domingo, 13 de diciembre de 2015

“Domingo de resurrección”

David Uzcátegui
@DavidUzcategui

El brillante evento electoral que protagonizamos todos los venezolanos el pasado domingo, le ha devuelto la sonrisa al país. Y ha dado la razón una vez más a quienes han defendido reiteradamente la cita comicial como el instrumento medular para resolver el desencuentro entre venezolanos.

Son muchas las ganancias que sumamos a nuestros haberes como nación desde ese 6 de diciembre de 2015 que quedará para la historia.

La primera es haber entendido que la participación masiva en los eventos electorales sí es la forma de cambiar las cosas. Atrás quedaron las tesis abstencionistas que nos hicieron tanto daño y que entorpecieron en forma lamentable la resolución de nuestros conflictos durante muchos años.

En segundo lugar, el ejercicio de ciudadanía nos puso los pantalones largos como país en forma ejemplar. Y no se trató solamente del valioso acto de acudir a los centros de votación para dar a conocer nuestra voluntad. Hablamos de la conducta cívica, civil y civilista de ese día extraordinario. En las calles, en las colas para depositar nuestro voto, en el apoyo entre amigos, familiares y vecinos para resolver la logística de ese día decisivo.

No existieron excesos en la celebración de los votantes cuya opción triunfó, ni revanchismo entre quienes recibieron resultados adversos para sus candidatos.

Adicionalmente, el ejemplar comportamiento de los funcionarios del Plan República selló un nuevo modo de entendimiento entre distintos factores de la sociedad venezolana. Sin caer en el optimismo ciego, creemos que todo fue ganancia.

Y nos permitimos hacer una mención muy especial a la triunfadora Mesa de la Unidad Democrática, porque ha sido un ejercicio largo y complejo, que ha costado años y trabajo. No es una victoria mágica; sino labrada a pulso en un entendimiento de los factores políticos de oposición que muchos juzgaron imposible y otros tantos, inútil.

Postergar proyectos grupales y personales por el interés superior del país, ha sido la prueba que han debido pasar quienes pretendan hacer carrera de largo aliento en la política nacional. Pero hoy nadie puede negar que haya valido la pena.

Vencimos y derrotamos a toda una colección de fantasmas que nos habían acompañado en los últimos años. No es posible que las fuerzas alternativas democráticas ganen una elección, si ganamos no nos van a reconocer, y sobre todo, el más inquietante: el de la violencia que rondaría en cada intento de los venezolanos de resolver sus diferencias con votos.

Ciertamente, no dejamos de creer que este último fantasma anda por allí, agazapado; pero extremadamente minoritario, minusvalizado y fuera de contexto, porque ya no tiene lugar entre nosotros. No fue comprado por las masas, quienes con su conducta demostraron la inequívoca voluntad pacifista de la venezolanidad.

A mitad de la segunda década de este siglo XXI, nuestro país ha estrenado un evento que nos ha llevado a estar a tono con los tiempos mundiales y que ha recuperado el orgullo de la venezolanidad, tantas veces torpedeado por dudas, por autocrítica y por incertidumbres.

De cara a los tiempos por venir, hay mucho trabajo: el mutuo reconocimiento de los distintos factores de poder, que ahora se equilibran con representaciones proporcionales de las distintas formas de pensar de los venezolanos en la Asamblea Nacional, que – siempre lo dijimos desde aquí- es el foro perfecto para construir el país inclusivo y de concertación por el que hemos clamado desde hace tanto tiempo. Allí estamos representados todos y todos debemos ser escuchados.

Nadie puede caer en tentaciones de desconocimiento del contrario. Ni el Ejecutivo ante una AN compuesta mayoritariamente por la Mesa de la Unidad Democrática, ni esta última ceder a tentación alguna de triunfalismo, cuando tiene la oportunidad de hacer las cosas de otra manera, de ser incluyente y abierta al diálogo desde su victoria, conducta que además es la razón de existir de ese cuerpo colegiado.

Allí está finalmente el contrapeso que permite que el sistema democrático funcione, y todos los actores políticos del país deben participar en involucrarse. Es la voluntad expresada inequívocamente por millones de venezolanos que apostaron a cualquiera de las dos opciones políticas; pero que tienen en común el hecho de haber apostado a la paz y a la democracia mediante el inequívoco acto de haber acudido a votar.

No viene un camino corto ni fácil. Los venezolanos enfrentamos toda una colección de problemas que no es necesario mencionar porque todos los conocemos, están en la calle. Pero el mandato de la gente es que todos nos sentemos a trabajar en la solución, no cabe alternativa alguna. Quien no entienda esto, quedará fuera de juego en un país donde no cabe otra cosa que no sea la paz.


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