jueves, 21 de enero de 2016

“Emergencia”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El término que titula este artículo no es nuestro. Lo tomamos prestado del Decreto de Emergencia Económica propuesto por el Ejecutivo nacional. Y saludamos que de parte del gobierno central, por fin se le dé un nombre y un apellido a la grave situación que padece actualmente Venezuela. Nombre que, por demás, es el correcto.

Desde hace mucho tiempo, un grupo de venezolanos había venido advirtiendo sobre el rumbo errado que se le estaba dando a la sobreabundancia de recursos generados por la buena racha de precios petroleros; pero jamás encontró eco en los mandos del país. Hoy, nadamos en el mar de consecuencias generadas por ir a contrapelo de lo que dictaba la sensatez y la prudencia.

Lo cierto es que nos encontramos con una nueva Asamblea Nacional en la cual se impuso el deseo de cambio del país, al dar su confianza a una mayoría incuestionable de la Mesa de la Unidad Democrática. Y no se trata de llevar la contraria al poder Ejecutivo central siempre y porque sí.

El asunto es que alguien, en algún momento, tenía que decir las verdades que nadie desde dentro del mismo gobierno se atrevía a decir. Y la primera tarea del nuevo parlamento es colocar al poder central de cara con sus propios errores, que hoy pagamos todos los venezolanos por igual.

Y lamentablemente, es lo que va a tocar con el mencionado decreto, que si bien parece llegar en el momento justo y reconocer por fin la compleja situación nacional, la aborda desde puntos de vista a todas luces equivocados.

Pide el gobierno carta blanca para “Asignar recursos extraordinarios a proyectos previstos o no en la Ley de presupuestos a los órganos y entes de la administración pública para optimizar la atención de los venezolanos en los sectores de salud, educación, alimento y vivienda”.

Es decir, se solicita no rendir cuentas a la nueva AN respecto a una serie de gastos medulares, que quedarán en manos de quienes no supieron administrar la abundancia; pero piden carta blanca para administrar la escasez y adicionalmente, invitan al nuevo parlamento a renunciar a su función contralora.

El decreto también pide “Dispensar de los trámites cambiarios establecidos por Cencoex y por el Banco Central de Venezuela a órganos y entes del sector público y privado a fin de agilizar y garantizar la importación de bienes o insumos indispensables para el abastecimiento nacional”.

En otras palabras, se propone saltarse la transparencia que debe ser ley en toda administración pública, en nombre de una “agilidad” que quedaría nuevamente en manos de uno solo de los poderes, obviando que hay otro, puesto allí por los mismos electores para ajustar los desequilibrios que nos llevaron a esta emergencia.

Porque si a los números nos vamos, es obvio que muchos de quienes en el pasado votaron por el oficialismo, hoy lo hicieron por la MUD en las parlamentarias; lo que en la práctica sería el llamado “voto cruzado”, opción de los electores independientes en todo el mundo, y una manera de atajar los desequilibrios, que en democracia se curan con el contrapeso de los poderes.

En los años de la bonanza petrolera –recientes, pero ya parecen lejanos- se cometió el error capital que muchos países han cometido en situaciones similares. Era terriblemente tentador importarlo todo. Salía más barato y el dinero estaba allí.

La consecuencia de tan garrafal error fue la desaparición del aparato productivo nacional, muerto de mengua. Ahora, cuando no hay dinero para comprar a manos llenas en el exterior todo lo que necesitemos, la mirada se vuelve hacia adentro y no encuentra capacidad alguna de satisfacer nuestras necesidades.

Ante la situación límite que vivimos, voceros oficialistas llaman al sector privado a producir, a un sector que ha sido criminalizado, señalado y perseguido y que, por tales razones, muestra serias reservas de atender a tal llamado, que de paso no es nuevo y que jamás ha pasado de una serie de buenas intenciones verbalizadas.

Esperamos, que ante el callejón sin salida que ahora nos presiona, haya acciones concretas por parte de quienes tienen el poder en el sentido de trabajar conjuntamente. Sin embargo, aún nos sentimos escépticos. El llamado es tibio, ambiguo, tembloroso. Busca imponer reglas desde el gobierno, más que escuchar a quienes de verdad saben producir. El concepto de lo que realmente significa la palabra “diálogo”, todavía parece lejano en estas nuevas propuestas.

Volvemos al siempre citado editorial de Arturo Uslar Pietri, “Sembrar el petróleo”. De eso se trataba: de invertir y de no derrochar los ingresos de las “vacas gordas”. Y en descargo de quienes hoy gobiernan, no es la primera vez que en nuestro país se comete semejante error. Lo frustrante para nuestro gentilicio, es repetir viejas desgracias que ya habíamos padecido, no aprender del pasado.


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