejor ha podido para enfrentar la espera en las filas, que no sorprende a nadie y que, por predecible, ha podido ser manejada de manera inteligente por quienes la padecen.

También ha crecido la conciencia política de la ciudadanía. Es aplastante la mayoría que mide la trascendencia de lo que está sucediendo, de lo que nos estamos jugando y de cuánto puede aportar su voluntad para un cambio tan urgente como necesario.

Todos los venezolanos nos hemos convertido en “animales políticos” a fuerza de estar hiperpolitizados al ver cómo se deteriora nuestra vida. Buscamos respuestas, buscamos soluciones y en el camino vamos aprendiendo.

Oportunidades como la validación de las firmas, nos permiten salir a la calle y demostrar cuán capaces somos de pasar por encima de obstáculos cuando el objetivo a lograr es, por mucho, mayor que el mencionado obstáculo.

Al cierre de esta nota, la participación de los venezolanos en el proceso había cumplido cómodamente las expectativas de las fuerzas alternativas democráticas; con lo cual se reafirma que la cita en las urnas electorales es la voluntad de las mayorías.

Aquí parece olvidarse que hace pocos meses hubo una cita comicial en la cual la propuesta de cambio resultó ampliamente favorecida, y la promesa medular de dicha propuesta era buscar la manera pacífica y democrática de cambiar al actual gobierno en el marco de la Constitución Nacional, lo cual es la única salida para desmontar la crisis en paz. Y esa salida no es otra que el referendo revocatorio.

Quedarán para la historia grandes misterios, como por ejemplo la escasez de puntos de validación y por qué se habilitaron apenas trescientas máquinas.

Las enormes colas han constituido al final un bumerang para el discurso oficialista. En primer lugar, han dejado al descubierto cuánta gente apoya esta efectiva salida constitucional. Adicionalmente, demuestran que por parte del poder electoral es insuficiente la voluntad para atender el derecho ciudadano de manifestar su legítimo deseo de cambio. Un tiro por la culata de principio a fin.

Quienes han salido al encuentro pautado están gritando, con tal acción, que exigen respeto. Y respeto hay que darles. Se niegan a ser reducidos a una masa monocorde que siga las pautas del poder y reclaman la independencia de criterio, la capacidad de pensar y discernir, el derecho de disentir, que son inherentes a la condición humana.

También la dirigencia ha estado a la altura, y sería mezquino no reconocerlo. Ha habido respuestas, ha habido organización, alternativas, inventiva ante un proceso altamente complejo que ha supuesto la superación consecutiva de innumerables retos.

Estos días nos han dejado más curtidos en la larga y compleja carrera de obstáculos que nos ha significado rescatar al país. La independencia del siglo XXI se pelea con otras armas, más con tenacidad ciudadana que con pólvora y sus frutos van a ser también distintos. El país del nuevo siglo que todos esperamos y merecemos.

Estamos totalmente curados de espantos, nada nos sorprende. Es cada vez menos probable que exista alguna dificultad que nos aparte de nuestro objetivo; más aún cuando ya tenemos claro que la alternativa de rendirse sería refrendar el definitivo desmantelamiento de nuestra república, algo equivalente a dejar sin suelo a nuestros hijos. Y eso es algo que no vamos a aceptar.

sábado, 18 de junio de 2016

“Y ahora, los CLAP”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Los Comités Locales de Alimentación y Producción son, según el gobierno, estructuras organizadas a partir de las cuales los Consejos Comunales distribuyen en las comunidades más necesitadas los alimentos a precio regulado.

Suena muy bien… en teoría. Pero en la práctica, tiene patas muy cortas.

En primer lugar, porque no hay alimentos que distribuir. Ni se producen, ni se importan. O al menos, no en las cantidades que necesita la población.

Somos muchos quienes, desde tiempo atrás, hemos señalado el grave error de privilegiar la importación de alimentos por encima de la producción nacional, aprovechando los elevados precios del petróleo; los cuales finalmente cayeron –como era de esperarse- y nos enfrentan hoy con un músculo productivo desmantelado.

