David Uzcátegui
@DavidUzcategui
A pesar de los temores de los más
aprensivos, y frente a los pronósticos más agoreros, la nueva Asamblea Nacional
venezolana, ya está sesionando. Su mayoría pertenece a la Mesa de la Unidad
Democrática y se pudo instalar sin contratiempos ni violencia.
Toca hoy, cuando vemos la meta
cumplida, felicitar a los venezolanos que nunca perdieron la fe, a quienes no
tiraron la toalla en el camino y a quienes apostaron a la perseverancia de lo
que se ha llamado la ruta democrática.
Y para quienes insistan en ver el
vaso medio vacío, les insistimos en que hemos completado uno de los pasos más
trascendentales en el camino hacia el cambio para que podamos vivir en un mejor
país.
Desde este espacio hemos
insistido en las particulares virtudes del ámbito parlamentario para
reencontrar a un país. Y, aunque veamos sesiones de tono encendido y palabras
altisonantes, creemos que eso ya se está desarrollando ante nuestros ojos.
Allí está ya presente una
representación de los dos sectores mayoritarios del país, y los llevaron hasta
ese lugar ciudadanos con sus votos, con lo cual se refrenda la avasallante y
mayoritaria apuesta de la gente por la institucionalidad, quedando fuera de
juego cualquier tentación de violencia.
Si hay algo que celebrar en
particular de esta nueva Asamblea, es el hecho de que los medios de
comunicación nacionales e internacionales puedan entrar nuevamente el
Hemiciclo. Para quienes hemos seguido los debates celebrados hasta el momento,
ha sido motivo de aplauso el poder hacer “zapping” entre distintos canales de
TV para ver los distintos ángulos de la sesión y contrastar las visiones de
cada televisora.
El interesado seguimiento de las
sesiones legislativas actuales a través de los medios de comunicación tiene un
innegable antecedente que no podemos dejar de traer a colación por su
similitud, a pesar de la cantidad de años transcurridos y las enormes
diferencias tecnológicas. Fue la Asamblea Constituyente celebrada en Venezuela
entre 1946 y 1947.
En las elecciones de aquellos
constituyentistas, el 27 de octubre de 1946, se registró una insólita
participación del 92% de los venezolanos hábiles para votar, por lo cual fue
con una elección parlamentaria que pudimos ver el nacimiento real de la votación masiva y popular.
Aquellas sesiones tuvieron entre
sus oradores a varios de los más agudos intelectuales venezolanos de todas las
filiaciones políticas, como Andrés Eloy Blanco, quien presidió la Asamblea,
Rafael Caldera o Gustavo Machado. Todos los colores del arco iris político
nacional de aquellos tiempos estuvieron representados y al final se dieron la
mano para refrendar el nuevo texto constitucional, proclamado el 5 de julio de
1947.
Y quizá lo más admirable de la
anécdota histórica, sea la pasión con la que muchos venezolanos siguieron aquellos
debates de tanta altura a través de la radio. El único medio que ofrecía
inmediatez, un portento para la época, copó la atención de todos, como hoy lo
hacen la TV e internet.
También es un ejercicio de
democracia el hecho de que podamos ver en periódicos y portales web fotos y
reseñas de los entretelones de la vida legislativa. Son las piezas que nos
faltan del rompecabezas, y que nos sirven para pintarnos el rumbo que estos
nuevos parlamentarios están recorriendo.
Justamente, en esos apretones de
manos y sonrisas de pasillo entre las dos bancadas que se enfrentan en los
debates es donde descubrimos una clave para reconstruir al país. La vida diaria
en el Capitolio creará acercamientos y entendimientos entre los voceros de
estas dos visiones de nación que hoy conviven.
Y una vez más, hay que
reivindicar a quienes dijeron que la solución para Venezuela era el voto
masivo, la única forma de legitimar a los elegidos. Con el proceso histórico
que hemos vivido en las últimas semanas ha quedado así confirmado.
Así como la creación de la luz
eléctrica terminó espantando a los fantasmas –si es que alguna vez existieron-,
el ejercicio multitudinario del derecho al sufragio desalojó también al “coco”
de destinos más oscuros para nuestra nación.
Recordemos hoy que Venezuela es
uno de los países con mayor historia parlamentaria en el continente, la cual se
inició el mismo año de 1811 y que, a pesar de los turbulentos vaivenes de
nuestra vida republicana, se ha mantenido siempre viva, como testimonio de
nuestra vocación democrática.
Toca ahora a la ciudadanía
vigilar el accionar de sus parlamentarios, pedirles cuentas y propiciar con su
interés que en ese foro se debatan los asuntos más urgentes de la vida nacional
y se encuentre allí solución a las legítimas aspiraciones que todos tenemos a
una mejor calidad de vida.
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