David Uzcátegui
@DavidUzcategui
El mundo entero observa con ojos
de preocupación el desesperado arribo de numerosos migrantes a las fronteras
europeas, provenientes de diversos conflictos cercanos. Tanto el número de los
desplazados, como la muerte trágica de muchos de ellos en el trayecto, están
ocasionando una creciente y justificada alarma en la comunidad internacional.
Hay suficiente conciencia de que
este es un problema de todos. Aquella metáfora del “aleteo de la mariposa” es
más cierta que nunca de cara a este doloroso pasaje de la humanidad. Nos
referimos a aquella imagen de que el aleteo de una mariposa al otro lado del
planeta, tendrá alguna consecuencia que nos afecte.
Y quien crea que la comparación
es exagerada, puede dejar de pensar así cuando sopese las cifras de lo que está
sucediendo en el viejo continente.
Esta situación extrema, conocida
como “Crisis migratoria en Europa”, “Crisis migratoria en el Mediterráneo” o
“Crisis de refugiados en Europa”, se ha incrementado exponencialmente en el
presente año 2015, por el alza inimaginable del número de refugiados,
solicitantes de asilo, emigrantes por motivos económicos y otros migrantes, que
en conjunto comparten las vías de desplazamiento irregular hacia los países
europeos.
Según diversos expertos, la
crisis surgió como consecuencia de este incremento de personas que intentan
llegar a los Estados miembros de la Unión Europea, mediante riesgosos viajes en
el mar Mediterráneo y los Balcanes, partiendo de países de África, Oriente
Medio y Asia del Sur.
La mayoría de estos movimientos
están marcados por una migración forzada de víctimas de conflictos armados,
persecuciones, pobreza, cambio climático o violaciones masivas de los derechos
humanos; y por la acción de redes delictivas de tráfico ilegal y maltrato de
personas, que explotan a los viajeros más vulnerables.
Hay consenso en señalar que
estamos ante la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa, después de la
Segunda Guerra Mundial. Según el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans
Timmermans, es “una crisis mundial que necesita una respuesta europea”.
El pasado martes 8 de septiembre,
el enviado especial de las Naciones Unidas para Inmigración y Desarrollo, Peter
Sutherland, dijo que “Todos los países del mundo tienen la obligación, por
razones humanitarias, de acoger refugiados sirios, y con todos incluyo a
Canadá, Australia, Latinoamérica, los del Golfo Pérsico, Estados Unidos y
Asia”.
Lamentablente, este trago amargo
para el planeta es la consecuencia de Estados fallidos, que se encuentran muy
lejos de existir para velar por el bienestar de su ciudadanía. Sus intereses
son otros; y en medio de esta compleja madeja de causas, también se encuentran
asuntos ideológicos y religiosos, que deberían dirigirse hacia buscar el
bienestar de la gente; pero logran – al menos en este caso- exactamente lo
contrario.
Lo cierto es que la Unión
Europea, referente de democracia y derechos humanos en el mundo, está
recibiendo un peso demasiado difícil de manejar; pero al que a la vez no se le
puede dar la espalda, y que a muchos recuerda la huida de 200 mil húngaros
hacia Austria, tras ser invadido su país por la Unión Soviética.
De cara a buscar una solución, la
presidencia del Consejo de la Unión Europea convocó para este 14 de septiembre
una reunión extraordinaria de los ministros de Justicia e Interior de los 28
Estados miembros, resaltando que la situación migratoria “ha adquirido
recientemente proporciones sin precedentes”.
Según la Frontex (Agencia Europea
de Fronteras), unos 95 mil inmigrantes fueron rescatados entre enero y julio de
2015 por la Operación Tritón en el Mediterráneo central, y otros 340 mil
llegaron a la Unión Europea, aproximadamente el triple que en el mismo periodo
de 2014. Hace pocos días, el Gobierno de Hungría participó que finalizaría la
construcción de una valla en los límites con Serbia, para intentar contener el
descontrolado ingreso de migrantes.
Todo el planeta debe participar
en el auxilio y alivio de estas personas sometidas a una situación límite y
expuestas a peligros de tortura, trato de seres humanos y muerte. Pero también
toca evaluar por qué tal cantidad de personas llegó a semejantes situaciones.
No podemos ser indiferentes al
infortunio de pueblos enteros y, aunque la solución a tantos conflictos escape
de las manos de los países más afortunados, hay que trabajar tenazmente en esa
dirección para atajar el sufrimiento de tanta gente y luchar por garantizarles
un futuro de dignidad. Como el aleteo de la mariposa, el bien o el mal de
ellos, repercutirá en nosotros.
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