No se soluciona mucho creando nuevos mecanismos de distribución de la misma escasez. De hecho, los beneficiados por las esperadas bolsas aseguran que la segunda entrega vino bastante menos surtida que la primera. ¿Cómo vendrá la tercera?

Por otro lado, la misma relación negativa entre la oferta de alimento y las necesidades de la gente, presiona la creación de mercados negros, fomenta la corrupción. El fenómeno de los bachaqueros es público, notorio y comunicacional; adicionalmente el mismo gobierno ha participado sobre la captura de empleados de las redes oficiales de expendio de alimentos que trafican con los mismos.

Volvemos a caer en lo comentado líneas atrás: es inútil crear nuevos mecanismos cuando los problemas de fondo no solamente no se solucionan; sino adicionalmente se profundizan. No hay garantía alguna de la efectividad de los CLAP.

Y para colmo, hay un matiz inaceptable en este momento de crisis nacional: el acceso a las publicitadas bolsas de alimentos de los CLAP pasa por instancias políticas y existen señalamientos de los afectados, respecto a la utilización de las mismas como premio o castigo por lealtades al oficialismo.

Por todo esto, los CLAP no han sido más que un mecanismo para sumar nuevas frustraciones a la ya desesperada población venezolana. Y no estamos para eso. El hambre de la gente solamente se combate con producción. Lamentablemente, vamos en el camino contrario.

viernes, 17 de junio de 2016

“Un Mariscal para Venezuela”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

Los próceres tienen su justo lugar en la estructura de una sociedad y como tales, sirven para inspirar a la ciudadanía en los más elevados valores y para motivarnos a actuar  en nuestra cotidianidad con una visión que nos permita crecer como nación.

Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, es uno de los protagonistas de nuestra gesta independentista, no solamente en el territorio nacional, sino en el continente americano. Fue uno de esos venezolanos que puso por obra uno de nuestros mayores orgullos patrios: traspasar nuestras fronteras para luchar por la libertad de otras tierras.

Sin duda, uno de los mayores riesgos que se corre con los próceres es endiosarlos, porque se les otorgan cualidades divinas que los alejan de nosotros y los hacen parecer predestinados; cuando su valor está justamente en haber sido tan humanos como nosotros, tan de carne y hueso como nosotros y haber pasado sin embargo por encima de flaquezas y miedos con el fin de alcanzar las metas que los movieron.

Sin embargo, el perfil de Sucre sí nos habla de un líder muy completo, con sobresalientes dotes militares a la vez que sensibilidad humana. No por nada fue un hombre de confianza del Libertador y, dada su refrendada calidad humana, Bolívar exclamó que se había derramado la sangre de Abel cuando se conoció su asesinato.

¿Por qué no hablamos más de connacionales como Sucre?

Huérfano a los siete años y desde muy temprano inscrito en la carrera militar, fue ascendiendo en su oficio con eficiencia y acierto; se incorpora a las luchas independentistas dando no solo testimonio de sus capacidades militares de estrategia y responsabilidad, sino también de una visión de muy largo alcance como humanista y ciudadano.

Fue redactor del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra en 1820, como parte del Armisticio firmado entre Bolívar y Morillo, documento que puso fin a la crueldad de la Guerra a Muerte, por lo que fue considerado pionero de los derechos humanos.

Actos como este hablan además de una visión política y de un intelecto que complementa adecuadamente al hombre de acción para consolidar las victorias y dar paso a la paz, que no otro puede ser el objetivo de la ingrata y cruel guerra, a la cual se fue porque no quedaba más remedio.

No solamente lucha en su tierra y se convierte en pieza clave de la gesta independentista; adicionalmente se convierte en una pieza clave de la visión de Bolívar que ter mina por darle independencia a Bolivia, Ecuador y Perú.

