David Uzcátegui
@DavidUzcategui
El intenso debate que se ha
librado en los últimos meses respecto a si el país sigue o no el curso debido,
por fin puede traducirse en acciones este domingo 6 de diciembre. La única
acción deseable, posible y que le da a los ciudadanos el poder de cambiar el
rumbo de la nación: votar.
Estamos hablando especialmente a
quienes se sienten excluidos e impotentes, a quienes consideran que el poder va
por su propio rumbo sin tomar en cuenta los deseos, las urgencias y las
expectativas de la ciudadanía.
Creer esto es un error, porque el
voto ha demostrado sobradamente en nuestra vida republicana, que es un
instrumento poderoso para marcar el sendero del desempeño nacional en el futuro
inmediato.
Especialmente cuando en
situaciones como la actual, el sentir nacional se decanta por dos opciones de
gobierno, la cuales son opuestas y hasta parecen irreconciliables, le toca al
mismo votante ser el árbitro entre las dos propuestas, los dos modos de
imaginar a la patria.
Y es especialmente importante
recalcar este asunto en las elecciones a las cuales nos preparamos para
asistir, porque estamos en un país de tendencia presidencialista, en el cual se
le otorga a los comicios para elegir al primer magistrado nacional una enorme
importancia, como debe ser.
Pero en el caso de los otros
actos comiciales, la convocatoria a los centros de votación suele descender.
Y resulta que la democracia se
entreteje de un complejo tramado de poderes, en cuya designación jugamos todos,
y jugamos porque es nuestro derecho, porque nuestra historia nos ha permitido
ganarlo con madurez, con trabajo, con lucha. No desperdiciemos esa herencia
histórica menospreciando el acto del voto.
Otro elemento que lleva a
disminuir el valor de participar, es pensar que no se influye en nada con un solo
voto. Si todos pensamos así, pues evidentemente estamos entregando nuestro
poder. Pero si nos aferramos a la creencia contraria, pues entonces la
sumatoria de los millones de participantes si hace una diferencia por demás
legítima.
Afortunadamente, el creciente
interés de los venezolanos por el asunto político, ha robustecido una cultura
cívica de la cual nos podemos sentir orgullosos y que, entre otras cosas, ha
hecho disminuir la abstención en los últimos años de cara a comicios
legislativos y regionales.
Como decíamos más arriba, cada
vez está más claro que el gobernó no es solamente un presidente. Que las
instancias regionales y locales pueden hacer la diferencia; así como el poder
legislativo, que es el que nos ocupa en este caso.
Y queremos subrayar de modo muy
particular la cita comicial que nos ocupa en lo inmediato, ya que el parlamento
de un país es en primer lugar, el cuerpo más representativo de la pluralidad de
sentimientos y pensamientos que conforman el espectro político nacional.
Y en segundo lugar, es el espacio
por excelencia para dirimir diferencias, llegar a acuerdos, conseguir
encuentros y coincidencias, facultando para ello a representantes que vamos a
elegir legítimamente y que tendrán nuestra voz y nuestro voto. Y no es poco
decir esto: estamos hablando de gente que nos va a representar en la mayor
instancia de decisiones de nuestro país.
No importa lo que usted sienta o
piense, sin duda en el espectro de la oferta electoral hay quien lo represente,
y el único error en este proceso es quedarse sin voz. Hablemos para que
nuestros elegidos hablen por nosotros. Y sobre todo, sea cual sea el resultado,
que sea legítimo y reconocido por todas las partes que participan. Esa es la
mayor garantía de paz para un país y un ejercicio por excelencia para la
concordia y el progreso.
Cabe en estas reflexiones el
comparar la acción con la inacción. Y preguntarnos qué se obtiene desde la no
participación y cuál es la ganancia la participar. Sin duda que la última
opción es la que siembra, la que genera futuro, la que puede ser el detonante
para que las cosas se parezcan más a nuestro modo de pensar y sentir.
E insistimos: si los resultados
finalmente no se parecen a lo que hubiéramos querido, al menos tendremos la
tranquilidad de haber expresado nuestra opinión y de haber ejercido el derecho
que se nos pone en las manos para que nuestro parecer cuente a la hora de
conformar el legislativo nacional.
En cosa de pocas horas, la
incertidumbre y las expectativas serán cambiadas por certezas, el país habrá
atravesado por un proceso que otorga claridad y que fija un rumbo; pero
sobretodo habremos dirimido nuestras diferencias con la piedra donde descansa
el pivote de la civilización: el contarnos para entendernos.
Que todo marche en paz y que
seamos, a partir del próximo lunes, un país más maduro y especialmente
satisfecho de haber realizado bien la tarea.
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