David Uzcátegui
@DavidUzcategui
Aún resuenan –y resonarán por
mucho tiempo – los ecos de la ejemplar jornada electoral que los ciudadanos
venezolanos adelantamos el pasado 6 de diciembre. Y no es para menos, ya que
nos debemos a nosotros mismos un merecido reconocimiento por el elevado nivel
de civismo que alcanzamos.
Y lo decimos no solamente por el
impecable comportamiento de los ciudadanos en los centros de votación o de los
funcionarios del Plan República; sino por la manera como se fueron
desenvolviendo los acontecimientos de ese día histórico.
También el conocimiento de los
resultados fue desenvolviéndose de una manera que se acercó bastante a lo
ejemplar. Aunque un poco tarde, fue más temprano que en otras ocasiones y eso
también es un avance.
El desfile consecutivo por las
pantallas de televisión de los personajes decisivos de la jornada, también tuvo
un tono ajustado a lo que demandamos la incuestionable mayoría de los
venezolanos, sea cual sea el color de nuestra filiación política: paz.
La inesperada – pero posible
siempre – aparición del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López
sorprendió a muchos pero afortunadamente, llamó de inmediato a la tranquilidad,
por su discurso siempre apegado al deber ser y a lo institucional.
La consecuente aparición de la
rectora del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, también fue celebrada
por ocurrir más tempranamente que en otras ocasiones y por ir al grano. Sin
duda fue un gran regalo para los venezolanos la también temprana aparición del
presidente Nicolás Maduro, acatando y reconociendo los resultados; a pesar de
haberlos achacado una guerra económica que muchos interpretamos de otra manera.
Y finalmente, un atinado discurso del vocero de la mesa de la Unidad
Democrática, Jesús “Chúo” Torrealba. En ambas alocuciones abundaremos más
adelante.
Lo que sí nos preguntamos muchos
es por qué cambió el tono de algunos de los afectos al oficialismo a partir del
día siguiente. Y sobre todo, por qué una corriente política que ha presumido
siempre de disciplina y de manejarse bajo una dirección única como era el
chavismo, ha ofrecido tantas declaraciones discordantes en los días posteriores
y hasta el momento actual.
Como comentábamos en líneas
anteriores, el discurso de reconocimiento de la derrota del primer mandatario
estuvo dentro de los parámetros democráticos y generó un reconocimiento de sus
adversarios por haber contribuido a la paz de aquella noche. Sin embargo, sus
posteriores alocuciones han desdicho la acertada reacción del primer momento.
La instalación de un parlamento paralelo,
no elegido por los votantes y que no aparece en la Constitución Nacional, es un
acto desacertado y tiende a serlo cada vez más, con la creciente fuerza e
importancia que voceros del gobierno le dan al hecho.
Semejante situación desdice no
solamente lo que el mismo Presidente reconoció la noche del 6 de diciembre,
sino también lo que afirmara a las personalidades internacionales que
acompañaron a la MUD en el proceso electoral y que se reunieron con el máximo
representante del Ejecutivo nacional, saliendo satisfechos del encuentro y
participando a los medios de comunicación del mundo la disposición de la
administración central venezolana a aceptar los resultados del evento
electoral.
También han resultado
desafortunadas las afirmaciones del alcalde del municipio Libertador de
Caracas, Jorge Rodríguez, quien ha hablado de factores extraños que van desde
la compra de votos hasta el ventajismo electoral de la oposición; algo que a
ojos vista es imposible, dado que el control institucional del país reposa
hasta el momento de manera mayoritaria y ostentosa en manos del oficialismo.
Lamentablemente no pasaron muchas
horas sin que volvieran a aparecer en escena los discursos altisonantes, las
ofensas y las amenazas que suponíamos enterradas, tras el pronunciamiento de
los venezolanos en los centros de votación. Un acto que fue aceptado de buen
grado incluso por los ciudadanos que votaron al PSUV y al Polo Patriótico,
entendiendo que parte del juego es saber perder.
Por suerte, en distintos niveles
de la tolda roja han asomado la autocrítica e interesantes reflexiones, las
cuales deben ser la norma de su conducta para el momento actual y que aportan
material sumamente valioso para la refundación del chavismo como una opción
democrática de cara al futuro de Venezuela.
No fue la guerra económica la que
ganó, porque sencillamente no existe. Perdió en las urnas un terrible desempeño
económico, que muchos hemos señalado una y otra vez como un mal que hay que
corregir con extrema urgencia, porque está mordiendo la mesa de los
venezolanos.
Quisiéramos, por el bien de
todos, regresar a esa noche sensata del 6 de diciembre, recoger todas las
reacciones desacertadas y accionar en paz de aquí en adelante.
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