La campaña de liberación de Ecuador tuvo su culminación en la batalla de Pichincha, librada el 24 de mayo de 1822. Con esta victoria de Sucre, se consolidó la independencia de la Gran Colombia, se consumó la de Ecuador y quedó el camino listo para la batalla contra las últimas fuerzas realistas que quedaban en el Perú.

Sucre entró en Lima en 1823, precediendo a Bolívar. Participó posteriormente junto a él en la batalla de Junín y, el 9 de diciembre del mismo año, venció al virrey José de la Serna en Ayacucho, acción que significó el fin del dominio español en el continente sudamericano. El Parlamento peruano lo nombró Gran Mariscal y General en Jefe de los Ejércitos.

Entre sus grandes batallas emblemáticas, se cuentan Pichincha, Junín y Ayacucho, en las cuales demostró no solamente el elevado conocimiento que poseía de las ciencias y artes militares; sino también un don natural para el liderazgo y la estrategia.

Un año después, en 1825, participó en la ocupación del territorio del Alto Perú, que adoptó el nombre de Bolivia. Su papel se limitó a dar visos de legalidad a un proceso que los mismos bolivianos ya habían puesto en marcha.

Convocada la Asamblea Deliberante en Chuquisaca por el Mariscal Sucre, el 9 de julio de 1825, se determinó la completa independencia del Alto Perú, bajo la forma republicana, por soberana de sus hijos. Sucre se convirtió en el primer presidente de Bolivia, por dos años, y desde allí promovió políticas para la liberación de los esclavos y el reparto de las tierras.

Podemos imaginar cuán “imposible” lucía hace poco más de dos siglos fundar unas naciones a partir de lo que eran colonias y más aún, basarlas en principios de republicanismo que eran de gran avanzada para el momento.

En estos momentos, estamos urgidos de ejemplos, de inspiración. Nuestros jóvenes están ajenos a muchos de los venezolanos que alcanzaron metas elevadas a pulso y gracias no solamente a sus dones sino también a su duro trabajo.

Aquí o en la eternidad Gran Mariscal, que tu alma, tú gloria y convicción se mantengan intactos en la historia, como lienzos dorados de una época mejor. Enmarcada por la libertad, el patriotismo y el sacrificio por un país. Gloria eterna al cumanes y Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. A los 186 años de su muerte.

domingo, 12 de junio de 2016

“Violencia trae violencia”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui



La reciente agresión sufrida por el diputado Julio Borges es apenas uno más de tantos episodios de violencia que colman la cotidianidad de los venezolanos en forma creciente, en cada esquina del país.

Como muchos lo han advertido desde tiempo atrás, urgía atajar la virulencia de los discursos, porque las palabras se traducen en hechos y no existe justificación alguna para diseminar contenidos llenos de odio, que solamente podían conducirnos a lo que hoy vivimos.

Junto a las reiteradas agresiones de las cuales son objeto cotidianamente los propulsores de la alternativa democrática, también alarma la creciente escalada contra los periodistas que cubren los acontecimientos, señalados como objetivo de una parcialidad política, por el simple hecho de servir de intermediarios entre los sucesos y la gente.

La pregunta es: ¿quién gana con la violencia? Se paraliza el país, aún más de lo que ya está. El ambiente enrarecido complica la realización de un evento electoral, como lo es el inminente referendo revocatorio. Más allá de eso, lo dramático es que se trata de la única salida a una situación de penuria, que no solamente tiene que ver con inflación, escasez e inseguridad, sino también, justamente, con violencia.

El diálogo, que despierta las más variadas opiniones entre los venezolanos, es también altamente cuesta arriba cuando se tiene sobre la cabeza una espada de Damocles que únicamente tiene como objetivo el chantaje.

El país se nos desdibuja a paso de vencedores, y los responsables –o irresponsables- son también los cómplices de la violencia. Quienes la llaman, quienes la aúpan, quienes la ejercen y lo hacen no solamente desde los hechos, sino desde el verbo. Desde la glorificación en la palabra de una  patada al tablero que solamente nos puede internar aún más profundamente en el oscuro callejón sin salida que desde hace rato transitamos.

