David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Estas fechas decembrinas se
prestan siempre para expresarnos los mejores deseos y el ámbito político no
puede ser menos. Al contrario, quizá si algún sector de nuestra existencia
necesita impregnarse de eso que llaman “El Espíritu Navideño”, es justamente el
político.
Afortunadamente, tras el reciente
evento electoral del pasado 6 de diciembre, el país entra indudablemente en un
sendero de paz, que ya se puede sentir en la calle y en la gente.
Siempre hemos apostado desde este
espacio, a las citas comiciales como el árbitro justo y perfecto para las
diferencias en las sociedades y una vez más esto se demostró con las recientes
elecciones.
Hoy tenemos un colchón de
concordia entre los ciudadanos de cualquier tendencia política para aprestarnos
a pasar las fiestas navideñas y abordar el 2016 con una actitud optimista.
Si bien siempre recibiremos –no
sin razón- observaciones respecto a que no todo el mundo se pliega a los
resultados obtenidos en la jornada en cuestión, no nos cansamos de subrayar que
son minoría. Y que, afortunadamente, ya obtuvimos el reconocimiento a los
resultados por parte de los dos sectores mayoritarios.
¿Cuál debe ser nuestra
perspectiva para 2016? Primero que nada, el diálogo y el entendimiento. El
actual gobierno va a seguir al frente del Poder Ejecutivo y tendrá la segunda
mayoría en el parlamento; mientras la Mesa de la Unidad Democrática ostenta una
incuestionable mayoría en el Legislativo. Las fuerzas están equilibradas y hay
representación de la gran mayoría de los venezolanos.
Visto que no estamos pasando por
uno de los mejores momentos como nación, por la caída de los precios petroleros
y nuestra excesiva dependencia de esa materia prima, la circunstancia histórica
nos obliga a dialogar y a entendernos.
Esta siempre ha sido la opción
que hemos defendido; pero en este momento no hablamos de opciones, ya que el
escenario nacional deja muy escaso margen de maniobra.
También hemos comentado que no
tenemos nada en contra de quienes hoy ostentan el gobierno central, sino en
contra de sus ejecutorias. Los gobiernos pueden autoevaluarse y cambiar de
rumbo. Ellos mismos hablan de revisión y rectificación. Son palabras que
podemos suscribir si hablamos del bienestar de la ciudadanía como fin último.
Para quienes están en la acera
contraria a la nuestra en el aspecto político, también deseamos entendimiento a
lo interno. Las voces de reflexión que se están levantando en la tolda roja,
traen mensajes dignos de ser escuchados y que pueden ser aportes fundamentales
para un nuevo país. Sería lamentable que no puedan ser escuchadas en su propio
seno por estar en negación de lo sucedido el 6 de diciembre.
Insistimos, no hay tiempo. El
petróleo ya perforó el piso de los 30 dólares y su precio se aproxima en
barrena al costo de producción, lo cual deja un margen de ganancia tan estrecho
que es seriamente preocupante para cualquier economía que dependa de él.
¿Qué hacemos? No es una pregunta
retórica, hay que contestar ya. En primer lugar, dejar en el pasado la
confrontación, cuyo punto final fue puesto por la gente en las mesas
electorales. En segundo lugar, entendernos entre todos.
Y nuestro mayor deseo para el
venidero año 2016 es que todos le metamos el hombro a la producción nacional,
para que veamos que al diversificarnos podemos hacer que el asunto petrolero
impacte mucho menos. Eso sí, tenemos el tiempo en contra. ¿Qué más vamos a
esperar?
Esto, hablando de las urgencias.
Sin embargo, creemos que esta contingencia puede ser el piso para subir unos
escalones en nuestra madurez como país. Diálogo y productividad no son una
circunstancia, sino pilares para un proyecto de patria que sea viable. Ninguna
nación se ha hecho próspera bajo enfrentamientos internos, ni hay posibilidad
de avance cuando se carga con el lastre de las diferencias internas. Que no es
que deban anularse porque es imposible; pero sí aprender a convivir con ellas y
ponerlas en su sitio justo. En uno donde no estorben al avance colectivo.
El año que nos viene no va a ser
fácil y eso lo tenemos todos claro. Más allá de las percepciones de analistas
especializados, lo podemos palpara en la calle. Pero la buena noticia es el
cambio de actitud de nuestra sociedad ante las buenas noticias de nuestra
reciente cita electoral. Unas noticas que fueron buenas para todos,
independientemente de la opción que prefiriera cada quien. Y esa buena noticia
es el haber superado con los más altos estándares de ciudadanía un evento para
el cual algunos presagiaban unas turbulencias que finalmente no ocurrieron.
Parece que todos deseamos lo
mismo y que los colores y las etiquetas son más externas y circunstanciales de
lo que pensamos. Ahora, lo que nos queda es honrar esos buenos deseos
expresados por la enorme cantidad de electores que acudieron a la cita del
primer domingo de diciembre.
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