viernes, 4 de diciembre de 2015

“La oportunidad de votar”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El intenso debate que se ha librado en los últimos meses respecto a si el país sigue o no el curso debido, por fin puede traducirse en acciones este domingo 6 de diciembre. La única acción deseable, posible y que le da a los ciudadanos el poder de cambiar el rumbo de la nación: votar.

Estamos hablando especialmente a quienes se sienten excluidos e impotentes, a quienes consideran que el poder va por su propio rumbo sin tomar en cuenta los deseos, las urgencias y las expectativas de la ciudadanía.

Creer esto es un error, porque el voto ha demostrado sobradamente en nuestra vida republicana, que es un instrumento poderoso para marcar el sendero del desempeño nacional en el futuro inmediato.

Especialmente cuando en situaciones como la actual, el sentir nacional se decanta por dos opciones de gobierno, la cuales son opuestas y hasta parecen irreconciliables, le toca al mismo votante ser el árbitro entre las dos propuestas, los dos modos de imaginar a la patria.

Y es especialmente importante recalcar este asunto en las elecciones a las cuales nos preparamos para asistir, porque estamos en un país de tendencia presidencialista, en el cual se le otorga a los comicios para elegir al primer magistrado nacional una enorme importancia, como debe ser.

Pero en el caso de los otros actos comiciales, la convocatoria a los centros de votación suele descender.

Y resulta que la democracia se entreteje de un complejo tramado de poderes, en cuya designación jugamos todos, y jugamos porque es nuestro derecho, porque nuestra historia nos ha permitido ganarlo con madurez, con trabajo, con lucha. No desperdiciemos esa herencia histórica menospreciando el acto del voto.

Otro elemento que lleva a disminuir el valor de participar, es pensar que no se influye en nada con un solo voto. Si todos pensamos así, pues evidentemente estamos entregando nuestro poder. Pero si nos aferramos a la creencia contraria, pues entonces la sumatoria de los millones de participantes si hace una diferencia por demás legítima.

Afortunadamente, el creciente interés de los venezolanos por el asunto político, ha robustecido una cultura cívica de la cual nos podemos sentir orgullosos y que, entre otras cosas, ha hecho disminuir la abstención en los últimos años de cara a comicios legislativos y regionales.

Como decíamos más arriba, cada vez está más claro que el gobernó no es solamente un presidente. Que las instancias regionales y locales pueden hacer la diferencia; así como el poder legislativo, que es el que nos ocupa en este caso.

Y queremos subrayar de modo muy particular la cita comicial que nos ocupa en lo inmediato, ya que el parlamento de un país es en primer lugar, el cuerpo más representativo de la pluralidad de sentimientos y pensamientos que conforman el espectro político nacional.

Y en segundo lugar, es el espacio por excelencia para dirimir diferencias, llegar a acuerdos, conseguir encuentros y coincidencias, facultando para ello a representantes que vamos a elegir legítimamente y que tendrán nuestra voz y nuestro voto. Y no es poco decir esto: estamos hablando de gente que nos va a representar en la mayor instancia de decisiones de nuestro país.

No importa lo que usted sienta o piense, sin duda en el espectro de la oferta electoral hay quien lo represente, y el único error en este proceso es quedarse sin voz. Hablemos para que nuestros elegidos hablen por nosotros. Y sobre todo, sea cual sea el resultado, que sea legítimo y reconocido por todas las partes que participan. Esa es la mayor garantía de paz para un país y un ejercicio por excelencia para la concordia y el progreso.

Cabe en estas reflexiones el comparar la acción con la inacción. Y preguntarnos qué se obtiene desde la no participación y cuál es la ganancia la participar. Sin duda que la última opción es la que siembra, la que genera futuro, la que puede ser el detonante para que las cosas se parezcan más a nuestro modo de pensar y sentir.

E insistimos: si los resultados finalmente no se parecen a lo que hubiéramos querido, al menos tendremos la tranquilidad de haber expresado nuestra opinión y de haber ejercido el derecho que se nos pone en las manos para que nuestro parecer cuente a la hora de conformar el legislativo nacional.

En cosa de pocas horas, la incertidumbre y las expectativas serán cambiadas por certezas, el país habrá atravesado por un proceso que otorga claridad y que fija un rumbo; pero sobretodo habremos dirimido nuestras diferencias con la piedra donde descansa el pivote de la civilización: el contarnos para entendernos.

Que todo marche en paz y que seamos, a partir del próximo lunes, un país más maduro y especialmente satisfecho de haber realizado bien la tarea.


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