La gente lo sabe, la gente está clara. Para el ciudadano de a pie es obvio quién juega para intereses egoístas y agendas propias; y quién le apuesta a la viabilidad de una Venezuela de paz, que nos pueda garantizar vida y bienestar a todos. El triste espectáculo salpicado de rojo, no tendrá aplausos de los venezolanos.

viernes, 10 de junio de 2016

“Diálogo de dos”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El título de esta nota puede sonar como un contrasentido; pero en los tiempos que vivimos vale más subrayar lo obvio, para que nadie pueda replicar luego: “a mí no me dijeron”.

Y es que, el primer requisito para un diálogo es dejar por fuera la imposición. Entender que hay dos partes involucradas y que si no hay una visión compartida de problema y solución, la iniciativa nace muerta.

Uno de los mayores problemas que han torpedeado las fallidas iniciativas de diálogo durante todos estos años en Venezuela, es la pretensión reiterada del gobierno de imponer las reglas para un diálogo que busca responder justamente, a los problemas creados por las imposiciones unilaterales y la exclusión de gruesos sectores sociales en la conducción del país.

Es el gobierno quien impone agenda, metodología, facilitadores y demás elementos. Y cuando la Mesa de la Unidad Democrática expone sus puntos o da a conocer a sus representantes, las negativas tajantes del Ejecutivo no se hacen esperar.

Al momento de escribir estas líneas, pudimos leer en internet que el presidente de la República, Nicolás Maduro, escribió una carta que enviará en las próximas horas, donde realiza tres propuestas a la Comisión Internacional del diálogo por Venezuela, con el fin de concretar la agenda establecida en días anteriores. 

Continúa la nota atribuyendo al mandatario esta frase: “El diálogo es una línea central de la revolución bolivariana”. Una afirmación que se contradice con hechos, al revisar numerosos videos donde no se escatima en los epítetos más altisonantes contra los legítimos representantes de las fuerzas alternativas democráticas venezolanas.

Y se adelanta que en la misiva, se solicita a instalación formal de la Comisión por la verdad, la justicia y la reparación de víctimas, el acuerdo de respeto de las instituciones del país y el cese a la violencia entre las peticiones del mandatario a dicha Comisión.

Por supuesto, suponemos que todo ello visto desde el cristal subjetivo del gobierno, que tiene su propio concepto de verdad, que exige respeto para unas instituciones mientras atropella a otras y que ha sido bastante poco diligente en contener a la violencia que se engulle a la nación.

Lo que sí llama la atención, es que un régimen tan pagado de sí mismo esté buscando oxígeno a través de un diálogo, aunque lo enrevese, lo sabotee y lo postergue. Inequívocamente parece un síntoma confeso de su debilidad, cuando anteriormente, atrincherados en la cima del poder, ni siquiera reconocían la existencia de interlocutores por parte de la mayoría ciudadana a quienes se daba la espalda.

Se trata sin duda de un síntoma inequívoco de la debilidad gubernamental, lo cual debe ser manejado con mucha mano izquierda, ya que quienes hoy administran al país podrían estar echando mano de cualquier artificio para oxigenarse y ganar tiempo, como ya lo han hecho en anteriores oportunidades.

Lo cierto es que las proporciones de la crisis venezolana han llamado a personalidades y organismos internacionales a involucrarse. Seguramente, unos con mejores intenciones que otros. Pero lo cierto es que ya se reconoce abiertamente la urgencia de que la comunidad internacional se involucre en este caótico devenir que se ha llevado por delante el bienestar de un pueblo.

Y es que, como afirmamos unas líneas más arriba, los diálogos son de dos. El problema está en que los representantes oficialistas pretenden dejar por fuera de este diálogo justamente problemas y soluciones medulares que serían imprescindibles de poner en la mesa si la verdadera intención fuese sacar a Venezuela de este agujero negro.

Para brindar un marco adecuado a un proceso de diálogo serio y útil, debe darse el referendo revocatorio para este año, la liberación de los presos políticos, el retorno de los exiliados y el cese de las causas judiciales originadas en la persecución gubernamental contra la disidencia.

Visto este cuadro, la MUD debe accionar con firmeza y objetivos claros, para sumar a lo que son sus metas y no prestarse a la compra de tiempo que parece convenir al oficialismo, con el fin de postergar el revocatorio. Esto debe ser un requisito de hierro, porque es justamente lo que los venezolanos no tenemos: tiempo. El mismo que se ha desperdiciado penosamente mientras los males avanzan a paso de vencedores.

Ni chantajes ni manipulaciones son permisibles; como tampoco lo son las designaciones unilaterales de facilitadores e intermediarios para un diálogo, si es que se quiere que sea un diálogo real.

Los parámetros que manejan los líderes que representan a la mayoría de venezolanos, están contenidos ni más ni menos que en nuestra Constitución. Y su letra no puede ser flexible, ni modificable, ni mucho menos manipulable.

sábado, 4 de junio de 2016

“El pulso de la calle”


 David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El pasado jueves 2 el centro de Caracas fue sorprendido por una protesta para exigir alimentos. Y quizá deberíamos agregar que la palabra “sorprendido” es relativa, ya que la tensión se siente en la calle y para nadie es un secreto que lejos de diluirse, se incrementa.

Es una novedad la protesta por alimentos en nuestro país, ya que no hace mucho tiempo estábamos abastecidos; lamentablemente por importaciones, pero lo cierto es que había que comer. El caso es que ya no es así.

Las causas de por qué han mermado sensiblemente las posibilidades de los ciudadanos de adquirir alimentos, serían complejas y largas de analizar en tan breve espacio. Pero para sintetizar, podemos recordar que hemos reiterado en numerosas ocasiones que el rumbo del manejo económico del país es equivocado. Y también hemos dicho que, a la larga, eso se iba a sentir en las neveras y en las mesas.

No se trata de profecías, sino de un mínimo conocimiento de los resultados que dan ciertas políticas, como la estigmatización de la empresa privada, la sustitución de la producción nacional por importaciones y el confiar en los vaivenes petroleros para el sustento de una nación.

La “economía”, ese ente etéreo, ya alcanzó a la gente. Y lo hizo en un asunto por demás sensible, como lo es la alimentación. El tener a venezolanos gritando su urgencia en plena calle, en la capital del país y a pocas cuadras de los poderes públicos nacionales, es un alerta que no puede ser desestimado.

Porque lo que más inquieta es que la demorada respuesta de quienes pueden tomar decisiones que alivien esta demanda, parece que no va a ser jamás suficiente para atajar una inquietud que sube por el ascensor, mientras las respuestas van por la escalera.

Y lamentablemente, en lugar de ser tomado en cuenta, ese pulso es ignorado. No basta con sofocar el clamor de la gente, ni con impedir el trabajo de los medios de comunicación que lo reseñan. Hay que escuchar. Y solucionar.

¿Cuánta energía se está consumiendo en este diálogo de sordos que no soluciona nada? ¿Cuánto empeoran las cosas con el tempo que se pierde? ¿Cuánto avanzarían las cosas si se marchara en la dirección adecuada ya mismo, tomando desde hoy el pulso de la calle?

viernes, 3 de junio de 2016

“La Carta Democrática ayer y hoy”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui 

La Carta Democrática Interamericana se ha puesto en el ojo del huracán en la opinión pública venezolana e internacional, desde que luce como una posibilidad cierta su aplicación ante los complejos tiempos que vive nuestro país.

Carta Democrática y OEA forman, desde hace días, parte del vocabulario cotidiano del venezolano de a pie. Y, cosa insólita, se le debe mucho al gobierno nacional, ya que ha puesto todo el poder de su aparato comunicacional en función de intentar descalificar la posible activación de este mecanismo.

Sin embargo, recordemos que, años atrás, la Carta Democrática fue invocada cuando el entonces presidente de Honduras, Manuel Zelaya fue desplazado del poder y el para ese momento canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, fue el primer defensor de este instrumento.

En aquel momento, el hoy primer mandatario, dijo: “La decisión de la OEA es trascendental. Es una decisión unánime de todos los gobiernos del mundo y lo podemos comparar con la respuesta que el mundo le dio al nazismo y al fascismo”.

¿Por qué la Organización de Estados Americanos era ensalzada en ese momento y hoy es denigrada?

Los confusos hechos de Honduras en 2009 tuvieron dos lecturas: para unos, hubo la destitución de un presidente que pretendía modifica la Constitución con el fin de perpetuarse en el poder; pero para otros, simplemente un grupo de militares secuestraron al primer magistrado y lo expulsaron del país.

Sin pretender entrar en el fondo de lo que realmente sucedió en aquel momento adverso para una nación hermana, el hecho es que el gobierno de Zelaya estaba aliado con el venezolano y sus poderosos lobbys regionales.

Por otro lado, ciertamente había suficientes cabos sueltos en los hechos como para que los organismos multinacionales encendieran sus alarmas.

En conclusión, más allá de las agendas de poder particulares y de los errores de un lado y de otro, el continente tenía que demostrar que le interesa, como colectivo de naciones avanzar hacia la democracia; y la muy cuestionada OEA debía mostrar su capacidad de mediar en función de hacer respetar valores no negociables.

Ahora, cuando el tema de discusión es el difícil momento que atraviesa Venezuela, los mismos que invocaron la intervención de la OEA y la activación de la Carta Democrática, descalifican al instrumento y al organismo.

Se sigue intentando jugar a la ley del embudo, en una región que clama por estabilidad en sus gobiernos e instituciones y que sigue librando una lucha por alcanzar paz y progreso.

Ciertamente, las circunstancias de aquel episodio de Honduras son muy distintos a los de la Venezuela actual; pero ambas crisis van más allá de lo nacional y revisten suficiente gravedad como para que los ojos de los vecinos se vuelvan preocupados hacia lo que sucede.

A los ojos del mundo no se puede seguir minimizando lo que acontece en nuestra nación. Se han desdibujado peligrosamente los límites entre los poderes y unos invaden las competencias de otros, poniendo en serio riesgo el sutil y delicado equilibrio que mantiene a las democracias.

El ambiente de confrontación crece aceleradamente, y se intenta construir un cerco alrededor de la Asamblea Nacional, poder relegitimado recientemente en unos comicios de convocatoria masiva, pretendiendo restar así una voz imprescindible a la ciudadanía venezolana.

Paralelamente, la errada política económica mantiene a la gente entre la espada y la pared, en una situación que amenaza con empeorar, no solamente por la escalada de los precios, sino también por las crecientes dificultades para conseguir los bienes básicos.

A ello se agrega la marcada escasez de medicamentos, que ha llevado al dramático fallecimiento de venezolanos, incluyendo menores, en una situación que requiere de urgentes soluciones, ya que mientras más se posterguen estas, más vidas seguimos perdiendo.

Este cuadro configura desde hace rato un escenario lo suficientemente inquietante como para concitar las voluntades de los vecinos a través de cualquier mecanismo que permita destrancar el juego en Venezuela.

No solamente la Carta Democrática a través de la OEA, sino cualquier instancia de diálogo y soluciones contempladas en nuestra legislación, como el referendo revocatorio, para el cual ya se han completado los primeros pasos muy a pesar de la renuencia del gobierno.

Si hemos llegado hasta un escalón en el cual se toma muy en serio la posible activación de la Carta Democrática en el caso venezolano, se debe sin duda al fracaso de la activación de otras válvulas de escape a la crisis nacional.

Es una situación que hubiera podido evitarse si se hubieran abierto las compuertas de otras soluciones, las mismas que se han ido cerrando sin medir las consecuencias.